El resurgir de Ashnil Samburu desde el fondo de un río africano
Por Santiago Legarre autor de los libros Un profesor suelto en África y El safari de la vida (Editorial Claridad)
A finales de 2019 un video africano se hizo viral: mostraba el Ewaso Nyiro completamente desbordado, arrasando a toda velocidad todo lo que encontraba en su alocado camino. El Ewaso es un importante río que surca el centro y norte de Kenia, en África Nororiental, y atraviesa, entre otras, las Reservas Nacionales de Samburu y Buffalo Springs, en las cuales ocurrió algo digno de ser contado. Tremendas lluvias en la región montañosa aledaña habían causado aquel desborde y, junto con él, una de las inundaciones más grandes de la historia.
En octubre de 2020 tuve oportunidad de atestiguar uno de esos hechos mediante los cuales la persona logra reponerse de un tremendo golpe atestado por la naturaleza (y me refiero, claro está, al golpe propinado por la aludida inundación).
Apenas llegado a Ashnil Samburu, en un avión de Safarilink, tuve oportunidad de hablar con Gloria, una de las camareras de dicho “lodge” del grupo Ashnil, situado en las orillas del río Ewaso. Gloria se había hecho famosa porque el video viral, tomado desde un helicóptero, la mostraba a ella subida arriba del techo triangular del restaurant de Ashnil Samburu, mientras a sus pies el río hacía estragos. Me contó que fue la última persona en ser evacuada. Como capitán de un barco que se hunde, esta mujer corajuda, no quiso que nadie quedara tras de sí. Me lo contaba emocionada casi un año después.
Ni Gloria, ni nadie, imaginaba que tan pronto habría turistas nuevamente en Ashnil Samburu. Lo que hizo la empresa (que también tiene “lodges” en Masai Mara y en Tsavo) fue una verdadera hazaña. Por las ironías del corona virus, el hecho de que durante largos meses de 2020 no hubiera turismo en Kenia facilitó el trabajo. Luego de un período de planes, se decidió relocalizar parte de la operación del grupo en Samburu, para minimizar el posible impacto de futuras inundaciones.
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Y después de cuatro meses de trabajo a todo vapor, se logró reabrir parte de las instalaciones, con una presentación renovada y elegante, que Gloria me mostró orgullosa mientras relataba la inimaginable odisea de su subida al helicóptero con las fauces de un río gigante abiertas debajo de sí. Chapeau!, por cierto, para Gloria y los demás empleados (unos cien) que se animaron a volver al lugar después de lo ocurrido. Muchos de ellos participaron de una Misa de acción de gracias que nos celebró en el hotel el Padre Ambrosio, párroco de Archers’ Post, el pueblo más cercano.
El grupo de amigos con el cual visité a fines de 2020 las Reservas Nacionales de Samburu y Buffalo Springs (en cuyo seno se encuentra Ashnil Samburu), constituyó el primer contingente de turistas después de la reinauguración del “lodge”. Fue un gran honor reabrir la “puerta” que había estado cerrada por casi un año a causa de la inundación. Si se suma a esa circunstancia el impacto del corona virus en la industria del turismo se entiende bien que, cuando salimos a dar vueltas por una de las reservas, en safari fotográfico… ¡éramos el único vehículo en todo el gigantesco parque!
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Constituía un gran placer (dada la total ausencia de otras presencias humanas en un contexto natural tan bello), pero con sentimientos encontrados. Por un lado, al no haber otras personas en la búsqueda de animales se hace más difícil encontrar las bestias más esquivas, como el leopardo, que es una especialidad de esas tierras. Porque cuando hay muchas camionetas, los turistas intercambian información sobre los hallazgos y eso facilita las búsquedas con final feliz. Por otro, la ausencia total de vehículos en el parque, a pesar de ser un placer para los únicos que estábamos, constituía una silenciosa señal de alarma acerca de la situación del turismo en África. Esta situación es harto preocupante y las restricciones ocasionadas por la pandemia han dejado a mucha gente sin trabajo.
Nadie tiene la bola de cristal, pero los kenianos, con su sonrisa infatigable, están allí, a la espera de que regresemos. Tuve la suerte de no fallarles esta vez y acaso fui, junto con un puñado más, el embajador de una esperanza casi perdida. Ojalá que muchos lectores de esta revista puedan pronto animarse a tomar un avión a uno de los destinos más apasionantes que ofrece el planeta tierra: Kenia.
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