El pescador de las truchas gigantes del Limay Medio
Las grandes truchas marrones residentes y migratorias son la especialidad del cipoleño Pablo Oscar Blasco en el delta de la desembocadura del Limay Medio. ¿La mejor que sacó? Una de 6,5 kilos y 88 cm. ¿Sus claves? Leer el río, meterle horas, líneas pesadas, moscas de buen tamaño y paciencia. Conocé su historia y sus otros consejos.
POR JAVIER AVENA
En los últimos 15 kilómetros de los 95 del Limay Medio, el delta de la desembocadura en el embalse Ramos Mexía de El Chocón es la zona donde el guía de pesca con mosca en la provincia de Río Negro, Pablo Oscar Blasco va con amigos y clientes de Neuquén, Centenario y Cipolletti y otras ciudades de la Patagonia y el resto del país en busca de las grandes truchas marrones residentes o migratorias, trofeos con devolución que pueden llegar a pesar 6,5 kilos y medir 88 centímetros de largo, como la mejor que sacó desde que su padre Oscar lo llevó a pescar por primera vez a los 11 años.
Ahora tiene 34, sigue viviendo en Cipo y cada vez que puede hace los 170 km hasta su lugar en el mundo: en una de las islas montó un campamento con cabaña de madera y carpas con catres para llevar a sus clientes y a sus amigos nucleados en el grupo de LMD (Limay Medio Desembocadura), integrado por viejos compañeros de ruta y nuevos seguidores que supieron ganarse un lugar.
A bordo
Después es el momento de subirse a la lancha Traker North Carolina 4.60, con plataforma de casteo, plana y liviana como las que usan los yanquis en los pantanos de La Florida, para llegar a los mejores pozones y correderas de los brazos y arroyos rionegrinos entre las islas y los sauces para pescar de vadeo. Lo que sigue: preparar los equipos siguiendo la regla de oro (moscas grandes para truchas grandes), líneas pesadas y una vez leído el río tirar y tener paciencia para esperar un buen pique.
No se puede quejar: las fotos que circulan en las redes lo muestran con las truchas que supo conseguir, de esas con el porte que todo pescador que se precie sueña exhibir.
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Y si todo queda en familia, su hermano Gabriel lo acompaña para grabar imágenes de cara al documental que planean hacer y su papá se sube a la segunda lancha cuando el grupo es de cuatro pescadores (dos por embarcación con un guía). “¿Si el alumno superó al maestro? Y un poquito puede ser”, dice Pablo con una sonrisa al recordar aquellas enseñanzas de su padre a las que con el tiempo sumó sus propias experiencias. “Me enseñó, está conmigo y me ayuda siempre”, agrega.
Palabra de pescador
¿Cuál es la receta para pescar una de estas grandes truchas? Estas son sus claves: “Leer el río para saber dónde intentar. Paciencia. Meterle horas, el gran profesor que no se compara con nada. Moscas grandes. Líneas pesadas que permitan distintos estilos en la superficie y en la profundidad, como tirar y stripear (traes con la mano la línea), tirar y derivar, tirar y dejar hundir”, describe.
Esos tres movimientos son los primeros que hace, hacia la orilla y el medio del río. Eso es leerlo para detectar dónde están comiendo las truchas y con ese dato elegir el lugar y el plan, que tiene un detalle fundamental: saber hacer un tiro largo para llegar hasta los canales que se forman en medio del río, explica. Entre otros temas, hay que tener en cuenta las erogaciones de la presa Pichi Picún Leufú: todo puede cambiar en horas y entonces hay que repensar la estrategia.
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Antes del comienzo de cada temporada de pesca, hace un relevamiento para comprobar qué hay de nuevo respecto a la anterior porque cuando largan grandes caudales hacen caer árboles que forman nuevas correderas.
La temporada va desde el 1 de noviembre al 31 de mayo y hay truchas residentes de buen porte (de entre dos kilos y medio a entre 4 y 5 kilos) durante todo el período, aunque varios buscan las migratorias plateadas que remontan el río hacia el final de la temporada y pelean con más fuerza y durante más tiempo.
En cambio, las residentes (de color marrón amarillento) ofrecen menos combate. “Pero hay que ir sacándolas bien traqui, porque corrés el riesgo de que se escapen si las sacas antes”, dice. También pican arcoíris de hasta dos kilos y medio (en cantidad, superan a las marrones en proporción de 5 a 1). Todo con devolución y anzuelo sin rebaba. Y hay que mirar el pronóstico: con viento fuerte se complica de verdad.
Aquella trucha
Una de las jornadas de pesca que más recuerda fue aquella vez que en la última corredera picó una marrón residente de 6,5 kilos y 88 centímetros, con 18 minutos de pelea en un brazo del río.
Fue un día en que volvía con su amigo Diego con el motor roto y se detenían en cada corredera para probar una vez. Y en la última, cuando ya se iban, picó la gigante. Así son la historias de pesca: lo inesperado puede suceder en cualquier momento.
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Con el tiempo aprendió que hay pescadores de toda clase: los que buscan la trucha más grande, los que van por muchos piques de arcoíris, los de los pejerreyes o las percas. Por lo general, como guía siempre lo buscan por los trofeos mayores, las marrones gigantes. “¿Cómo reaccionan? Y, se vuelven locos”, cuenta.
“El momento de la foto tiene que ser corto para que vuelvan al agua rápido”, agrega. Pero también puede pasar que en el grupo LMD alguien active con un “vamos a buscar una grande” y se arme rápido la salida desde el Alto Valle. Y le puede suceder lo que todos buscan: un buen pique. “Entonces el que se vuelve loco soy yo. Porque esta es una pasión que uno lleva adentro”, dice y se despide para planificar la próxima salida.
No te pierdas el espectacular video de Gabriel Blasco con su hermano Pablo como protagonista y el Limay Medio como escenario, un adelanto del documental que planean hacer.
Yendo hacia Pichi Picún Leufú desde Cipolletti, Pablo y sus amigos le ponen alrededor de una hora cuarenta hasta el lugar en la ruta 237 donde doblan y hacen unos tres km hasta el camping Medialuna del Negrín Figueroa, un gran personaje de la zona que todos conocen.
Ahí dejan los vehículos y siempre que el río esté crecido se suben a las lanchas para hacer otros cuatro km navegando hasta la isla donde Pablo montó la cabaña de madera y los carpones con catres frente a la desembocadura.
Hay que chequear bien el pronóstico: el límite es que el viento supere los 40 km/h. Si viene del oeste se complica y si es del este aún más porque pega de frente. Y si el río está bajo hay otra manera de llegar, pero se debe coincidir con la erogación de la presa. Pablo usa una mosca que patentó, la LMD Gold, de fibras sintéticas y materiales con brillos dorados, de unos 15 cm.
“En líneas usamos shooting pesadas para buscar profundidad y agilidad. Permiten hacer distintos tipos de tiros y así adaptarte a la situación que presenta el río. ¿Si siempre hay pique? Eso no se puede garantizar. Pero sí dar todos los pasos para tener la chance de sacar unas buenas truchas”.
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