Centinela del Mar
Hogar de tehuelches en General Alvarado
Las playas prácticamente vírgenes, solitarias y alejadas del ruido urbano, en Centinela del Mar, General Alvarado, forman parte de los ecosistemas litorales con alta relevancia biológica que preservan comunidades faunísticas y florísticas autóctonas de la costa pampeana austral, incluyendo especies endémicas como la Lagartija de las Dunas, Monumento Natural de la Provincia de Buenos Aires-
A la localidad se llega desde la ciudad de Miramar por RP 77 hasta RP 88 donde se gira a la izquierda y, luego de 32 kilómetros, se encuentra el acceso con 17 kilómetros por tierra directo hasta la entrada. Otra alternativa es tomar el camino de tierra desde Mar del Sud durante 35 kilómetros.
Desde Rocas Negras hasta el Arroyo La Nutria Mansa, es una Reserva Natural que protege restos fósiles con gran importancia para comprender el pasado y la evolución de las especies en la región.
“El valor paisajístico para la explotación eco-turística de bajo impacto puede representar un interesante recurso económico local, siempre que respete la intangibilidad necesaria que deben mantener muchos de sus sectores para lograr su sustentabilidad a largo plazo”, afirmó Claudia Manso, directora de Promoción Turística local.
El pago cuenta con el pequeño parador La Lagartija, ubicado en la vieja usina, donde se puede disfrutar de la gastronomía y descansar en un pequeño alojamiento.
Para quienes prefieren un menú vegetariano crudivegano orgánico de estación, Lotus Cocina Viva es una opción perfecta que tiene como protagonistas a las cenas de luna llena sobre la playa: “Acompañadas por música de tambores y todo lo relacionado a nuestros ancestros, para conectar con uno mismo y la naturaleza. Cultivamos, cosechamos, y llevamos a la mesa productos con mucho respeto. Aparte del restaurante, realizamos clases de cocina con recetas en cuatro entregas e información sobre nuestros retiros detox”, detalló su propietaria Carla Prieto.
La comunidad de este destino turístico es parte de encuentros y peñas folclóricas que atraen un nutrido público, pugnando por conservar las tradiciones ancestrales con participación de artistas pampeanos y patagónicos.
En el barrio de la Baliza, a dos cuadras del icónico muelle y a otras dos del Vivero Dunícola Florentino Ameghino, cobijada por un paisaje de ensueño, se encuentra una pequeña fábrica familiar, donde se elaboran todos los productos de manera completamente artesanal y a la vista. Mamá Norma abrió sus puertas un 20 de diciembre del 2010 cuando Norma y Marcelo se mudaron a esta ciudad. Los primeros años trabajaron durante las temporadas y, con el tiempo, decidieron redoblar la apuesta: abrir todos los meses para que el público local pudiera deleitarse con sus alfajores en cualquier momento del año.
“Actualmente, Ayelén (hija mayor de Marcelo) y yo, hacemos honor al proyecto, seguimos adelante a cargo de la marca ya reconocida a nivel internacional: en agosto de este año, obtuvo la medalla de oro en la categoría Mejor Alfajor Simple del Campeonato Mundial del Alfajor, para el de dulce de leche bañado con chocolate blanco”, relató Norma Larrosa, responsable del emprendimiento.
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