Cada año se pierden el mar 740.000 kilómetros de sedal y 14.000 millones de anzuelos
El 2% de las artes de pesca empleadas cada año terminan contaminando los océanos, afectando cerca de 700 especies marinas, muchas de ellas en peligro de extinción, y a la actividad económica de pescadores de todo el mundo.
Los aparejos de pesca abandonados, perdidos o descartados -ALDFG, por sus siglas en inglés- son uno de los principales contribuyentes a la contaminación de los océanos. Estas artes extraviadas son objeto cada año de grandes impactos ambientales, económicos y sociales, sin embargo, en la actualidad la estimación del efecto de estas en el medio marino no había sido debidamente cuantificado.
Ahora, no obstante, un equipo de científicos de la Universidad de Tasmania, ha entrevistado a 450 pescadores de siete de los mayores países pesqueros del mundo para tratar de averiguar el impacto global de este tipo de contaminación que, en cierto modo, había pasado desapercibida. Sus resultados se dieron a conocer a fines de 2022 en un artículo que bajo el título Global estimates of fishing gear lost to the ocean each year se publicaba en la revista Science Advances.
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Los investigadores, descubrieron que con las tasas de pérdida actuales, en los próximos 65 años habría suficientes redes de pesca esparcidas por el mar como para cubrir todo el planeta, un hecho que toma especial relevancia si tenemos en cuenta que las redes abandonadas, conocidas como artes fantasma, pueden seguir pescando indiscriminadamente durante décadas y son responsables cada año de la captura y muerte accidental de miles de animales.
Además, extrapolando los datos obtenidos a los números de la pesca global, los autores estimaron que casi el 2% de todos los artes de pesca, los cuales comprenden 2.963 kilómetros cuadrados de redes de enmalle, 75.049 kilómetros cuadrados de redes de cerco, 218 kilómetros cuadrados de redes de arrastre, 739.583 kilómetros de líneas principales de palangre- suficientes para dar la vuelta al mundo 18 veces- y más de 25 millones de nasas y trampas se pierden cada año en los océanos.
“Los datos que recopilamos provienen directamente de los propios pescadores, quienes experimentan este problema de primera mano y están mejor preparados para informar de las pérdidas de artes de pesca”, explica la autora principal del artículo, la consultora medioambiental marina independiente Kelsey Richarson. “Les preguntamos cuántas artes de pesca usaban y perdían anualmente, y qué características tanto de estas como de los barcos podrían empeorar el problema”. Los investigadores encontraron que entre los principales factores a tener en cuenta se incluía la cantidad total de equipo empleado, el tamaño de la embarcación y el aparejo, así como si este entraba en contacto o no con el fondo marino.
Las estimaciones del equipo de Richardson solo tuvieron en cuenta la pesca comercial y no incluyen la cantidad de sedal y otros equipos perdidos por pescadores recreativos. Paralelamente, los investigadores también estimaron que entre el 1,7 % y el 4,6 % de todos los residuos plásticos que se generan en tierra acaban en el mar, una cantidad que según los mismos es probable que supere las artes de pesca perdidas. Sin embargo, los aparejos de pesca están diseñados para capturar animales y, por lo tanto, generalmente se las considera el tipo de contaminación plástica más dañino para el medio ambiente hasta la fecha.
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Tras contrastar con los pescadores los factores que más promovían la pérdida de equipo en el mar, y para tratar de mejorar esta situación que por un lado es fruto de grandes impactos al medio ambiente, pero también de cuantiosas numerosas pérdidas económicas para los pescadores, los autores proponen que medidas como mejores pronósticos meteorológicos o un mejor marcado de seguimiento de las artes de pesca podrían reducir enormemente las tasas de pérdida. También plantean la posibilidad de la recompra de las artes de pesca al final de su vida útil o préstamos con interés reducido para renovar el equipo que incentiven a los pescadores a sustituir sus aparejos más deteriorados. Y es que un desarrollo de sistemas efectivos de gestión pesquera podría mejorar la seguridad alimentaria, repercutir en un medio ambiente más saludable y promover negocios más rentables para los pescadores.
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