¿Qué pasaría si dejásemos de hacerlo?
Carlos Nesci nos presenta la quinta parte de su serie de artículos de caza, iniciado primero con ¿Qué es la Caza?, luego con ¿Por qué cazamos? , después con ¿Cómo debemos practicarla? y finalmente con ¿Por qué no quieren que cacemos?.
La principal amenaza de los ecosistemas no es la caza. Ni siquiera el cambio climático, sino la desaparición del hábitat en que viven las especies.
La desaparición del hábitat de las especies ha generado un tremendo impacto negativo sobre la conservación de la fauna. La caza es útil. Les da valor a especies emblemáticas, la gente puede vivir de esa actividad, y al mismo tiempo, se preserva territorio para que haya mucha fauna.
Se sacrifica a unos pocos para que sobreviva la especie.
La caza legal bien manejada es la mejor manera de gestionar un hábitat para una gran cantidad de especies.
“La caza de un trofeo -al ser muy cara- justifica económicamente que sigan existiendo territorios destinados a esos animales”. Esto lo afirma el biólogo español, Ignacio Jiménez, quien entre otros grandes proyectos maneja el de la reintroducción del yaguareté en los Esteros del Iberá. Es necesario aclarar que Ignacio jamás ha cazado, que no le gusta ni siente ninguna adrenalina en su cuerpo por esta actividad. Pero conoce a grandes conservacionistas que se han conectado con la naturaleza cazando animales, aunque parezca paradójico.
África ha logrado darle al campo utilidad a partir de la fauna. Pero, desde que Zimbabwe prohibió la caza de leones, los veterinarios tienen que matar a los ‘leones-problemáticos’, porque los vecinos no los quieren. Y son los mismos leones que antes tenían valor porque eran un trofeo. Ahora no lo tienen porque no los puede matar nadie que pueda pagar por ellos. En Botswana, ha ocurrido lo mismo con los elefantes “Se perdieron miles y miles de hectáreas para la conservación”, lo cual termina atentando contra la misma especie.
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No se puede confundir el estar en contra de la caza con la conservación de la fauna, porque en ambos casos se ha generado un impacto negativo. Paradójicamente, la prohibición de cazar en África provocó más muertes en la fauna que la caza misma.
Cuando se prohíbe cazar se invita a liberar grandes extensiones de campo para dedicarlas a otras actividades agropecuarias lo cual reduce sensiblemente los hábitats naturales y transforma a la fauna cinegética en “indeseable competidora” por la alimentación del ganado.
Las mejores poblaciones de osos en Europa son las de Eslovenia y Rumania, cuyos ejemplares han sido cazados desde tiempos remotos. Y se conservan porque la gente los caza y les da valor.
No obstante, acaso algún día podríamos aprender algo de la experiencia de los países africanos, que nos llevan años luz en esta disciplina y reconocer que, sólo con corrección política no arreglamos la naturaleza, que las creencias basadas en la desinformación y la emoción no le sirven a nadie.
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La caza deportiva es parte de una economía compleja. Y hasta la fecha ha demostrado ser el método más eficaz de conservación de las especies en el mundo.
Un ambiente sano para las especies es uno que tiene todas sus piezas; por empezar un gran territorio destinado a que existan y proliferen sus seres.
Hay 3 posibilidades que la Naturaleza le otorga a la dinámica de las poblaciones de seres vivientes:
- Si los nacimientos superan a las muertes, la especie crece, se expande e irradia, ocupando distintas geografías.
- Si la mortandad supera a los nacimientos, la especie entra en retracción y puede llegar a la extinción.
- Si la procreación y las muertes alcanzan cifras similares, la población se estabiliza y conserva dentro de una dinámica equilibrada.
Nace así una ley no escrita entre los cazadores cuya esencia es, dentro de la ley: “Se caza lo que abunda y conserva lo que escasea”.
