Una nota publicada en el libro del 80 aniversario de Aicacyp
Por Néstor Saavedra
La pesca deportiva se inicia en la Argentina con la llegada de los ingleses, quienes traen este pasatiempo desde su país donde era muy tradicional. Además, porque podían practicarlo ya que en general, gozaban de más dinero y tiempo libre que los criollos.
Sin embargo, como sucedió con el fútbol, la actividad se arraiga entre los argentinos y un grupo de porteños que, en 1903, funda el primer club de pesca de Sudamérica. Pasada la Primera Guerra Mundial, el país prospera y crecen todos los deportes. En la década del ´30 nacen varios clubes que aún perduran, empiezan a aparecer los primeros artículos sistemáticos sobre pesca en revistas y, en 1934, se publica el primer libro sobre el tema en Argentina. Es el decenio en que se construyen y asfaltan rutas, y se organizan los primeros parques nacionales, con sus lagos para capturar grandes truchas. La pesca se hace muy popular y para proveer a los que la practican se crean o afirman muchas casas de pesca.
En principio, todos los componentes del equipo (cañas, reeles, líneas, etc.), llegaban de Europa. Por lo tanto, los importadores fueron los primeros en traer esta mercadería y, en algunos casos, también la vendían directamente al público. De a poco van encontrando comercios que exponen los productos y los comercializan. Los más cercanos a este rubro son las ferreterías y las primeras casas que venden armas, como Carlos Rasetti, a metros del Cabildo, o Bertonnet & Gobert, que con el tiempo se transformó en La Porteña, desde 1912 en manos de Alfredo Gottling, de gran participación en AICACYP. Ambas habían sido inauguradas apenas un lustro después de la caída de Rosas, en 1857.
En 1881 abrió sus puertas Francisco Francioni en la calle 25 de Mayo. Probablemente fue el primer comercio en ofrecer productos de pesca para, luego, sumar herramientas y elementos de ferretería. En 1890, nace, en Mar del Plata, Casa López, proveedora de los pescadores deportivos desde hace más de 120 años en esa ciudad.
En la década del ´20, Buenos Aires sigue sumando puntos de venta, como Morando (Lavalle al 600), que luego se asociará con Boitano en 1930. Un decenio más tarde son famosos algunos comercios que perdurarán con el tiempo, aunque ninguno ha llegado a nuestros días: Guanziroli (Sarmiento al 1400), Longobardi (Bolívar al 200), El Pescador (Talcahuano al 900, a cargo de Bruzoni y Lefrancois), Lacey (Maipú 95) y Della Rosa y Caballero (San Juan al 3100 y Viamonte al 500), por citar algunos.
En este marco de auge, un grupo de empresarios del rubro decide fundar, el 30 de marzo de 1939, la Asociación de Comerciantes de Artículos de Caza y Pesca (ACACYP). Recién en un acta del 2 de junio de 1964 se deja constancia del agregado de la palabra “Industriales” y con ello se modifica la sigla a AICACYP.
Casi con el inicio de la Asociación, se desata la Segunda Guerra Mundial, verdadero drama para los importadores. Por entonces, ningún producto de pesca se fabricaba en el país (la actividad recién se inicia con el fin de la contienda, en 1945). Al año siguiente, el ascenso del peronismo al gobierno trae aparejada una revolución en el turismo, pues se hace accesible para las clases más bajas. Es entonces que miles de pescadores toman como base hoteles estatales o sindicales, como los de Chapadmalal y Río Tercero. Aunque fuera con intención proselitista, Perón promociona los deportes y, por ejemplo, en 1954 visita el muelle capitalino de la Asociación Argentina de Pesca, durante un concurso para niños. Esta popularización hace crecer notablemente la masa societaria de las instituciones. Se fundan o consolidan clubes y la pesca competitiva alcanza niveles sin precedentes.
La gloria entre los ´60 y los ´80
En la década del ´60 se estabiliza la clase media en la Argentina y accede a una serie de beneficios, entre ellos, los vinculados a la recreación. Crece la cantidad de clubes y de socios. Algunas entidades ubicadas en grandes urbes inauguran anexos en pesqueros periféricos, donde combinan pesca con miniturismo para toda la familia. Estos viajes se ven favorecidos por el precio del combustible, accesible incluso para los grandes y gastadores autos de origen norteamericano (donde cabe toda la familia, algún vecino y los bártulos de pesca). Toma fuerza también el campamentismo y las casas rodantes, de gran auge en la década del ´70.
