“No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría”
Carlos Nesci nos presenta la cuarta parte de su serie de artículos de caza, iniciado primero con ¿Qué es la Caza?, luego con ¿Por qué cazamos? y después con ¿Cómo debemos practicarla?.
Si la caza legal y bien regulada asiste a la conservación de las especies, cuál es entonces la razón por la que no quieren que se cace.
Muchos cazadores se quejan de los “ataques” de animalistas y ecologistas que, con sus críticas “están haciendo daño al mundo de la caza y de la pesca”. Por todo ello, le piden a la sociedad de los entornos urbanos “razonar” y adoptar “un punto de vista sensato” cuando se habla sobre si se prohíbe o no la caza.
Los cazadores defienden a la caza definiéndola como una “herramienta de gestión” para controlar poblaciones de animales como, por ejemplo, jabalíes. Este argumento es rebatido por los grupos de ecologistas y animalistas con el argumento de que ese control es posible lograrlo a través de esterilizaciones de los animales, lo cual hasta ahora no se ha aplicado en la escala deseada.
Pero, la contradicción esencial en estos colectivos emerge y se corporiza en el ciclo vital, por cuanto este debe ser aplicable a todo ser viviente, por lo tanto, el no matarás, debería ser tan válido para los animales e insectos como los vegetales.
Si esto se aplicara a ultranza, todos los seres humanos desapareceríamos del planeta, ya que solo comerían los animales. A menos que encontremos una alternativa para alimentar sintéticamente y satisfacer la necesidad de subsistencia de – por ahora…- 7.800 millones de personas.
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Después de Bambi se produjo una progresiva “Disneyficación” de la naturaleza, donde los animales hablan con sorprendente sabiduría sobre el bien y el mal.
Todo esto ha llevado a que la discusión no se enfoque hoy en el manejo cinegético de la fauna sino en el acto de la muerte, lo cual es una forma tramposa de eludir el tema del análisis de la caza, sus razones y ética. Además, como no tenemos forma de comunicarnos con los animales, el Derecho Animal genera espacios altamente especulativos librados a cualquier interpretación fantasiosa.
En el caso de la faena – salvo los veganos – nadie insinúa una condena. Allí la responsabilidad se licúa tanto entre sus muchos actores como en la hipocresía de la sociedad.
Por el contrario, el cazador – desde el paleolítico – lo ha hecho siempre o por lo menos hasta hace muy poco… sin hipocresía, exhibiendo y compartiendo el resultado de su actividad y, en muchísimos casos, pidiéndole disculpas al espíritu del animal para que continúe alimentándolo en el futuro.
Lo justo dentro de la ética cinegética no es que el hombre corra más riesgos, sino que el animal tenga más chances.
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En el reino animal la lucha entre especies raramente es pareja. Se trata de una relación entre predadores y predados, unos atacan y otros huyen.
Con el correr del tiempo y los cambios de usos y costumbres, el cazador terminó siendo penalizado por la sociedad. Una sociedad mediatizada y desinformada que solo quiere que los animalitos no sufran sin pensar seria y profundamente, ni querer informarse, en qué es lo mejor para las especies y el medioambiente.
La caza es una actividad de la que viven miles de personas en las zonas rurales. Por dar un ejemplo, en España, según el socio fundador de Cazar en Abierto, Emilio Sanz Pastor, 10 millones de personas en total viven actualmente directa o indirectamente de la caza.
El hombre urbano, sigue existiendo en medio de una lucha de conciencia entre su culpa por el impacto en el medio ambiente y su falta de voluntad para abandonar ciertos hábitos de confort conflictivos, todo eso cruzado por la presión de los medios que responden a distintos intereses. A ello se suma una visión idílica de la naturaleza construida por Walt Disney y a esta se agrega la de los políticos y empresarios que centran su atención en lo que las masas quieren y desean – para obtener votos y rédito – más allá de lo que a todos nos conviene.
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Así las masas crecen dentro y en torno a las grandes urbes, mega centros de polución.
La explosión demográfica y sus consecuencias nefastas para el medioambiente hacen que hoy la principal amenaza del hombre sea el propio hombre, en gran medida, solo por el desmedido incremento de su población.
Muchos de los dramas de la ecología son producto de la superpoblación humana y sus conductas. Un tema que suele soslayarse por resultar muy incómodo para la mayoría de los principales actores de la sociedad. Se calcula que en el Imperio Romano el planeta albergaba a 250 millones de habitantes. Hoy estamos en 7.800 millones y se estiman 11.000 millones para el final de este siglo. Cada ecosistema es solo un espacio limitado que no tolera vida más allá de ciertos límites preestablecidos. Si la silenciosa marea humana continúa creciendo en estas proporciones, la lucha por ocupar espacios vacíos, cada vez más reducidos, preanuncia otra de las grandes crisis ecológicas venideras. A esto le llamamos el factor antrópico.
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La Ecología, es clasificada según Martin Hary en 3 grandes grupos:
El ecologismo verde, una corriente superficial sin mucho fundamento científico. Se basa en los sentimientos que afloran en la superficie de las grandes urbes y en las tendencias mediáticas.
