“Sorprenden”: la estación de recría que busca proteger en Chubut a una especie hiperamistosa y al límite de su extinción
En algún momento, los huemules fueron más de 300.000 a lo largo y ancho de la Patagonia, pero hoy solo quedan unos 2500 distribuidos entre la Argentina y Chile.
Mayo de 2023. SAN CARLOS DE BARILOCHE.– Con representaciones en arte rupestre que prueban su relación con los seres humanos desde hace al menos 8000 años, el huemul (Hippocamelus bisulcus) se encuentra casi al límite de su extinción. En algún momento fueron más de 300.000 los ejemplares que vivían a lo largo y ancho de la Patagonia, pero hoy solo quedan unos 2500, distribuidos entre la Argentina y Chile.
En 1996, el huemul fue declarado Monumento Natural Nacional, máxima categoría de protección para una especie. “Tiene tanto valor como la ballena en Península Valdés. Nadie se imagina a Puerto Madryn sin ballenas y nosotros no imaginamos a la cordillera y la precordillera sin huemules. Sería una gran pérdida para todos”, dice Miguel Escobar, gerente operativo de la Fundación Shoonem.
En agosto de 2022, esa fundación puso en marcha el primer centro de cría de huemules de la Argentina, ubicado en la localidad chubutense de Alto Río Senguer, unos 320 kilómetros al sur de Esquel. De la llamada Estación de Rehabilitación y Recría de Huemules Shoonem también participan la Dirección de Flora y Fauna Silvestre de Chubut y la Fundación Temaikèn.
El lugar se inspira en la experiencia de la Fundación Huilo Huilo, en Chile, que logró criar y reinsertar huemules en la Región de los Ríos, donde se había extinguido. El proyecto tiene como objetivo trabajar en la recuperación, reproducción y reintroducción del ciervo patagónico en ambientes adecuados para su desarrollo. Se estima que de los 2500 huemules que quedan en la Patagonia unos 500 viven en la Argentina y el resto, en Chile.
Los 500 que habitan en nuestro país están repartidos en unas 50 poblaciones fragmentadas con densidades extremadamente bajas, y unos 60 ejemplares se refugian en el aislamiento geográfico de los lagos Fontana y La Plata, donde nace el río Senguer.
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Fundada en 2014, la Fundación Shoonem (tal es la voz tehuelche para referirse al huemul) se dedica desde hace más de diez años a la investigación científica aplicada al entorno natural del animal. En 2017, el gobierno provincial autorizó la colocación de radiocollares en algunos ejemplares, para poder localizarlos en una geografía que es de difícil acceso y seguirlos en su vida silvestre. Eso dio paso al diagnóstico de diversos problemas, como los que detectaron en las dentaduras de estos animales.
“Profundizando esa línea, fuimos encontrando elementos para explicar por qué se extinguen los huemules. Hay un problema serio de mineralización en los animales, que posiblemente gravita en una baja en defensas. Uno de los factores claves es la deficiencia nutricional, especialmente de yodo y selenio, ya que los animales viven en un hábitat de confinamiento en la montaña”, indica Escobar.
Además de un avance del cambio climático, los huemules han sido sobrecazados y también obligados a vivir en ambientes que no permiten su desarrollo. Escobar habla de una “trampa ecológica”: “Hay una pérdida de la memoria migratoria (trasladada de madres a crías) que interrumpe el ciclo tradicional de veranada-invernada, necesario para tener una dieta equilibrada. Los mismos pobladores de la zona hablan de las grandes nevadas de antaño, que tapaban los alambrados. Eso ya no ocurre y los huemules resisten en la cordillera, ya no migran para alimentarse de las pasturas de la precordillera. Al perder la memoria migratoria, son prisioneros de un ambiente que no les da los nutrientes necesarios”, describe.
A eso se suman otras amenazas, como la predación por pumas y la presencia de ganadería ilegal, de cazadores furtivos, perros y animales exóticos, como los ciervos colorados y los jabalíes.