Proveeduría Deportiva es una muestra patente del estallido del camping y los llamados deportes al aire libre o outdoor. La empresa, fundada por Pedro Domínguez en la década del ´60, es la primera en desarrollar una cadena de comercios que venden elementos para pesca, pero también camping, náutica y otros deportes.
Como novedad, estos locales son muy grandes (más de 5.000 m2, el de la avenida Callao, en la ciudad de Buenos Aires) y de exposición muy vistosa y abierta, algo nunca visto antes; además de estar ubicados en lugares céntricos de ciudades de gran movimiento comercial, como Quilmes, Lomas de Zamora, Morón, Córdoba o La Plata.
Proveeduría Deportiva inaugura, también, una red de catorce campings con su marca Estancia El Carmen.
Este crecimiento anima a AICACYP a desarrollar su primera Exposición Nacional de Caza, Tiro, Pesca, Náutica, Camping y Turismo, que se lleva a cabo, en la Sociedad Rural de Palermo, en el otoño de 1970. A partir de 1998 tendrá continuidad con la realización de la primera Expo AICACYP, que aún se sigue realizando como Expo AICACYP – Aire Libre.
La expansión comercial es tal que, en 1973, la Asociación establece representantes en diferentes puntos del país y se muda a su sede propia, ubicada en el corazón de lo que puede denominarse el primer “barrio de casas de pesca”: que justamente es la calle Paraná. Esta arteria de la ciudad de Buenos Aires reúne, por entonces, un gran número de casas de pesca, siguiendo la misma costumbre que comercios de otros rubros, como los repuestos de autos en la Avenida Warnes o las mueblerías en la Avenida Belgrano.
Los socios que compiten en torneos encuentran el mejor campo para su desarrollo, tanto en pesca como en casting. Se calcula que había más de 300 mil pescadores afiliados a FADEP (Federación Argentina de Entidades de Pesca), en 1965, cuando deja su lugar a CAPYL (Confederación Argentina de Pesca). Sin vincularse para competir, pero sí para aprender, se forma, en 1974, la Asociación Argentina de Pesca con Mosca, con sede en Buenos Aires. Tiempo después serán los gestores de la ley de pesca más completa que tiene nuestro país, el Reglamento de Pesca Continental Patagónico, que con modificaciones anuales sigue vigente.
Para aquellos pescadores no federados surgen concursos libres y algunos en el formato de fiestas de uno o dos días de pesca en el interior, lo que contribuye enormemente a la difusión de esos pesqueros. Así, comienzan encuentros que aún subsisten con nombres como 24 Horas de la Corvina Negra, en Claromecó (1962); Fiesta Nacional del Dorado, en Paso de la Patria (1963); Fiesta de la Corvina Negra, en San Clemente del Tuyú (1966); Fiesta Nacional de la Corvina Rubia, en Mar de Ajó (1969); y Fiesta Nacional del Surubí, en Goya (1969).
De la mano de este desarrollo aparecen los medios de comunicación especializados de gran tirada. Hacen punta, al final de la década del ´60, Safari y Camping, esta última con una gran calidad de encuadernación, pero ambas con la magnífica pluma de Roberto Zapico Antuña. Ya no circulan cuando, en octubre de 1972, gana los quioscos la revista Aire y Sol, que con muchos baches llega hasta la crisis de 2001, y Weekend, que continúa hasta nuestros días y bajo la tutela de casi medio de siglo de su fundador, Alberto Fontevecchia.
El “uno a uno”
La fórmula “un peso: un dólar” o ley de convertibilidad, vigente desde 1991 hasta 2002, trae aparejados grandes cambios para los pescadores. Afloran los viajes al exterior: Amazonas, Salinas (Ecuador), Los Roques (Venezuela) y el Caribe, se insertan en la agenda de muchos pescadores deportivos. Miami también se presenta como destino y le agrega un día de compras de productos de pesca en los grandes shoppings especializados.
