Un problema cada vez más acuciante y amenazador.
Según la Agencia Espacial Europea, ya existen en órbita más de 130 millones de desechos espaciales de todos los tamaños.
Según el último Informe anual sobre medio ambiente espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA), las medidas adoptadas durante los últimos años para mitigar el problema de la basura espacial no han conseguido su objetivo. El problema, en efecto, es cada vez más acuciante y amenazador.
Todas las naciones con capacidad espacial han contribuido a esta situación, enviando más y más objetos al espacio. Según el informe, está demostrado que muchos de esos objetos, una vez cumplida su misión y ya fuera del control directo de los técnicos en tierra, terminan por chocar entre ellos, rompiéndose en pedazos que no hacen más que incrementar el número de desechos espaciales.
Solo durante el último año, dos grandes satélites ya fuera de uso (el telescopio espacial IRAS, lanzado en 1983, y la carga científica de un viejo satélite militar de 1967) estuvieron a punto de chocar, y en el mismo periodo la Estación Espacial Internacional ha tenido que realizar tres maniobras de emergencia para evitar la colisión contra fragmentos espaciales.
El mayor peligro, las explosiones
Sin embargo, el Informe de la ESA considera que las colisiones no son, ni de lejos, el mayor de los problemas. De hecho, durante los 10 últimos años las colisiones sólo fueron responsables del 0,83% de todos los eventos de fragmentación. El mayor peligro, de hecho, son las explosiones. “El mayor contribuyente al problema actual de los desechos espaciales -asegura Holger Krag, director del Programa de Seguridad Espacial de la ESA- son las explosiones en órbita, causadas por la energía sobrante (combustible y baterías) a bordo de las naves espaciales y cohetes. A pesar de que durante años se han implementado medidas para evitarlo, no vemos una disminución en el número de tales eventos”.
El problema de la basura espacial se planteó por primera vez en la década de 1960, pero se tardó mucho tiempo en empezar a tomar medidas. En la actualidad, la planificación de lo que ocurre con las naves al final de sus misiones ha mejorado mucho, aunque no lo suficiente, según la ESA.
Técnicas como la de llevar los satélites a “órbitas cementerio”, o a la atmósfera terrestre para que se quemen allí, o vaciar los remanentes de combustible y baterías para que las naves fuera de uso no exploten, o construirlas con materiales que no se desintegran, no han impedido que se produzcan hasta 12 eventos de fragmentación cada año durante las dos últimas décadas. Y el número va en aumento. Cada colisión o explosión puede causar miles de nuevos fragmentos en la órbita de la Tierra, e incluso los más pequeños, como simples tornillos, son como balas a gran velocidad que pueden perforar fácilmente el casco de una nave o la escafandra de un astronauta.
Millones de fragmentos
Aunque es difícil saber con precisión cuántos fragmentos hay “ahí arriba”, el modelo estadístico de la ESA nos dice que a día de hoy existen unas 5.400 piezas de basura espacial de más de un metro de longitud, 34.000 de entre 10 cm y un metro, 900.000 de entre uno y 10 cm, y más de 130 millones de piezas de desechos de entre un mm y un cm. Un auténtico campo de minas espacial.
Según el informe, cada vez más naciones son conscientes del problema y siguen las directrices internacionales al respecto. Aunque no todas. Y la propia ESA, al igual que otras agencias espaciales, trabajan activamente para encontrar soluciones. Entre ellas, el proyecto europeo de construir un “basurero espacial” capaz de recolectar desechos y cuya prueba de concepto será lanzada en 2025.
“Los desechos espaciales – escribe la ESA en su informe- plantean un problema para el medio ambiente cercano a la Tierra a escala mundial, al que han contribuido todas las naciones con capacidad espacial y para el que solo una solución con apoyo global puede ser la respuesta”.
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