Entrevista a Marcelo Calviello.
Por Karl Ness, para el Nº 45 de Revista Aire Libre.
Hace ya más de un año, publicamos una nota sobre la supermacrofotografía, un género de alto impacto visual. A través de ella su autor, el Dr. Aldo Galante, nos sorprendió con ese maravilloso y diminuto universo oculto en las profundidades de mares y océanos.
Hoy la propuesta es mucho más cercana y doméstica, pero no por eso menos sorprendente e impactante. Para ello nos contactamos con Marcelo Calviello (68) quien se ha especializado últimamente en la captura de pequeños insectos, creando obras fotográficas que le han significado importantes premios dentro del círculo de especialistas en fotos de naturaleza.
Pero, la historia de Marcelo no es solo interesante por sus obras, sino también por las vicisitudes de su vida y la tenacidad con que superó las dificultades que el destino le impuso.
Formado profesionalmente en las comunicaciones de marketing, se desempeñó durante muchos años en Ogilvy, para pasar luego a liderar su propia agencia. Pescador, mosquero desde que tiene uso de razón, fue fabricante de afamadas cañas de bamboo, reconocidas en el mundo por su calidad y esmero en los detalles de terminación.
Marcelo disfrutó de una vida plácida y exitosa hasta que sorpresivamente, como un rayo en un día soleado, padeció un ACV.
Su cerebro reseteó gran parte de sus centros y así perdió el habla, tanto del español como el inglés, la motricidad fina, su capacidad de conducir vehículos y mucho más. Pero allí, ante esas inclementes circunstancias, apareció y se hizo protagonista, el espíritu que lo caracteriza y que le permitió abordar con férrea resolución tanto su rehabilitación física, como el reaprendizaje de todo lo perdido.
Nos cuenta… “Recordaba, no sé cómo…que debía actualizar el firmware de mi vieja cámara Canon 7D y ayudado por mi hija Mechi, haciéndome entender por señas, logramos actualizarlo y ese fue un momento bisagra. Entendí que no todo estaba perdido. Lanzado a la fotografía, comencé – cómo pude – a fotografiar a la familia, las mascotas, las flores y las aves y así – posiblemente porque soy “mosquero” y por lo tanto casi un entomólogo aficionado – me sumergí en este maravilloso mundo de lo pequeño, dimensión en la que una maceta hogareña nos puede ofrecer un microcosmos. Así logré armar un pequeño taller para retratar a estas criaturas. Flashes, caja de luz, fondos, pinzas, trípode y otros elementos fueron invadiendo mi living. Respecto a mis favoritas, entre varias, son la Mantis – mi primer premio – las arañas Saltarinas y la Mosca Asesina, otra con la que he ganado premios.”
Debemos aclarar que al igual que en la pesca con mosca, Marcelo practica con los insectos el “catch and release”, ya que devuelve vivas a todas su capturas. Una tarea descomunal, dado que fotografiar a estas criaturas con vida, en el lugar y la pose deseada, demanda la paciencia de un monje tibetano.
El respeto a sus modelos es para Marcelo algo no negociable; nos cuenta que en determinado momento intentó hacer focus stacking – el horquillado de fotos con distintos puntos de enfoque para lograr el foco total – pero con insectos vivos se hace muy difícil ya que después de varias tomas, si el insecto se mueve, aunque sea solo una pata, hay que recomenzar todo el trabajo de nuevo, por lo que prefirió abandonar su práctica antes que sacrificarlos, además afirma que lo que transmite y refleja un insecto vivo no es igual a lo que produce uno muerto. No juzga a quienes lo hacen pero, reconoce que no es lo que prefiere. Este estilo de trabajo, basado en su respeto a la vida e infinita paciencia, hace que muchas veces sus colegas le pregunten si “amaestra” a los insectos.
En cuanto a equipo fotográfico ha probado todo, inversión de lentes, lentillas de aproximación, diversas monturas y cabezales. Respecto a objetivos, comenzó con el Canon 100mm 2.8 Macro y el Macro 100mm L 2,8 IS, todas excelentes opciones pero que se quedaban algo cortas cuando el insecto era peligroso o muy tímido, por eso eligió finalmente el Canon 180 L 3.5 Macro para mantener más distancia y para planos muy cercanos y de gran magnificación, el MP-E-65 2.8 Macro, ambos complicados por peso o por su curva de aprendizaje pero, inigualables una vez dominados.
Las moscas de mayo (Ephemeroptera) es otro de sus sujetos fotográficos preferidos – tanto por los recuerdos de pescador como por su morfología y fragilidad –. Encontrar ejemplares de esta variedad en buen estado ha sido para él una tarea ardua pero muy satisfactoria, permitiéndole obtener fotos de alto valor estético.
Respecto de la mirada de los otros a su obra, nos dice… “ Mi familia es el público más cercano y crítico, siendo a la vez quienes me impulsan a seguir y evolucionar. Son también quienes sienten mi quehacer como propio. Tanto es así que Vicky, mi otra hija, está con un proyecto de decoración en base a fotos de naturaleza. Mis colegas, me hacen sentir también su cálido y entusiasta apoyo. El objetivo central de lo que hago es intentar que alguien más pueda descubrir lo mismo que yo hice en su momento y se regocije con un mundo que está ahí y muchas veces no vemos. Con que alguien cambie un poco su punto de vista me sentiré aún más feliz y reconfortado.”
La fotografía le permitió a Marcelo encontrar una forma de renovar el contrato de esperanza con la vida. El jardín y el living de su casa, son su lugar en el mundo, ”su pelotero” para hacer lo que hoy lo apasiona. Pero, lo increíble es también, que él no habita en las Sierras de Córdoba, el Impenetrable Chaqueño o los Esteros del Iberá; vive en el Gran Buenos Aires.
La magia del macro y la omnipresencia de los insectos han sido los coautores de su obra, un binomio que junto a su indeclinable voluntad y talento, le permitió rehabilitarse y decir “proyecto cumplido”. Una catapulta importante para lanzarse a nuevas cosas. Hoy su salud se ha recuperado, lo que le permite pensar en nuevos insectos, aves, mamíferos y paisajes como protagonistas de nuevos proyectos que se irán concretando, tal como él dice, con la ayuda de Dios.
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