En nuestro país cambia notablemente la forma de comprar, entre otras razones debido al auge del pago con tarjeta, que permite adquirir muchos artículos de pesca sin tener el dinero en el momento. A esto se suma, en 1999, el lanzamiento de Mercado Libre, que facilita la compra pudiendo observar los productos por internet y sin moverse del domicilio. De allí en más, los comercios tradicionales se ven obligados a aggiornarse o bajar las cortinas.
Con el “uno a uno” crecen las distracciones individuales: aparecen los canales de cable y, con ellos, muchos programas de pesca. Llegan al país los primeros juegos de pesca para computadora; y se afirman los grandes centros comerciales, que habían comenzado con el Shopping Sur, de Avellaneda, en 1986. La combinación de estos fenómenos hace que se pierda el interés por los clubes, no solo de pesca. Muchos cierran y otros se reducen a pequeños grupos. Son contados con los dedos de las manos los que aún subsisten con una gran masa societaria.
El nuevo siglo
La crisis económica y social de fines de 2001 impacta gravemente sobre la pesca deportiva ya que, obviamente, no resulta ajena a los vaivenes de nuestro país. Pasado un lustro se va recuperando lentamente y, en 2008, la llegada de Facebook y posteriormente otras redes sociales, cambia el panorama de la comunicación para la venta de productos y servicios de pesca, y desafía a los medios tradicionales con sus periodistas.
El Amazonas brasileño y Colombia son los destinos del exterior que más convocan. Irrumpen nuevos fabricantes e importadores y la gran camada de pescadores jóvenes, con nuevas herramientas, son los que orientan la pesca. Los cambios climáticos han desestructurado los calendarios de pesca y requieren de alteraciones en las vedas. Un ejemplo: hasta este siglo nadie pescaba tarariras en invierno; hoy, muchísimos las pescan y con señuelos.
Pesqueros de grandes dorados han perdido su lugar por la contaminación o la extracción indiscriminada, como el salteño río Bermejo o embalse de Río Hondo, mientras que otros han ganado fama especialmente para la pesca con mosca, como los esteros del Iberá. Lamentablemente, la pesca comercial indiscriminada es uno de los problemas irresolutos en los ríos de aguas subtropicales. No es nuevo: ya se quejaban de esta situación los periodistas de hace más de tres cuartos de siglo. Un gran aliado de los aficionados deportivos es también el que ha incrementado el daño a las poblaciones fluviales: el motor fuera de borda y, con él, el acceso rápido a pesqueros remotos.
Los tiburones también han sufrido las consecuencias de la matanza humana y lagunas señeras para la pesca de pejerrey, cercanas a Buenos Aires, como Lobos o Monte, cada vez tienen menos fauna íctica.
El futuro: un horizonte no tan claro
Sin lugar a dudas, el crecimiento de la población (y, obviamente, de los pescadores), la falta de leyes que impidan la pesca comercial excesiva y la pesca furtiva, la contaminación de las aguas, entre otros factores, harán que cada vez haya que viajar más para pescar mejor. Esta propuesta, a su vez, choca contra los eternos problemas económicos argentinos. En consecuencia habrá que “acercar” los peces a las grandes urbes, donde se congrega la mayor parte de los aficionados. Y la solución se llama promoción de la piscicultura, para que toda la pesca comercial sea de peces de criaderos y se siembren los pesqueros que se empobrecerán irremediablemente. También podrán crearse “pesque y pague”, lagos artificiales con todas las comodidades y muy buena pesca, que revolucionaron este deporte en Brasil en la década de 1990, generando un enorme movimiento social y económico.
Que no nos asombre, el pez que más adeptos ha tenido en la historia de nuestro país, el pejerrey, tiene sembrado artificial desde 1904. Y el pez que nos ha hecho famosos en todo el mundo y ha traído extranjeros que han logrado registros récord, la trucha, ni siquiera es autóctona y convocó a su cría en cautiverio desde la misma época.
La piscicultura necesita inversión y voluntad política. Genera resultados recién a largo plazo. También necesita fiscalización del cumplimiento de las leyes de pesca y el estudio de los ambientes. La nueva generación de pescadores está cambiando. La pesca con devolución lo más rápida posible y con el pez en el mejor estado se practica cada vez más. Si los pequeños gestos de los pescadores se enlazan con acciones concretas de control, tendremos pesca por muchos años y un futuro auspicioso.
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