“Pescar dorados atrapados en las compuertas no tiene sentido”
Un técnico acuícola habló sobre los obstáculos que tienen las especies migratorias como el dorado y el sábalo para cumplir sus ciclos reproductivos. A eso, se suma que los pescadores apostados en las compuertas se aprovechan de la indefensión de los ejemplares que no pueden seguir su curso.
Antes que abrieran las compuertas -hecho ocurrido en las primeras horas del miércoles 15 de febrero- los cardúmenes de dorados trataron, infructuosamente en la mayoría de los casos, de superar el último obstáculo que tienen en su recorrido contra corriente. Ese último obstáculo no es ni más ni menos que el dique de contención de Villa María, Córdoba.
Y el escenario para esta especie que está protegida por leyes nacionales, provinciales y por acuerdos entre conservacionistas con la Municipalidad de Villa María empeora cuando, incumpliendo esas leyes, los pescadores apostados en la baranda o desde la costa, las eliminan.
Guillermo Marco, técnico acuícola, explica que la pesca del dorado atrapado en una represa no tiene sentido deportivo ni gastronómico. “En lo deportivo, es como pescar en una pecera”, dijo. Y en lo gastronómico, al ser tan pequeños “es similar a comerte una ensalada de espinas”, agregó.
Marco, junto a la gente de la Fundación Ctalamochita de Río Tercero, la Fundación Nuestro Río de Bell Ville y el grupo de pescadores con mosca de Villa María, vienen trabajando para cumplir un sueño: que el río albergue dorados y sábalos.
Para ello, hay que dejarlos que cumplan su ciclo reproductivo y alimenticio, pero los diques que hay a lo largo del cauce hacen que sea una misión imposible.
El mismo miércoles, un grupo de esos voluntarios “ayudó” a más de 180 pequeños dorados a salir del azud nivelador de San Marcos y los trasladaron hacia Río Tercero.
“Es increíble lo que hacen para cumplir con su ciclo. Me gustaría llevar a los políticos y a la gente que toma decisiones sobre los recursos, a visitar el río aguas abajo, desde Carcarañá, para que vean cómo quedaría nuestro cauce si los dejamos hacer esos kilómetros sin obstáculos”, dijo.
Y hablando de kilómetros, informó que cada uno de esos pequeños peces -tanto sábalos como dorados- inician su recorrido desde Paraná para desovar en el nacimiento del Ctalamochita, a la altura de Almafuerte. Son casi 1.000 kilómetros, que no serían nada si no hubiera tantos obstáculos en el camino.
El primero es la represa de Carcarañá, le sigue el azud nivelador de San Marcos Sud y luego otro más chiquito en Bell Ville. Los que pudieron sortear todas esas vallas, llegan a Villa María. Pero con la mala suerte que el ciclo reproductivo coincide con el Festival de Peñas, precisamente cuando se cierran las compuertas por varios días para dejar con agua el lago que tan lindo se ve en las postales.
“Algo llamativo que pasa este año es que es mayor la población de dorados que de sábalos, cuando habitualmente suele ser a la inversa”.
Así fue que quedaron, como en una pecera, a merced de quienes no cumplen las normas de pesca y tiran sus anzuelos en la zona, centenares de doradillos y sábalos.
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Precisamente, el martes 14 a la siesta, cuando una cronista de El Diario estuvo tomando imágenes del lugar, había pescadores desde la pasarela, a los que inspectores de Seguridad Ciudadana hicieron bajar. Pero siguieron pescando desde la costa. El miércoles, también estuvo la Policía Ambiental en el lugar de las compuertas para sacar a pescadores apostados en las barandas.
“Imagínese que de los miles de dorados que inician su ciclo reproductivo para desovar aguas arriba, llegan muy pocos”, puntualizó el especialista.
“Algunas de esas represas, como la de San Marcos Sud, tienen una finalidad. En ese caso, es para proveer de agua a la gente. Otras, como la de Villa María, está hecha más que nada con un fin estético”, dijo.
No piden que se derrumben las represas, pero sí sugieren soluciones para posibilitar el paso de estas especies migratorias que hacen a la riqueza del río. “El tema es que hay que hacer y todavía no se ha hecho”, concluyó.
EL DIARIO
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