El proyecto
Para revertir esa ecuación, dos machos y tres hembras que habitaban la zona del lago La Plata fueron trasladados a la estación de recría y rehabilitación. El centro –que se construyó con aportes de la Fundación Erlenmeyer, de origen suizo– se montó en una zona de bosque transicional, en un predio de 108 hectáreas y 5 kilómetros de perímetro. En noviembre pasado, una de las hembras dio a luz allí a un macho que fue llamado Shehuen. Si bien esos animales no reciben ayuda externa, son permanentemente monitoreados.
Los cinco animales “fundadores” aportan a los especialistas mucha información valiosa para la preservación y conservación del ciervo patagónico. Natalia Demergassi, coordinadora de Manejo y Ciencia Animal en la Fundación Temaikèn, ya viajó tres veces en estos meses a la estación de recría y da cuenta de los avances.
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“Nosotros colaboramos con el ingreso de los primeros animales al centro de rehabilitación, sobre todo por el manejo a nivel médico y veterinario. Tenemos mucha experiencia en un pariente, que es el ciervo de los pantanos, de mayor porte que el huemul. En este caso, los cinco ejemplares han respondido muy bien, los notamos recuperados físicamente”, afirma la veterinaria.
A través de la radiotelemetría, los especialistas pueden saber qué plantas consumen los huemules, por dónde se mueven, si lo hacen en grupo o de forma aislada, así como otros rasgos de comportamiento. Entre las observaciones, advirtieron que tanto los animales con dentaduras normales como aquellos con piezas dentarias faltantes han recuperado en estos meses su peso y condición física.
Diversos factores inciden en eso, como una menor competencia por alimento en el lugar donde permanecen, así como una menor necesidad de desplazarse. De todos modos, Demergassi advierte que estos cinco huemules “fundadores” deben atravesar allí su primer invierno (con menos disponibilidad de vegetación) para poder sacar conclusiones más precisas de la experiencia.
A su vez, se prevé sumar ejemplares al centro de recría y rehabilitación de Alto Río Senguer durante los próximos meses. Tienen incluso un área para recepción y tratamiento clínico de animales heridos.
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En relación con la alimentación y la carencia mineral que origina debilidad en encías y mandíbulas, los expertos trabajan en el diseño de dispensers de pasturas complementarias y bloques de sales que puedan ser percibidos como algo natural por los animales (acoplados a los árboles, por ejemplo). Luego de ser rehabilitados, la idea es que los huemules sean colocados en ambientes cercanos con las condiciones necesarias para que puedan prosperar.
Escobar también señala que, gracias a los radiocollares colocados en huemules en estado silvestre, lograron recuperar animales con tres días de muerte, trasladarlos a la estación y realizarles necropsias: retiraron así aparatos reproductores de algunos machos y congelaron semen para salvar su genética. “Ese material está congelado en nitrógeno en la Universidad Nacional del Comahue. Se trata de un gran salto en conservación. Y nos queda pendiente trabajar con gametos femeninos, que podría ser otra opción”, dice.
Articulación con Chile
Asimismo, desde la Fundación Shoonem trabajan fuertemente en la articulación con Chile, a través de experiencias como las que llevan adelante con la Fundación Kosken. El objetivo es el de garantizar que existan corredores naturales, lugares de tránsito para los huemules en la cordillera, donde no haya ganado vacuno y donde no proliferen animales exóticos.
De hecho, en la zona coexisten dos áreas protegidas, el Parque Municipal Shoonem, creado en Chubut en 2013, y la Reserva Nacional Lago Las Torres, al norte de la región chilena de Aysén, la que más huemules alberga en el planeta.
Además de destacar que el huemul tiene una función ecológica fundamental (es una “especie paraguas”, de la que dependen otras especies), Escobar dice que es un ciervo de carácter hiperamistoso: “No tiene la percepción del humano como un peligro y eso genera ciertas sensaciones espirituales. Es incluso terapéutico estar en presencia de un animal que en estado silvestre no nos tenga miedo”.
En la misma línea, y orgullosa del trabajo que se realiza en este primer centro argentino de recría de huemules, Demergassi habla del “aura especial” de estos cérvidos: “Me impactó mucho tenerlos cerca. Son animales que sorprenden y emocionan. Como veterinaria, es grandioso y muy gratificante poder participar en un proyecto así, que genera datos que ayudarán a que una especie amenazada pueda sobrevivir”.
Paz García Pastormerlo – LA NACION
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