¿Cómo llegaron el jabalí y la ardilla de vientre rojo a Mendoza y por qué se convirtieron en plagas?
María Fernanda Cuevas, investigadora del Conicet Mendoza, estudió la ecología y el impacto que producen estos dos mamíferos invasores en los ecosistemas mendocinos.
Las especies exóticas invasoras (EEI) constituyen una de las principales causas de pérdida de biodiversidad a nivel mundial. En Argentina, según los datos que aporta la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, ya fueron detectadas más de 650 especies invasoras. Muchas de estas especies fueron introducidas por el hombre con la intención de obtener provecho económico, “incrementar” el coto local de caza deportiva o combatir plagas que perjudicaban la agricultura o la ganadería.
Claros ejemplos de esto son el jabalí y la ardilla de vientre rojo, que se transformaron hace largos años en graves problemas de difícil solución. Una de las preguntas que surgen ante este panorama es ¿cómo llegó esta especie a la región y por qué se convirtió en una verdadera plaga?
María Fernanda Cuevas es una investigadora y bióloga del CCT Conicet Mendoza que, en su tesis doctoral, estudió el comportamiento, hábitat y alimentación del jabalí en las zonas áridas del país. Cuevas informó a Unidiversidad que el animal fue introducido en Argentina en 1906 con el fin de incorporarlo a sus cotos de caza.
“Originaria de Europa y Asia –y también llamado chancho cimarrón–, esta especie ha sido introducida en muchas partes del mundo, donde provoca daños en cultivos y propiedades, y transmite enfermedades como leptospirosis, triquinosis y fiebre aftosa, entre otras. En la Argentina, fue introducida como coto o presa de caza mayor en La Pampa a principios del siglo XX. La especie allí comenzó a reproducirse rápidamente, a tal punto que su población creció de manera exponencial. Esto le permitió escapar y dio inicio a su dispersión hacia el noroeste y suroeste del país. Así llegó a Mendoza y se convirtió en una verdadera carga para puesteros, encargados del ganado y agricultores del Este, Valle de Uco y Sur provincial”, detalló Cuevas.
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Además, la bióloga señaló que se trata de mamíferos de gran tamaño, cuerpo robusto y alimentación omnívora. “Por lo general, forman pequeños grupos que se mueven grandes distancias y atraviesan ambientes de alta cobertura vegetal. Estas características, sumadas a su alta tasa reproductiva (hasta dos camadas de 4 a 6 crías por año), hacen a este animal un invasor exitoso. Aunque es un animal omnívoro, la mayor parte de su dieta es vegetariana y principalmente se dedican a “hozar” o buscar bayas, raíces y tubérculos en el suelo”, dijo María.
Para Cuevas, entre las causas de la llegada de las especies invasora a la Argentina, se encuentran algunas accidentales y otras voluntarias, como la caza, la ornamentación y la afinidad con la especie. “Si se observa región por región y sistema por sistema, siempre se encuentra alguna especie invasora causando problemas, ya sea con la biodiversidad puntualmente, en la salud de las personas o los animales o generando conflictos con el sistema productivo. La gente debe entender que, por acción voluntaria o no, las especies invasoras pueden traer una multiplicidad de problemas, entre ellos, su impacto negativo en la biodiversidad”, expresó la bióloga.
Las ardillas
La ardilla, por su parte, es uno de los animales más populares y cándidos de la narrativa infantil, pero su irrupción en la Argentina en un número que llega a los 100 000 ejemplares despertó las alarmas de las autoridades sanitarias del país. “Las ardillas de vientre rojo son una de las especies invasoras de la Argentina y constituyen una de las principales amenazas a la conservación de la diversidad biológica. En el caso de esta ardilla, su introducción fue involuntaria, con fines estéticos y traída en 1970 desde Asia al partido de Luján, provincia de Buenos Aires, para adornar el paisaje. Sin embargo, esta situación se salió de control y hoy ya son una plaga”, detalló la especialista, que viene estudiando este ejemplar desde 2010 en la provincia.
En Mendoza, el escenario fue similar. “Hace unos diez años aproximadamente, en Tupungato, hay registros de que la ardilla de vientre rojo fue introducida como una especie estética y como parte de un emprendimiento por los dueños de una finca. Lo preocupante es que la zona donde fue introducida, San José, es una zona productora de nueces. La introducción de estas diez parejas de ardillas se salió de control. Lo bueno es que, gracias a la advertencia temprana y al accionar de la municipalidad del departamento, aún se está a tiempo con la dispersión de esta especie hacia otras zonas. Esto nos debe servir de experiencia de que acciones como estas traen consigo un mayor desastre ecológico, ambiental y económico para los pobladores de la zona y de Mendoza”, manifestó María Fernanda.
¿Cuáles son los efectos negativos que provocan estas especies?
Las especies invasoras suelen ocupar de una manera muy rápida todos los ambientes que están a su alcance por una razón muy sencilla: la mayoría no tiene predadores naturales. Por eso, en nuestro país, especies como el jabalí, el ciervo colorado, el castor, el visón o la liebre, y la ardilla de vientre rojo, entre otras, se han expandido a tal punto que han ocasionado tantos perjuicios, sean estos al medio ambiente o a la economía.
“Uno de los más importantes impactos negativos de su introducción es el desplazamiento de especies animales autóctonas, producto de la competencia por recursos alimenticios y la transmisión de enfermedades. Se sabe que su comportamiento de alimentación, el ‘hozar’, provoca una erosión mecánica en el suelo que daña a las especies herbáceas principalmente y aumenta la erosión por lavado del suelo, lo que genera que varias especies que se alimentan de las mismas plantas se vean impedidas en su alimentación y se trasladen a otras áreas”, detalló la bióloga.
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Con respecto a las ardillas de vientre rojo, el daño que producen en los ecosistemas de zonas áridas es muy similar. “Más allá de su reconocido aspecto carismático, la invasión de la ardilla de vientre rojo provoca descortezamiento de árboles en plantaciones forestales, frutales y ornamentales, ya que consume flores, frutos y semillas. Al ser pariente de la rata, su comportamiento no se aleja mucho del de esta, al punto de que este roedor también genera roturas de plásticos de sistemas de riego por goteo, en maquinarias y cableados de luz, teléfono y televisión. Además, se la identifica con la posible transmisión de zoonosis como la leptospirosis y efectos sobre la biodiversidad”, señaló la especialista.
Detectar, controlar y tomar conciencia
María Fernanda Cuevas consideró que detectar una invasión, controlarla y erradicarla es una tarea muy costosa que requiere de una gran responsabilidad del Estado, pero, más que nada, de la toma de conciencia de la población y el compromiso de cada habitante. “Para ello, es fundamental que la gente comprenda que introducir una especie invasora es una acción más compleja y riesgosa que simplemente traer o regalar una plantita o un bichito simpático”, afirmó.
“Las especies exóticas invasoras pueden ser plantas, animales o microorganismos transportados voluntaria o accidentalmente por las personas fuera de su área de distribución natural, cuya introducción y propagación pueden causar severos impactos sobre los recursos naturales, la diversidad biológica, la economía, la salud pública y la cultura. Hay que reconocer que en Argentina existe una falta de conocimiento palpable y flagrante por parte de la sociedad. Por eso, la gente debe saber y tomar conciencia de que sus acciones, involuntarias o no, pueden generar acciones perjudiciales para el medio ambiente. Un claro ejemplo fue lo que enumeramos con estas dos especies. Es lo que tratamos de afirmar en nuestro estudio”, completó la especialista.
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