El placer de “vivir en un paraíso”.
Una excelente forma de celebrar a la naturaleza es conocer la fauna y flora autóctona, aprender a cuidarla y disfrutarla, recorrer parques, bañados, deltas y ríos.
A tan solo 40 kilómetros de la costa del norte bonaerense se erige “un paraíso”. Así describen sus residentes a la Isla Martín García que, además de cautivar por su flora y fauna, reúne atractivos variopintos para el turismo.
Uno de ellos es la Prisión Isla Martín García, una vieja cárcel que funcionó entre 1755 y 1962, donde estuvieron detenidos tres presidentes argentinos: Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi.
Con sus 168 hectáreas y una población aproximada de 200 habitantes, Martín García es la única frontera seca entre Argentina y Uruguay. Tras marchas y contramarchas el 7 de abril de 1998 la provincia la declaró reserva natural de uso múltiple.
Flora, fauna y producción
Los biomas predominantes son el bosque en galería donde abundan el ceibo y el laurel criollo, el espinal o monte seco con sus espinillos, cardones y lapachillos, el “arenal” poblado de coronillos y las playas con juncales.
Su fauna integrada por más de 250 especies de aves tiene entre sus destacados a los picaflores, gavilanes, crespines, teros, horneros, biguás, garzas, chimangos, cotorras, cardenales, sietecolores, caburés y lechuzas. También se pueden observar lagartos, lagartijas, yararás, tortugas acuáticas, nutrias y, ocasionalmente, yacarés y carpinchos.
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Estas condiciones, lejos del ruido y la contaminación, se volvieron el entorno ideal para el emprendimiento agroecológico que decidió desarrollar Facundo Baraldo Martínez, quien hace ocho años reside en la isla y entiende que su presente y futuro seguirán allí.
“Vivir aquí es una experiencia muy linda que conecta el cuerpo con el ritmo de las estaciones y el río por eso empecé a cultivar verduras y hortalizas, con la idea de difundir métodos de producción más amigables con el medioambiente”, contó.
El joven utiliza técnicas naturales para el control de plagas y restauró una vivienda donde creó una huerta de 200 metros cuadrados. “Los bioinsumos fabricados con plantas del lugar y la siembra de aromáticas ahuyentan a los organismos que traen las pestes”, explicó.
Su proyecto es convertirse en el abastecedor de insumos frutihortícolas de la isla ya que “nos quedamos sin verduras, frutas y hortalizas cuando el transporte no puede llegar por cuestiones climáticas”.
“Vivimos en un paraíso”
Mabel La Torre es productora de conservas y si bien su ingreso principal está sujeto al movimiento turístico, también tiene sus clientes residentes dentro de la isla.
“Mis padres siempre estuvieron acá, yo me vine cuando tenía 17 años pero después me fui a la Ciudad de Buenos Aires, iba y venía. Hace tres años decidí mudarme con mi hija y empezamos a trabajar en el comedor Solís hasta que armé mi propio proyecto. Tuve mucho éxito y ahora me dedico a elaborar mermeladas, dulces y escabeches artesanales”.
Mabel no dudó en afirmar que “con mi hija vivimos en un paraíso”.
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