Sangre cazadora
Por Claudio Ferrer
El año pasado, en el artículo cazando con amigos publicado en Aire Libre, hablé de Marcos, el hijo de mi amigo Cachi y sobrino del famoso “Pejerrey” Belloso. Hoy a punto de cumplir sus primeros 22 años, se fue a La Pampa a intentar una nueva aventura cinegética. Allí reservó fecha en un coto en la zona de Valle Daza.
Como algún memorioso recordará, Marcos nos acompaña a cazar desde que tenía 5 años, desde luego que sin armas, pero comenzó a palpitar el espíritu de la caza casi desde la cuna. Siempre tuvo interrogantes y siempre intentamos responderle de la manera más correcta posible, dejando en claro que cazar no es matar un animal. La caza implica muchas cosas más, y volviendo a sus orígenes, siempre le explicamos que el hombre es lo que es hoy gracias a la caza.
La caza comenzó como una necesidad alimentaria. Siempre fue difícil cazar un animal en su medio (vencerle la vista, el oído y el olfato). No es una tarea fácil como bajar una manzana del árbol. Allí comenzó a desarrollar su inteligencia. Esta inteligencia le hizo ver que solo no podría, más con las armas de ese momento (piedras) entonces esto hizo que formara sociedades, que se acoplara con otros iguales para planificar estrategias, comenzaron las tribus y el mejor cazador era el jefe.
La caza en el centro de las miradas. Una nota del Libro del 80° Aniversario de AICACYP que no deberías dejar de leer.
Antes de viajar Marcos me dijo que tenía referencias de que en ese lugar no había grandes trofeos. Entonces le di una lección más. Marcos, le dije, “olvídate de contar puntas y medir centímetros, esas son todas tontería de los hombres y los clubes que solo buscar engordar los egos. El verdadero puntaje de un trofeo te lo dará el recuerdo que te deje con el paso del tiempo. Hoy muchos, como decís, se quejan de la falta de buenos trofeos en determinados lugares, sin reconocer que esa es consecuencia de que solo se dedican a matar los buenos reproductores (grandes ejemplares) dejando que los descartes reproduzcan, algo que no sucede en la naturaleza, donde los lobos, pumas y otros depredadores eliminan selectivamente.”
Una semana luego de esta charla Marcos cargó rifle, municiones, mochila y también al padre en el auto y pusieron rumbo oeste. Yo me encontraría con ellos en el campo 2 días más tarde.
Cuando llegué, como de costumbre, Cachi ya había cazado. Según los comentarios, lo hizo el primer día a la hora de llegar. Ya comenzaba su rostro a tener una leve tonalidad verdosa luego de tanto mate sin poder salir al monte.
Marcos no estaba cuando llegué. Según me dijeron, por la mañana había escuchado bramar a uno, y aunque no alcanzó a verlo, quería intentar ganarle la jugada. Al anochecer llego con su guía y dijo que lo vieron por 3 segundos detrás de unos caldenes persiguiendo a una hembra. La ansiedad normal en muchos cazadores nobeles no lo dejó dormir y alrededor de las 4 de la mañana ya estaba listo para salir.
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Calmarlo no era fácil, lo mantuvimos un rato haciendo que revise si llevaba las municiones, que el cerrojo funcionara bien, si el cuchillo estaba afilado y con toda una serie de pavadas que lo tranquilizaron solo un poco. Salió con su guía, la mochila llena de ilusión y esperanza. Pasó la mañana, luego la tarde y luego 2 días más…. solo escuchaban un corto bramido muy de vez en cuando.
La obsesión lo estaba alterando, “tranquilo Marcos” es normal, son más la veces que se pierde que las que se gana, si fuera fácil no tendría gracia, imagínate a la chica que te gusta y no te da bola, es lo mismo, hay que despacio ir buscándole la vuelta, en algún momento se dará “no sos tan feo”. Luego de explosión de carcajadas, se calmó y comenzó a planificar.
Allí comenzó a surgir el Marcos cazador que Cachi y yo conocíamos. Siempre está en tal monte, lo escuchamos al NE bramando y aparentemente rumbea al SO, conjeturas obtenidas de escuchar su bramido, dos veces lo vimos atravesar un claro cerca del camino, siempre va con solo una hembra, nunca vimos más, por lo que muy viejo no debe ser. Y de esta manera fuimos dibujando un croquis de las circunstancias y una estrategia de caza y aproximación.
Con todo preparado el cazador le pidió al padre que lo acompañe, y Cachi respondió “es tu ciervo hijo, búscalo vos” Revisó todo, cargó la mochila, el rifle y rumbeó para el monte con su guía. Eran las 3 de la tarde, temprano para cazar, pero esta vez había una estrategia y había que seguirla.
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Según me entere por la noche, se apostaron bajo un caldén esperando que apareciera el ciervo. Nadie se movía, ambos en silencio, dicen que ni se animaban a mirar la hora, cerca de las 6 más o menos, escucharon el quiebre de ramas del otro lado del claro. “Nos vieron” pensaron, pero rápidamente volvieron sobre sus pasos y adelantaron unos 50 metros, allí los vieron al trote ir en dirección al final del monte. Si los oyen correrán pensaron, por lo que se adelantaron 100 metros más tratando de no hacer ruidos. Al situarse al borde del monte Marcos se preparó para disparar, pensando que estaban por salir. Dicen que tardó una barbaridad. Yo creo que la impaciencia ganaba el partido, pero de repente salió la hembra, Marcos preparó el rifle y el ciervo salió corriendo, instintivamente.
Marquitos disparó, cuando va a recargar pensando que había fallado, ve al guía a su lado saltando de alegría, lo mira un instante y no vuelve a ver al ciervo, se fue, piensa, y su guía le muestra la cornamenta de costado en el suelo. Un hermoso ciervo de 12 puntas, algo fino, pero muy bonito le digo, a lo que Marcos responde, “no Claudito, tenías razón, el trofeo real son los recuerdos, y de este no me olvidare nunca”
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