Esto es dinámico y debe monitorearse permanentemente
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El tiempo de vida promedio de una especie se calcula en 4 millones de años. Esto está regido por:
LA LEY DEL VITALISMO: que dice que toda especie tiende a expandirse hasta donde lo permite el medio y alcanzado ese límite se estabiliza y si el medio cambia puede disminuir o desaparecer según la intensidad de la crisis.
LA LEY UNIVERSAL DE LA PREDACIÓN: allí donde hay vida, también hay muerte. Las víctimas son los predados y los ejecutores, los predadores. Se preda en el aire, el agua y la tierra. La muerte como fenómeno vital, regula las poblaciones, dando lugar a que nuevos individuos cada vez más fuertes y resistentes ocupen el lugar para salvaguardar a la especie.
LA LEY DE LA REGENERACIÓN: generalmente el predador ataca al individuo más joven, enfermo, viejo o lastimado, aquel que por alguna razón le otorga una ventaja. Eso hace que la población en su conjunto no sufra el aniquilamiento. Los predados, desarrollarán una estrategia de supervivencia y si son una especie fuerte, sana y con buena tasa de reproducción, harán los ajustes necesarios para seguir prosperando.
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La ecología clasifica a las criaturas del Reino Animal en consumidores primarios y secundarios. Los primeros se alimentan de los vegetales, o sea predan al Reino Vegetal y los segundos predan a los primarios. Nosotros como omnívoros, nos valemos de ambos. Por tal razón el hombre ha alcanzado el nivel de super predador, estando a la cabeza de las cadenas tróficas. Por un hecho estético, al predar del hombre lo llamamos cazar y al predador, le decimos cazador, pero en definitiva comemos vegetales como un ciervo o ciervo como lo hace un león – solo que nos valemos de utensilios y tenemos otros modales -.
Por lo tanto, cazar es un acto predatorio natural. Esto no habilita al hombre a predar sobre lo que quiera y cuando quiera. El hombre puede ser predador, pero no depredador. Ya nuestro ascendiente del paleolítico reconocía a las especies benefactoras y trataba de no sobrecazarlas, había aprendido que debía mantener a los planteles sanos y numerosos para asegurar la supervivencia. Ante los abusos se ha valido muchas veces de recursos místicos, tabúes y supersticiones, elevándolo a la categoría de animal sagrado, aplicaban así LA LEY DEL ABUSO.
La diferencia de conductas y fijación del límite que divide entre predación y depredación tienen que ver con las leyes cinegéticas y los valores éticos. Esa es la base de los códigos que deben primar en la conciencia más íntima del hombre, porque el hombre es un animal ético.
Es ese comportamiento modelado por su conciencia el que le ha permitido a través del tiempo afirmar que “cazar no es matar” y para que esto sea válido hay que cumplir con las reglas de juego que habrán de convalidar el acto.
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La predación y la territorialidad cinegética nos vienen de la Zoología.
A lo largo de su evolución el hombre, como otras especies, ha mantenido fuertes luchas por su territorialidad cinegética y cuando fue estructurando jerarquías sociales, su práctica se transformó en un privilegio de las clases dominantes, tanto que en la historia moderna comprobamos que una de las causas de la revolución francesa fue el acceso a la caza, aún a pesar de que los periódicos revolucionarios la habían denostado en sus combativas editoriales, considerándola uno de los más frívolos pasatiempos de la nobleza. Pero, la pulsión primaria estaba allí y fue más fuerte.
La caza comercial fue el motivo por el cual, en Estados Unidos, el búfalo y el castor casi se extinguen y los cazadores deportivos junto a pequeños grupos de naturalistas fueron quienes lograron rescatar a estas especies de su destino de extinción y junto con ellas a otros mamíferos acompañantes como el lobo, el oso, el wapití, el ciervo de cola blanca, el pronghorn y el carnero de montaña.
Otro tanto ocurrió en Sudáfrica, donde de un siglo a otro se pasó de la caza irrestricta a la caza regulada, gracias a las autoridades y al apoyo de los cazadores deportivos. El resultado no fue otro que el rescate de la extinción del rinoceronte blanco y gran parte de la fauna que allí habitaba.