El ecologismo militante, muy marketinero y perfectamente organizado en ONG´s destinadas a ejercer presión sobre la opinión pública y autoridades gubernamentales, con gran capacidad recaudatoria de fondos para sus gastos estructurales y campañas de difusión. Esta versión tiene también expresiones políticas como el Partido Humanista – al que algunos llaman ecologismo rojo -.
El ecologismo científico, racional o profesional, basado en fundamentos conceptuales sólidos y permanentes monitoreos del medio ambiente. Lo necesario para demostrar que la Ecología no es una fantasía ni un negocio, sino el estudio de la relación entre los organismos y su medio ambiente físico y biológico, lo cual no da lugar para la improvisación.
Pero a estos 3 habría que agregarle uno más, al que muchos consideran el más importante. El ecologismo profundo, que analiza nuestros ecosistemas a través del tiempo. Es apasionante, no solo por su capacidad retrospectiva sino también por sus conjeturas prospectivas. Esta rama de la ecología se relaciona con las leyes universales de la evolución.
Biológicamente hablando, las especies actúan tal como lo hacemos todos los individuos: aparecen, se expanden, conservan por un período de tiempo, envejecen y se extinguen. Un ciclo vital tipo, tal como lo conocemos y del que los paleontólogos dan fe. Focalizarse en la conservación es antinatura. Lo que debe hacer el hombre en el corto período de su vida es no acelerar ningún proceso. Los tiempos debe marcarlos la Madre Naturaleza, según los mandatos de la evolución de las especies.
La caza en el centro de las miradas. Una nota del Libro del 80° Aniversario de AICACYP que no deberías dejar de leer.
El gran tema en contra de la caza es la muerte; hecho que excede totalmente el tema de la caza, ya que el homo sapiens es la única especie capaz de aniquilar masivamente a sus semejantes por una larga lista de intereses y emociones.
Por lo tanto, lo que aquí está en juego no es la caza sino el derecho a dar muerte en determinadas condiciones. Y este es un tema delicado social y religiosamente.
La ética de la muerte es la más difícil de todas.
Pero la muerte es un proceso absolutamente natural y hay razones para que se produzca: mantener el equilibrio y seguir evolucionando. Y en ese sentido la Naturaleza es implacable y despiadada, pero hay que observar el proceso con atención porque esto también tiene que ver con la regeneración.
Así como se observa al extincionismo, también hay que hacerlo con el regeneracionismo. Que es como un volver a empezar. Eso indudablemente ocurre, pero el hombre no puede evitar el antropocentrismo y todo lo mira según su interés. No en vano, algunos biólogos, antropólogos y paleontólogos comienzan a llamar a nuestra era como el Antropoceno: la era del hombre.
Y, ojo con eso, porque cuando una era lleva tu nombre, ¡lo probable es que en la próxima ya no estés!
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La caza es un recurso renovable y para que el proceso tenga éxito, se deben dar los siguientes requisitos:
- Que la fauna encuentre un ecosistema propicio y perdurable en el tiempo para su supervivencia.
- Que las especies de caza sean no solo capaces de adaptarse al medio sino también abundantes en calidad y cantidad.
- Que la población esté debidamente monitoreada.
- Que se fijen cupos de caza.
- Que dichos cupos sean iguales o menores a la tasa de nacimiento.
- Que existan instituciones que sepan legislar sabiamente asesorados por especialistas en la materia.
- Que estas instituciones cuenten con recursos económicos, legales y respaldo político para poder darle sustentabilidad a la ecología y brindar el máximo apoyo a la preservación de la fauna y los hábitats naturales.
Por su parte el cazador debe contribuir en este proceso:
- Respetando la ley y las decisiones de los departamentos de fauna.
- Debe pagar los permisos y los servicios ofrecidos.
- Cumplimentar todos los requisitos establecidos por la ANMAC para la tenencia y transporte de armas.
- Observar todas las normas de seguridad en el manejo de armas.
- Mantener en todo momento una conducta ética que colabore con las leyes, ayude a la instalación en el imaginario social de la caza sustentable y no afecte aún más la imagen de los cazadores ante la opinión pública.
Hoy la lucha es más ideológica que ética, con un trasfondo turbio y cargado de intereses que poco tienen que ver con las necesidades de las especies y del medioambiente.
Para poder salvar a las especies debemos continuar sacrificando a algunos de sus ejemplares, y eso significa continuar cazando. Hacerlo conlleva darle valor económico al animal silvestre y su consecuencia es la preservación de su hábitat, el factor más importante para mantener con vida a las especies. Y para que la sociedad comience a entender y aceptar este proceso, debemos educarnos y educar.
Primero actuando con gran responsabilidad en la gestión cinegética y recato en la exposición social, siendo sumamente conscientes del grado de sensibilidad que la muerte provoca.
Segundo intentando reivindicar a la figura del cazador, transformándola en la de un genuino apasionado por la naturaleza, sumándonos a cuanta causa seria de preservación del medio ambiente sea posible.
Y, por último, divulgando estos conceptos para que la sociedad modifique la percepción que hoy tiene de nosotros.
Hasta la próxima donde les contaré ¿Qué pasaría si dejamos de cazar?
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