La vida de Benso y la historia de BERSA
Nota publicada en el libro del 80º aniversario de AICACYP.
El encuentro
Ercole Montini, Savino Caselli y yo, somos los creadores de la pistola BERSA. El nombre, lo sugirió mi hermana, María, a partir de unir las dos primeras letras de nuestros nombres. Ercole había sido operario metalúrgico en Italia, en la fábrica de las pistolas Beretta. Y acá, trabajaba en la compañía Olivetti. Hacía un extra realizando cosas de tornería y taller de fresado. Caselli era jefe de Ercole en Olivetti, y quería ser inventor. Así que le propuso compartir el galpón para hacer sus prototipos. Los contrataron para hacer dos piezas para una pistola, como necesitaban ayuda, aparecí yo.
No sabía usar las máquinas, pero me sobraba entusiasmo. Los tres éramos del norte de Italia, una primera casualidad. Fuimos ganando experiencia y decidimos fabricar armas sin saber nada sobre ese mercado. Así nació, Tecnofres (técnica de fresado) nuestra primera empresa.
No salió el primer disparo
En un viaje de Savino a Italia, conoció la fábrica Beretta y trajo una calibre .22 que desarmamos, y dibujó los planos pieza por pieza, acomodándolos a nuestras máquinas. La primera pistola que terminamos, al probarla, no disparó… Tenía un problema de ajuste de unos milímetros. Era la BERSA 60. Hicimos seis en total y salí a venderlas sin rumbo fijo. Yo tenía apenas 20 años, hacía dos que había llegado de Italia.
Había venido solo, a trabajar con mi tío Luigi. Después, pude traer a mi mamá y a mis dos hermanos. Mi papá murió cuando yo era adolescente. En Liniers, encontré una armería y entré. Y así, ocurrió la segunda gran casualidad.
Encuentro con los Baraldo
La armería era de la familia Baraldo. Me atendió Carlos, quien se mostró interesado por las armas que le mostré. Y resultó que había ido al colegio con mi hermana, María, en Italia. Ellos también eran del norte, como nosotros. Pero, como eran mayoristas, querían más pistolas. Y para eso, nosotros necesitábamos dinero para invertir en más maquinaria.
Entonces, nos reunimos con el padre de Carlos, que -otra casualidad- había hecho el servicio militar con mi papá. “Me acuerdo que cuando me fui de licencia, tu papá me dio una foto y una carta para tu mamá, que en ese momento era su novia”, me contó. (Esa carta la tengo yo todavía). “Si vos sos Bonadimani, yo te presto la plata”, dijo.
Fueron 200 mil pesos de aquella época, más un contrato de palabra. Nosotros fabricábamos las armas y ellos tenían la exclusividad. De hecho, Baraldo dejó la huella de Bersa en el mercado.
Nace BERSA S.R.L.
El 10 de agosto de 1960 salió la primera Bersa 60 producida en serie. En 1964, pasamos a ser Bersa S.R.L. Por entonces, había 30 fabricantes de armas en el país. Pero nosotros marcábamos la diferencia con innovaciones europeas que no habían llegado acá.
Fui el presidente de la empresa porque era la cara visible, quien viajaba, compraba, vendía y hacia relaciones públicas. Cuando vimos la posibilidad de exportar hice un curso de comercio exterior. Pero mi método era buscar en las páginas amarillas de cada país las empresas importadoras e iba con mis armas bajo el brazo a tocarles el timbre.
Una crisis, una oportunidad
En 1973, el Gobierno prohibió el mercado de armas para uso civil, aunque no la fabricación. Hasta entonces, las armas se compraban solo con el documento de identidad. Con esa prohibición, que duraría poco, sucedieron dos cosas. Una, que se canceló el contrato de exclusividad que nos unía a los Baraldo. Y segundo, quedamos solos en la fabricación. Las otras empresas tuvieron que cerrar.
Y ahora viene otra casualidad enorme. Con un taller metalúrgico altamente equipado y capacitado, si no podíamos vender armas, ¿en qué podría reconvertirse? Viajé a Italia, a la feria industrial de Milán, para ver algo que sustituyera lo que hacíamos. Llevé cinco pistolas para regalarles a mis amigos de Cologna Veneta. Pero sucedió que me crucé con una amiga cuyo marido conocía al principal importador de armas de Europa.
Me reuní con él y le llevé la Bersa. “Me gustan, ¿cuánto cuestan?”, me preguntó. Hice una cuenta mental rápida y le dije: “40 dólares”. “Bueno, mandame mil”, respondió. Por eso, BERSA quedó como único fabricante de la Argentina en ese momento. Hicimos dos envíos de mil pistolas Lusber 844 calibre 7.65. Y se abrió un nuevo capítulo en nuestra historia. Pronto vendimos a Finlandia, Italia, Israel, y a los Estados Unidos, que es nuestro principal mercado. Hoy,
exportamos el 65% de la producción y estamos en 36 países.
Arma reglamentaria y presidencia de AICACYP
En los ‘90, hicimos una reconversión tecnológica muy grande que nos puso en plano de igualdad a las grandes firmas internacionales del rubro. En 1998, la Policía Federal Argentina adoptó las pistolas Thunder 9 mm como arma reglamentaria, y la Policía Bonaerense, en 2004. No obstante el éxito, durante la ley de convertibilidad estuvimos a punto de cerrar. Nos salvamos cuando se salió del 1 a 1.
Durante 20 años, fui presidente de AICACYP. Y en la gestión, me dediqué más que nada a mi sector, participando de la reglamentación de la Ley de Armas, con poco éxito. A decir verdad, logramos lo que hay ahora, que se traduce en muchas restricciones para que la gente acceda a un arma. Por supuesto, no queríamos eso. Las restricciones actuales, los requisitos que se les pide a los usuarios, hizo que bajaran las ventas y así, lamentablemente, se fueron cerrando armerías. Por otro lado, fui el impulsor para que la Asociación tuviera su tradicional feria anual.
Innovación
El futuro en la fabricación de armas es lo que hacemos en BERSA, que está en permanente avance e innovación. De aquella arma artesanal -hoy en manos de coleccionistas- pasamos a un Departamento de Innovación y Desarrollo que investiga el uso de nuevos materiales. Parte de nuestra línea de fabricación está robotizada y producimos más de 100.000 pìstolas por año.
Lo que en 1958 tardaba seis horas en hacerse, hoy lleva solo 28 minutos. La tecnología permite la precisión con la que Savino soñaba cuando diseñaba los planos y se los pasaba a los fresadores.
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