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La caza irrestricta expuso el claro conflicto existente en el hombre, cuando este además de sapiens se transformó en economicus.
La caza irrestricta es tan mala como la codicia comercial irrestricta, porque al carecer de moral estimula la depredación de los recursos.
La solución al problema de intereses que se da entre los distintos actores intervinientes se resuelve poniéndole valor económico a la fauna. Esto estimula a los ganaderos a tener cotos de caza y no preocuparse por la competencia de la fauna y el ganado por el alimento. El estado a su vez se hace de recursos para financiar programas de protección – siempre y cuando los mismos se reinviertan en ecología – y la economía en torno a la actividad cinegética florece, ya que los cazadores generan consumo – desde equipos y accesorios para la práctica, hasta gastronomía, hotelería y combustibles, entre otros -. Junto a la caza se desarrolla también el turismo naturalista, una rama complementaria de la caza y la pesca – el avistaje y la fotografía de fauna –. Malas reglamentaciones, implementaciones y gestiones, dañan a la fauna fomentan la corrupción e incrementan el furtivismo.
Hoy el hombre urbano, no sabe lo que ocurre con la naturaleza, se informa solo por los medios masivos tradicionales y virtuales y las redes sociales, lo cual se presta a la manipulación e información errónea y distorsionada. Pero, aun así – desde esa ausente realidad – el hombre urbano opina, juzga y presiona aumentando así la confusión generalizada.
El hombre rural y por transición el cazador, al estar en contacto con la naturaleza por observación y deducción tiene una visión más real de la propia naturaleza.
El hombre no solo aumentó en número sino también en concentración urbana. De 2.526 millones y 29 % de la población en las grandes urbes en 1950, pasamos a ser 7.800 millones y 53% en solo 60 años. Hoy, se estima que para 2025 seremos más de 9.000 millones con el 66% concentrado en las ciudades. Una realidad algo más que alarmante.
Así las masas poblacionales siguen incrementándose, ya no es el individuo el que presiona, sino las masas. Masa, tal como fue definida por el sociólogo francés Gustave Le Bon, es: “Una agrupación humana pensante con los siguientes rasgos: pérdida de control racional, mayor sugestionabilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo”.
Las masas buscan el acceso, la igualdad facilista, no se interesan por la excelencia, ni estimulan el mérito, nivelan hacia abajo.
En nuestro caso a la masa le da lo mismo el cazador furtivo que el cazador deportivo, la masa quiere que se cumpla su mandato de no cazar, sin importarle las consecuencias, solo anhela la utópica e ingenua sensación de tranquilidad que le brinda pensar que si se prohíbe la caza los animalitos ya están a salvo.
Las masas presionan sin saber ni querer entender qué es lo que se puede y lo que no se puede (cualquier similitud con la hilarante frase “¡Queremos flan!” no es mera coincidencia…)
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Todo este cuadro descripto acompañado de consumo desmedido y obsolescencia planificada – no ética e irresponsable – bajo la consigna del progreso, el bienestar y el necesario impulso de la economía. El resultado no puede ser otro que la incesante acumulación de desperdicios, algunos muy peligrosos. Pero eso a las masas mucho no les interesa, solo quieren acceder… y esto va generando un círculo que culmina en un nudo que se ciñe como el lazo del ahorcado.
Cazar es volver a ser – aunque solo sea por un breve tiempo – quienes supimos ser en el pasado. Es volver a estar integrados a la naturaleza. Es tomarse unas vacaciones de humanidad.
El hombre es un tránsfuga de la naturaleza, se escapó de ella y comenzó a hacer historia. La historia se hace siempre a contrapelo de la naturaleza, cuanto más avanza más se aleja de ella. Basta para confirmarlo ver su descripción en cualquier tratado de biología (perteneciente al reino de Animalia, mamífero bípedo del orden de los primates y de la familia de los homínidos).
