“Soy un cazador que no caza, pero un cazador”
El reconocido escritor español, fallecido el pasado lunes de forma repentina, se consideraba un «cazador que no cazaba, pero cazador».
12 de abril de 2023. Fernando Sánchez Dragó, fallecido de forma repentina el pasado lunes 10 de abril, ha sido uno de los escritores más relevantes de España en las últimas décadas. Además de hombre libre, Sánchez Dragó era un confeso apasionado de la tauromaquia y una persona apegada al mundo rural; aunque no fuese cazador, se sentía como tal debido a las experiencias que había compartido con amigos sobre el mundo cinegético a lo largo de su vida. Así lo expuso en el año 2011 durante el I Congreso Nacional de Caza y Desarrollo Rural en el que el propio Sánchez Dragó tomó parte con su charla ‘Estrenar el Génesis’.
En su intervención, Dragó citó a autores destacados que habían escrito sobre la caza en sus obras y habló de clichés que se habían asignado al mundo cinegético que no eran ciertos: «Incluso existía sobre mí un tipo de leyenda por la cual yo era un detractor de la caza, al igual que decían que era vegetariano», comenzaba exponiendo Sánchez Dragó. «Llegué al mundo de la caza a través de la literatura, mucho antes de que llegara al mundo de los toros. El primer libro de caza que leí era una obra de Jim Corbett, en el que contaba que el animal más peligroso que había era un tigre cebado que había probado carne humana», recordaba el escritor, citando otras obras como ‘Las minas del Rey Salomón’, de Rider Haggard, «uno de los libros que más han marcado mi vida» y en el que la caza también era protagonista.
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«Tardé algunos años más en llegar a Delibes, el escritor más puro en expresión lingüística junto a Ortega. Cuando tenía 20 años, tuve que irme al exilio por razones políticas, y acabé en Japón, donde pasé años y años vagando por tierras de Asia. Hice un esfuerzo sobrehumano leyendo libros atrasados como fuera para poder mantener viva la llama de la lengua. Cuando, tras el exilio, salí a las calles de Madrid, me puse a pasear por el centro de sus calles, y llegué a la del señor Cortezo, aún campeaba en su fachada la palabra Tahona, y se me saltaron las lágrimas», recordaba sobre la esencia de lo español.
«Soy un cazador que no caza, pero un cazador»
«Soy un cazador que no caza, pero un cazador», afirmaba Sánchez Dragó, haciendo reflexionar con algunos aspectos filosóficos, míticos y místicos de la caza. «Yo era un excelente tirador; recuerdo que cuando hice la milicia, a pesar de que estaba mal visto en el Ejército porque ya había estado en las cárceles de Franco, cuando nos hicieron las primeras pruebas de tiro, siempre metía las tres balas en el circulito», describía el escritor. Y aseguraba haber vivido «muchas charlas, tertulias, exageraciones de los cazadores… algo que es muy similar al mundo del toro».
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«La cuestión que late sobre la caza es la eterna disputa planteada desde el inicio de los tiempos por el ser humano es si somos naturaleza o si somos historia; naturaleza es lo natural, y la historia es lo artificial. Yo creo que somos más naturaleza que historia, porque la naturaleza no cambia, pero la historia sí. La historia es la mensajera de la muerte, pero en la naturaleza todo se regenera y la vida nunca desaparece», reflexionaba Sánchez Dragó.
«La caza es una actividad fundamentalmente ecológica y conservacionista»
Y seguía ahondando sobre el mundo cinegético: «Al cazador y a la caza se le acusa de ser una actividad depredatoria, pero se han convertido exactamente en lo contrario. La caza es una actividad fundamentalmente ecológica y conservacionista, que es lo que precisamente pone freno a esa actividad depredatoria de la civilización sobre la cultura, es decir, sobre la naturaleza».
E incidía en que «hay un discurso muy malentendido que se refiere lo mismo al mundo de los toros con el de la caza. La tauromaquia son muchas cosas, pero también es un arte cinegético y los antitaurinos, amparándose en este buenismo difuso, no se dan cuenta de que si la tauromaquia se prohíbe, sencillamente, el toro de lidia se extingue. Y éste es uno de los animales más hermosos de la naturaleza, quizá el más, el más vigoroso. No tiene una utilidad doméstica, además de que es carísimo de mantener. Lo mismo ocurre con la caza, que permite mantener extensas superficies del planeta», defendía el escritor.
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Seguía, asimismo, exponiendo que «la adicción a la caza es el resurgir de ese ADN que todos llevamos dentro; el ser humano, naturalmente es depredador, algo que no está mal, no por ello se es malo, sino que simplemente se forma parte de la cadena trófica. Cuando nació la agricultura y la ganadería, se siguió cazando por afición, por deporte, por tener un triunfo…», reflexionaba Sánchez Dragó.
Y ahondaba en que «nunca he visto tanto amor a los animales como en el mundo de los toros y de los cazadores. El toro no mata para alimentarse, porque es herbívoro, y el gato también caza una mariposa para exhibir ese trofeo y se lo lleva a su dueño. No veo motivo para demonizar estas actividades». Por último, terminaba exhortando «a seguir cazando para dignificar la condición humana y la condición animal con honor y fuerza».
Revista Jara y Sedal
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