Las ventas se han triplicado desde que Bolsonaro asumió la presidencia.
Son más de un millón los brasileños que cuentan con licencia de armas legales. La mitad, policías militares y soldados, según los datos recopilados por el Forum Brasileiro de Segurança Pública.
El empresario Diego Brito, de 33 años, sale satisfecho de la galería de tiro tras disparar 50 balas con su Glock. El brasileño va todas las semanas a practicar con alguna de sus 12 armas de fuego. Su pasión y las compras han ido aumentando tanto con los años, que este mes ha adquirido tres más. “Pero no crea que salí con ellas de la tienda. Tengo que esperar todos los trámites. Las recibiré dentro de cinco meses por lo menos, a veces tardan hasta un año”, asegura en el club de tiro Black Beard, uno de los mayores del estado de São Paulo.
Con un alud de cambios legislativos, Bolsonaro ha cumplido su promesa electoral de facilitar el acceso a las armas de sus compatriotas. Las ventas de pistolas, fusiles, etcétera se han disparado hasta casi triplicarse en estos dos años. Si el año de la victoria electoral de Bolsonaro se registraron 50.000 nuevas armas, este 2020 se inscribieron 130.000 hasta octubre, según datos oficiales. La aceleración registrada en este bienio se añade al incremento gradual desde las 22.000 vendidas hace una década.
Ahora han aumentado, además, las licencias, más personas pueden salir de casa con un arma, pueden poseer más piezas, comprar calibres más potentes, más munición y ahora deben renovar el permiso a los diez años, no a los cinco.
Esa efervescencia en el sector se nota a primera vista en este club de tiro que Newton Ramos Publio, de 54 años, abrió hace seis años. Está ampliando el local, que también es escuela de entrenamiento, porque el negocio va muy bien. Sus 16 empleados atienden a 3.000 socios ―incluidos los dedicados al tiro deportivo— en unas instalaciones en medio del campo, a 100 kilómetros de São Paulo capital. Un lugar con pub, tienda y varias galerías de entrenamiento donde el jueves pasado se veían tiradores solos, amigos o parejas practicando, pero casi ninguna mascarilla.
ANMAC en la cuarentena. Una nota que se ha transformado en un consultorio registral.
Practicar en el Black Beard es gratis para los policías y militares. Una política que, según el propietario, nada tiene que ver con las relaciones públicas. Lo hace por compromiso social, porque unas fuerzas de seguridad mejor preparadas son buenas para el conjunto de la sociedad. Y recuerda que a diferencia de Estados Unidos o Europa, donde los agentes dedican sus horas libres a descansar, cuidarse o hacer ejercicio, muchos de sus homólogos brasileños, explica, trabajan como guardas de seguridad privada para llegar a fin de mes. Cobran poco y tampoco están sobrados de autoestima, sostiene.
El dueño del club de tiro se fue hace unos días a la comisaría de la ciudad, Salto de Pirapora, para llevar un regalo. Dos pistolas de nueve milímetros para sendos policías que se enfrentaron a criminales que pretendían secuestrar a un vecino. Publio está en campaña para ser alcalde en las municipales de noviembre. Compite en terreno fértil para su discurso armamentista porque Bolsonaro aquí sacó más del 70% en las presidenciales.
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