Las razones de la Caza – Parte 2
Carlos Nesci nos presenta la segunda parte de un artículo de su autoría que da continuidad a la zaga iniciada primero con ¿Qué es la Caza?, y luego con ¿Por qué cazamos?, ¿Cómo debemos practicar la caza?, ¿Por qué no quieren que cacemos? y finalmente con ¿Qué pasaría si dejáramos de cazar?.
1 de junio de 2023. Si la caza legal y bien regulada asiste a la conservación de las especies, cuál es entonces la razón por la que no quieren que se cace. Porque no quieren que mates. Como si este hecho fuera antinatural, cuando la muerte forma parte del ciclo de la vida y en la naturaleza se da generalmente por la acción de una especie distinta a la de la víctima.
La contradicción esencial en los colectivos que pretenden prohibirla emerge y se corporiza en el ciclo vital, por cuanto este debe ser aplicable a todo ser viviente, por lo tanto, el no matarás, es tan válido para los animales como los vegetales. Si esto se aplicara a ultranza, todos los seres humanos desapareceríamos del planeta, ya que solo comerían los animales. A menos que encontremos una alternativa para alimentar sintéticamente y satisfacer la necesidad de subsistencia de 7,800 millones de personas.
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Después de Bambi se produjo una progresiva “Disneyficación” de la naturaleza, donde los animales hablan con sorprendente sabiduría sobre el bien y el mal. Esto no ha hecho más que potenciar la emocionalidad y reducir la racionalidad en la postura de la sociedad. No queriendo escuchar – ni siquiera – que es lo más conveniente para las especies amenazadas.
Lo justo dentro de la ética cinegética no es que el hombre corra más riesgos, sino que el animal tenga más chances. En el reino animal la lucha entre especies raramente es pareja. Se trata de una relación entre predadores y predados, unos atacan y otros huyen.
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El hombre urbano, sigue existiendo en medio de una lucha de conciencia entre su culpa por el impacto en el medio ambiente y su falta de voluntad para abandonar ciertos hábitos de confort conflictivos, todo eso cruzado por la presión de los medios que responden a distintos intereses.
Muchos de los dramas de la ecología son producto de la superpoblación humana y sus conductas. Un tema que suele soslayarse por resultar muy incómodo para la mayoría de los principales actores de la sociedad. Se calcula que en el Imperio Romano el planeta albergaba a 250 millones de habitantes.
Hoy estamos en 7.800 millones y se estiman 11.000 millones para el final de este siglo. Cada ecosistema es solo un espacio limitado que no tolera vida más allá de ciertos límites preestablecidos. Si la silenciosa marea humana continúa creciendo en estas proporciones, la lucha por ocupar espacios vacíos, cada vez más reducidos, preanuncia otra de las grandes crisis ecológicas venideras.
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A esto le llamamos el factor antrópico.
La principal amenaza de los ecosistemas no es la caza. Ni siquiera el cambio climático, sino la desaparición del hábitat en que viven las especies.
La desaparición del hábitat de las especies ha generado un tremendo impacto negativo sobre la conservación de la fauna. La caza es útil. Les da valor a especies emblemáticas, la gente puede vivir de esa actividad, y al mismo tiempo, se preserva territorio para que haya mucha fauna. Se sacrifica a unos pocos para que sobreviva la especie.
La caza legal bien manejada es la mejor manera de gestionar un hábitat para una gran cantidad de especies.
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“La caza de un trofeo -al ser muy cara- justifica económicamente que sigan existiendo territorios destinados a esos animales”.
Esto lo afirma el biólogo español, Ignacio Jiménez, quien entre otros grandes proyectos maneja el de la reintroducción del yaguareté en los Esteros del Iberá. Es necesario aclarar que Ignacio jamás ha cazado, que no le gusta ni siente ninguna adrenalina en su cuerpo por esta actividad. Pero conoce a grandes conservacionistas que se han conectado con la naturaleza cazando animales, aunque parezca paradójico.
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No se puede confundir el estar en contra de la caza con la conservación de la fauna, porque en ambos casos se ha generado un impacto negativo. Paradójicamente, la prohibición de cazar en África provocó más muertes en la fauna que la caza misma.
No obstante, acaso algún día podríamos aprender algo de la experiencia de los países africanos, que nos llevan años luz en esto y reconocer que, sólo con corrección política no arreglamos la naturaleza, que las creencias basadas en la desinformación y la emoción no le sirven a nadie.
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