Por lo tanto, no puede reingresar sino rehabilitando transitoriamente lo que aún tiene de animal.
Ahora bien, animal puro animal no hay otro que el silvestre y su relación con él es la caza.
La visión del hombre en esa confrontación se complementa con la de la presa, en un juego entre perseguidor y perseguido. Y, esa complementación ocurre porque el origen del hombre es ese. Pensar cómo piensa el animal, comportarse como se comporta el animal, forma parte de la unión mística con la presa. Ese estado de interpretación encarnativa es logrado en su máxima expresión por los grandes cazadores que adoptan el mindset del animal – se meten dentro ellos mismos, como dice Ortega y Gasset – y de ese modo se vuelven ciervos, jabalíes, búfalos o lo que estén cazando.
El auténtico cazador de hoy debe esforzarse para que, adaptándose a los tiempos actuales, no falsifique la esencia. Debe hacerlo respetando las normas vigentes y la ética de la práctica deportiva junto a toda la información necesaria para poder de esa forma tener la autoridad moral suficiente y defender con hidalguía a la caza de toda la ola de modernidad beata impulsada desde los intereses de instituciones, medios y sensiblería popular, que pretende eliminar una de las actividades más antiguas que hicieron evolucionar el destino del hombre.
Los 3 riesgos más grandes de la caza moderna, sustentable y sostenible son el facilismo, la trofeo-cultura y el furtivismo.
El facilismo, porque en la cultura del confort, la propuesta del esfuerzo para la obtención de la presa resulta poco tentadora. Se va por el resultado cuando lo importante aquí es el procedimiento.
La trofeo–cultura, porque se deja de honrar al trofeo propio; quien no lo hace no se honra a sí mismo. Más importante que la cantidad, el largo o el grosor de un trofeo, lo que interesa es el esfuerzo realizado para obtenerlo.
A diferencia de otros deportes, el cazador deportivo no tiene un árbitro. Es su conciencia la que arbitra lo que está bien y lo que está mal.
La caza en el centro de las miradas. Una nota del Libro del 80° Aniversario de AICACYP que no deberías dejar de leer.
La caza deportiva aporta fondos para la protección de las especies que precisan ser resguardadas, así se han recuperado: el rinoceronte blanco, el órix del desierto, el addax, el arruí o carnero de Berbería y el ciervo de cola blanca, entre otros animales rescatados del fantasma de la extinción gracias al dinero y la dedicación de algunos cazadores visionarios. Su nivel de recuperación es tal, que no solo su futuro está asegurado, sino que también se han reincorporado al circuito cinegético.
Por lo tanto, se demuestra que:
- Las readaptaciones son posibles en ecosistemas apropiados, debidamente atendidos y monitoreados por especialistas en el tema.
- Exige controles adecuados para que las especies exóticas no se desborden y esto la caza resulta un participante extremadamente útil.
- Que habiendo recuperado la especie su capacidad de supervivencia, puede y en algunos casos debe, seguir cazándose porque lo que interesa es la especie y no el individuo.
- Los fondos que aportan las licencias de caza contribuyen a que esos logros sean posibles.
Hay que superar la beatería y el emocionalismo sin fundamento de las masas además de la antinomia entre lo exótico y lo autóctono.
Los tiempos del planeta no son los del hombre. Y el hombre en su antropocentrismo, tiende a juzgar todo desde el presente. Basta recordar que antes y después de la glaciarización hubo migraciones que ponen en duda el concepto de autóctono y exótico.
Hoy la caza está en el banquillo de acusados de la opinión pública, por tal razón quienes la practicamos debemos asumir una actitud responsable, cauta pero proactiva.
Buscando e incorporando información que permita disponer de un discurso que no solo soorte y justifique nuestro accionar, sino que interpele y ponga en evidencia el desconocimiento de sus detractores.
Si permitimos un mundo sin caza, estaremos dando un nuevo paso hacia la extinción de las especies; quien así no lo entienda es muy probable que esté desinformado o responda a intereses ajenos a los de la Naturaleza.
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