Nunca es demasiado tarde para escalar esa montaña
Dierdre Wolownick, madre de Alex Honnold, uno de los mejores escaladores de roca en el mundo, subió a El Capitán en Yosemite para celebrar su septuagésimo cumpleaños.
Después de cumplir 40 años, Dierdre Wolownick aprendió a nadar. Cuando tenía 50 años, empezó a correr. Luego, a los 60, se convirtió en escaladora, y no en una escaladora cualquiera. Hace cuatro años, a los 66 años, Wolownick hizo un ascenso sin precedentes en El Capitán, el monolito de granito del Parque Nacional Yosemite que tiene algunas de las rutas de escalada en roca más largas y desafiantes del mundo. Y lo hizo con estilo. La ruta que escaló, ‘Lurking Fear’ (Miedo acechante), por lo general se recorre en cuatro días. Wolownick lo hizo en uno.
Por supuesto, ayudó que la autora y atleta, que ahora cuenta con patrocinio, dispusiera de uno de los escaladores de roca más exitosos del mundo para guiarla: su famoso hijo, Alex Honnold, la estrella del documental ganador del Oscar en 2018, Free Solo. La película narra el impresionante viaje de su hijo para convertirse en la primera persona en escalar “El Capitán”, un monolito granítico con una pared vertical de unos 914 metros, sin cuerda ni equipo de seguridad. Su propia escalada, en la que usó cuerdas, fue “por mucho” lo más desafiante que había hecho en su vida, dijo Wolownick.
En 2017, al llegar a la cima de El Capitán, se convirtió en la mujer de mayor edad en realizar ese ascenso, según Hans Florine, un escalador estadounidense con un récord de 179 ascensos de la formación rocosa vertical.
Y no se ha detenido. A finales de septiembre, Wolownick volvió a El Cap sin su hijo para escalarlo otra vez, en esta ocasión para celebrar su cumpleaños 70 acompañada de un pequeño grupo de amigos y guías. Para dicha aventura escaló por una ruta más sencilla que los escaladores por lo general emplean para descender. Le tomó seis horas llegar a la cumbre y, luego de acampar por la noche, bajó en seis horas y media al día siguiente.
Las agotadoras escaladas contrastan con la primera mitad de vida sedentaria y cerebral de Wolownick. Creció en Nueva York y pintaba y tocaba el piano en Jackson Heights, Queens. De adulta, dio clases de cinco idiomas y escribió libros, incluidas unas memorias publicadas en 2019, The Sharp End of Life: a Mother’s Story, en las que cuenta, en parte, su primer ascenso a El Capitán. En 1990, unos años después de mudarse a los suburbios de Sacramento, California, donde creció su esposo, había fundado una orquesta en West Sacramento que dirigió.
“Fueron cosas maravillosas y muy satisfactorias, pero, en realidad, no fue tan físico. Desde luego, no había ningún peligro”, dijo. “Ni en un millón de años imaginé que podría escalar El Capitán”.
¿Por qué empezó a escalar?
A Alex siempre le ha encantado. Solía ser muy callado, incluso taciturno cuando era niño, pero de escalar sí hablaba. El deporte tiene una jerga real, dicen cosas como jugging (cuando un escalador que va detrás de otro sube por la cuerda fija que el primero ya ancló en una estación de aseguramiento) y rapel (el sistema de descenso por superficies verticales en el que se usan técnicas de cuerdas), y yo no tenía ni idea de lo que él decía. Me dolía no poder relacionarme con él a causa de ello. Pensé que debía intentarlo para que al menos pudiéramos hablar.
¿Qué lo llevó a intentarlo?
Hace unos 10 años, Alex estaba en casa con una lesión, así que le pedí que me llevara al gimnasio de escalada. Pensé que solo iba a familiarizarme con el equipo, subir hasta la mitad de la pared, volver a casa y ser feliz. Hice una primera subida y llegué hasta la cima, unos 13,17 metros, y me sorprendió bastante el hecho de que no sentí nada de miedo. Así que hice 12 escaladas más ese día y me encantó.
La actividad física para adultos mayores. Nunca es tarde para comenzar. Nota del Lic. Héctor A. Cirigliano para Revista Aire Libre
¿Cómo era su vida antes de eso?
Una confusión total. Mi esposo, Charles, murió a los 55 años en el aeropuerto de Phoenix un mes después de que me divorciara de él y me convertí en albacea de su patrimonio. Mi padre acababa de morir y yo también me ocupaba de su patrimonio. En 2004, a los 19 años, Alex casi muere cuando caminaba con raquetas de nieve. Así que comencé a correr, poco a poco, y terminó siendo una pasión. No había nada en la vida que estuviera haciendo por mí y correr era para mí. Escalar resultó ser lo mismo, un escape, pero requirió valentía.
Escalar requiere mucho de tu cuerpo y hay mucho que aprender sobre el equipo, la física, los ángulos, todo. Yo era una mujer torpe de mediana edad, absorta en tareas y quehaceres. También tenía miedo y, a veces, necesitas un poco de ayuda para hacer algo nuevo y ajeno a ti. Pero después de un mes o dos, ya había tenido suficientes conversaciones conmigo misma, así que dije: “OK, hoy no te vas a casa después del trabajo. Vas a ir directo al gimnasio de escalada”. Y lo hice. Se convirtió en una rutina. Escalar fue como una llave que abrió una puerta que estuvo cerrada toda mi vida. Fue maravilloso.
¿Cómo fue la preparación para El Capitán?
Iba a Yosemite a entrenar tres días a la semana durante 18 semanas seguidas. Caminaba y escalaba. Nunca he podido hacer flexiones ni dominadas, así que compré una de esas barras para dominadas que puedes poner en una puerta y comencé a ejercitarme en ella. Cada vez que paso junto a la barra, hago diez dominadas. Ahora hago alrededor de cincuenta dominadas al día. No son dominadas desde el suelo, sin embargo, para mí, son extraordinarias. Escalar la ruta de Lurking Fear seguía siendo lo más difícil que había hecho hasta ese momento, pero estar en El Capitán es una locura. Tu vida cambia.
¿Cómo le ha cambiado su vida la escalada?
Aprendí a sufrir todo tipo de incomodidad porque lo que obtienes a cambio hace que merezca la pena. Es lo mismo para quien quiera seguir un camino de dicha. Hay mucho sufrimiento. Con la escalada tienes que aguantar. No es como que puedas decir: ‘Ay está lloviendo, vámonos al carro’ cuando estás a 760 metros de altura. Es un privilegio estar ahí. Los escaladores llegan hasta los lugares más hermosos e inimaginables y la única forma de experimentarlos es con trabajo duro.
¿Qué les diría a las personas que están atascadas o asustadas de hacer cambios que podrían ser beneficiosos para ellas?
Primero tienes que averiguar por qué crees que no puedes hacer algo y preguntarte si es una razón válida. Mira, en cada paso de tu vida hay alguien que te dice qué comer, cómo vestir, que no puedes dormir sin tomar aquel fármaco, y todo es una tontería. Tú mismo puedes decidir de lo que crees que eres capaz. Es muy triste cuando la gente dice: “Vaya, tengo 50 años, no puedo… hacer esto o aquello”. ¡Inténtalo de todos modos! ¿A quién le importa? Quizás te sorprendas.
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