Jabalíes de día.
Enrique Petracchi, cazador y aficionado a las artes culinarias, en sus ratos libres se decidió a escribir algunas de sus salidas, acompañadas de las mejores recetas para aprovechar el trofeo del día. ¡Feliz lectura y mejor provecho!
La espera al jabali apostado a la luz de la luna es quizá la modalidad más utilizada para caza de este animal con fusil en Argentina. Es atractiva, pero a mi entender, y con la calidad de ópticas que hay en la actualidad, no genera grandes desafíos para el cazador, más aún si se trata de un campo cebado. Los grandes secretos consisten en ponerse contra el viento, permanecer quietos y en silencio algunas horas, esperar que el jabalí entre al comedero y hacer blanco a una distancia corta con el fusil apoyado. La excepción a esto es solo si uno espera cazar un padrillo viejo.
Cualquier cazador sabe que una vez que entra el jabalí al comedero las chances de no cazarlo son bajas. Por esto quizá no me atrae. Considero que la cacería es un desafío cuando el animal tiene más posibilidades de escaparse que de ser cazado. Me siento más cómodo en ese terreno, creo que es más justo. Es una lucha un poco más primitiva. Otros en cambio irán más allá y dirán que más justo y primitivo sería cazarlo con arco y flecha. Yo les responderé, con sobrados ejemplos, que las chances de dejar a un animal herido son demasiado elevadas para mi gusto. Y ahí radica el tema, en los gustos, siempre que sea legal respeto cualquier tipo de cacería. Pero algunas me gustan más que otras y como dice el refrán “sobre gustos no hay nada escrito”.
Brama en la Cordillera. Un imperdible relato de caza de Enrique Petracchi.
La modalidad de caza que más me atrae es al rececho. La sensación de ponerme a la par del animal y agudizar nuestro ingenio y experiencia para lograr nuestro objetivo. “En la cancha se ven los pingos”, citando otro dicho. Y es ahí donde emparejamos un poco las cosas, ya que de nada nos sirven elementos modernos (binoculares, ropa adecuada, armas de fuego, miras telescópicas, etc), si no logramos respetar preceptos básicos y ancestrales de la caza. La mejor ropa camuflada poco nos servirá si no sabemos de dónde viene el viento. La última mira austriaca o alemana no nos permitirá cazar al animal si no conocemos los hábitos del mismo ni el terreno.
Antílopes en la madrugada. Otro relato de caza con receta de Enrique Petracchi
Jugamos a mirar sin ser vistos, a oír sin ser escuchados, a utilizar la geografía y el clima como aliados. Escondiéndonos entre árboles, agachándonos detrás de arbustos, caminando en cuatro patas y arrastrándonos en algunas situaciones. Caminando contra el viento, avanzando cuando el animal no está mirando. Aprovechando otros ruidos naturales para apagar los nuestros. Usando las sombras para no ser divisados.
Interpretamos huellas y rastros, copiamos tácticas de otros predadores como un puma o un jaguar. Imitamos sin saberlo a nuestros ancestros y se produce una lucha silenciosa en nuestro cuerpo para quitarnos los vicios de la era moderna y tratar de ser lo más primitivos posibles.
La caza del jabalí en las islas que forma el rio Negro reúne todas las características para seducirme. Es un terreno traicionero, cambiante, con abundante población de jabalíes europeos que se mueven instintivamente, sin cebaderos y con agua por todas partes. En este terreno la ventaja es de ellos y las posibilidades de escaparse son altas.
El nuevo integrante. Un relato de caza con receta de Enrique Petracchi.
El monte es cerrado y sucio, con infinidad de pasadizos que solo los jabalíes conocen. Ante la dificultad de la situación decidimos dividirnos para aumentar las posibilidades de éxito. Mi cacería iba a ser al rececho, caminaría con el baqueano por un extremo de la isla siguiendo rastros y en la otra punta de la isla, donde se forma una playita de piedra unos 50 metros antes del rio Negro estaría Carlos con su .308 haciendo la modalidad apostado, pero de día. De alguna manera le íbamos a arriar los jabalíes.
Estaba amaneciendo y la isla comenzaba a llenarse de vida, con pájaros cantando por todas partes. La caminata se me hizo sencilla los primeros 500 metros y desconfiado empecé a dudar de las advertencias sobre lo difícil del terreno. La desconfianza se fue yendo cuando vi al gaucho agacharse en cuatro patas para poder pasar y supuse (equivocadamente) que sería por un par de metros. Al hacer los primeros pasos me di cuenta que el fusil no iba a ser útil en ese terreno y empecé a envidiar a Carlos que, en el otro extremo de la isla, y habiendo pasado ya un par de horas se entretenía observando una pareja de avutardas.
Mientras tanto yo seguía tratando de avanzar, haciendo un metro y retrocediendo dos, por una especie de red de caminos de jabalíes. Poniéndome a la par de ellos notaba mi inferioridad, sucumbía ante su capacidad de adaptación a todos los terrenos y climas.
A los perros de caza. Un relato de Enrique Petracchi
Cuando estaba ya jadeando veo al baqueano que frena su avance y se agacha aún más fundiéndose con el suelo y me invade un olor a chancho característico. Escucho un ruido a ramas rotas y veo unos bultos negros escabullirse sin que atinara a incorporarme. Al cabo de unos 5 minutos escucho un tiro, y enseguida otro.
Una hora después logro salir a la playita y lo veo a Carlos sentado tomando mate con su jabalí yaciendo al lado y riendo a carcajadas al verme todo arañado y mojado.
– ¿Qué pasó?, le digo.
– Estuve 3 horas mirando unas avutardas y en un momento se quedaron inmóviles, levantaron la cabeza y salieron volando. En ese instante salió corriendo una piara de casi 20 jabalíes que apenas me dio tiempo de tomar el fusil y encarar a los dos últimos ya que los otros estaban cruzando el río. Tiré y erré al primero y al segundo lo alcancé justo antes de entrar al río.
La receta
Corazón de Jabalí (o rabas de campo)
- Abrir el corazón como ahuecando un mate retirando la salida y entrada de grandes venas y arterias.
- Cortarlos en rodajas finas como aros de calamar.
- Machacar dos dientes de ajo y la punta y semillas de un ají picante.
- Colocarlos en una bolsa y agregar jugo de dos limones, aceite de oliva y sal.
- Mezclar bien.
- Dejar marinar 1 hora.
- Tirar la marinada.
- Pasar las rodajas por harina y freír en abundante aceite caliente dos minutos por lado.
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