La última perdiz
Enrique Petracchi, cazador y aficionado a las artes culinarias, en sus ratos libres se decidió a escribir algunas de sus salidas. En este último relato no nos revela sus recetas pero no podíamos dejar de publicarlo. ¡Que lo disfruten tanto como nosotros!
16 de septiembre de 2020. A veces pienso que el único ser vivo en la tierra con más ganas de cazar que yo, es mi perra. Se le nota en el brillo de los ojos en cuanto preparo la escopeta. Se para al lado de la puerta como para que no me olvide de ir con ella. Nos une esta afición desesperada, que nos hace estar listos en un segundo, y prestos para salir al campo. No necesita nada más, con sólo mirarla fijo a la cara y decirle “vamos”, se transforma, cambia su templanza, se pone nerviosa, excitada, como si algo nuevo fuera a suceder, aunque sabe exactamente qué vamos a hacer.
Hace diez años que recorremos los campos de la provincia de Buenos Aires en busca de perdices. Alguna liebre también se nos cruza en el camino y hace que parte de su sangre de galgo aflore y se me pierda gambeteando y zigzagueando entre los pastizales. Se va, desaparece por unos minutos, lo suficiente para que grite llamándola desaforado. Vuelve con la cola entre las patas y entrecerrando los ojos pidiendo perdón, como los chicos cuando hacen macanas.
Hasta en su desobediencia nos parecemos, la comprendo como nadie, yo también cometo errores similares en algunas ocasiones tirando a distancias que sé que son excesivas. Tan solo nos dejamos llevar por la situación, queremos aprovechar todo lo posible, los momentos son tan placenteros que sabemos que no pueden ser eternos.
Ella tiene 10 años, yo 70, no nos importa la diferencia de edad, ni el qué dirán. Cada uno conoce al otro a la perfección, con sus virtudes y errores, y nos tomamos así. Sabemos que nos quedan unas pocas temporadas más, y que si nos toca un invierno muy lluvioso nuestras salidas serán cada vez menos. Por eso mientras la veo descansar echada en su manta al lado de fuego, quizá soñando con la última perdiz que me trajo a la mano, imploro morir antes que ella.
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Manuel Antonio Orue
Conparto la sensación plasmada por este cazador. En mi básica formación pienso que no son mascotas, como las define el general de la gente, sino compañeros o compañeras de nuestra vida. Al día de hoy acompañan a mi señora y a mi, que poseo la friolera de 72 años, Fiona – 14 años – labradora hija de sangre pura de padres que habían sido entrenada/o como lazarillos en España, y Uhma, una kurzaar marrón de 7 añitos que resume plenamente el comentario realizado por Enrique Petrachi. Pareciera ser que su compañera es también de la misma raza de Uhma, sólo que de pelo ruano, en cambio esta es marrón. Créame, lo comprendo perfectamente y mi felicitación por su escrito. Un abrazo