Millones de dólares hundidos en el fondo del mar
Entre los objetos perdidos se buscan joyas, whisky y hasta un alfiler de oro que pertenecían a los pasajeros. Ya se han recuperado más de 5500 objetos.
28 de Junio 2023. La trágica implosión del submarino Titán que ofrecía a turistas al menos la ilusión de acercarse a los restos del Titanic volvió a renovar la fascinación por el naufragio que marcó a fuego el inicio del siglo XX. Cientos de expediciones lograron bajar y hasta navegar a través de los restos del barco más famoso del mundo, permitiendo así también recuperar miles de objetos personales de los pasajeros. Sin embargo, aún hay 10 cotizados tesoros que los “piratas del Atlántico” buscan con desesperación y que podrían valer miles de millones de dólares.
Robert Strange, experto en el Titanic, elaboró un ranking con los 10 tesoros que aún permanecen en el fondo del Atlántico y que desesperan a los coleccionistas. Según el especialista, entre ellos se destacan no sólo joyas de gran valor, sino también objetos cotidianos que, por el estoico accionar de sus dueños durante las horas más críticas previas al hundimiento, hoy serían la sensación de cualquiera de los museos dedicados al barco que existen a lo largo y a lo ancho del mundo.
La botella de whisky del cocinero del barco, Charles Joughin, inmortalizada en la película dirigida por James Cameron, se ubica en las primeras posiciones. En el filme, se lo muestra retirándose a su camarote con una botella de whisky al enterarse de que el hundimiento era inminente. Sin embargo, la historia no terminó ahí. Joughin decidió regresar a la cubierta superior del barco, dejando el preciado objeto en su camarote y se dispuso a obligar a quienes aún titubeaban a subirse a los barcos salvavidas.
El cocinero no sólo ofició de psicólogo, sino que además se encargó de arrojar muebles de madera al mar para que aquellos que ya se encontraban en las heladas aguas del Atlántico pudieran resistir y aguardar la tan prometida ayuda del barco Carpathia que se encontraba en camino. Joughin permaneció más de dos horas en el océano luego del hundimiento y fue uno de los pocos rescatados. De acuerdo a su relato -pese a que la ciencia lo desmiente-, lo que le permitió sobrevivir a la hipotermia fue el elevado consumo de whisky con el que logró sortear los nervios.
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John Hutchinson era el carpintero del barco. Fue el primero en tener la certeza de que el Titanic se hundiría y en cuestión de horas. Lo pudo determinar a través de su plomada, un instrumento compuesto por una pesa cilíndrica que, sujeta a una cuerda tensada, permite señalar líneas verticales. Fue gracias a este instrumento que notó que el barco no sólo ya estaba perdiendo su balance, sino que además se iría a pique en menos de tres horas. El preciado objeto aún no fue recuperado.
Otro de los tesoros que aún conserva el Titanic es el teléfono con el que el marinero Frederick Fleet avisó a los altos mandos la presencia del iceberg. A diferencia de la versión que Cameron muestra en su película, el marinero de tan sólo 25 años no sólo hizo sonar en tres oportunidades la campana para alertar a sus superiores, sino que además utilizó el interteléfono para comunicarse de forma directa con el oficial James Paul Moody. “¡Iceberg, justo al frente!”, gritó.
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Fleet fue uno de los sobrevivientes de la tragedia, pero se suicidó 53 años después. El 28 de diciembre de 1964, dos semanas después de la muerte de su mujer, el marinero se ahorcó al enterarse de que le embargarían su casa. Al conocerse la noticia, fueron muchos los sobrevivientes del Titanic que manifestaron su bronca por el devenir económico del hombre y la falta de contención que recibió por parte de la empresa White Star.
Una de las reliquias más buscadas por los coleccionistas se encuentra dentro del camarote del capitán, al que pudieron acceder de forma parcial. Dentro de su caja fuerte, John Smith guardaba el ahora polémico certificado que le permitía al Titanic transportar pasajeros garantizando así su total “seguridad”.
Similar fue el destino de las joyas de John Jacob Astor, el multimillonario más rico del mundo al momento del hundimiento. El constructor de por entonces 48 años se hospedaba en los tres camarotes más lujosos de la primera clase junto a su flamante mujer, Madeleine Talmage Force. La boda con la joven de 18 años conmocionó a la alta sociedad de Estados Unidos, pero la viuda fue reconocida tras el naufragio.
Madeleinte atravesaba su quinto mes de embarazo aquella fatídica noche y su marido se encargó de que fuera una de las primeras en subirse a los botes salvavidas. Sin embargo, Astor no tuvo tiempo de regresar a sus habitaciones y resguardar la valiosa fortuna que guardaba en su caja de seguridad. Desde entonces, el joyero del matrimonio es uno de los más buscados.
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Otros de los objetos que más interés despiertan y más expediciones han activado eran los dos “camellos mecánicos” del gimnasio de primera clase. Se trataba de toda una excentricidad en ese momento, que despertaba el especial interés de las pasajeras femeninas. Las monturas fijas, ubicadas sobre uno de los rincones del gimnasio y frente a las bicicletas fijas, aún no pudieron recuperarse.
La dificultad para acceder aún a las salas más blindadas del barco impidió que, al día de hoy, pudiera rescatarse al menos una de las palas de los carboneros que trabajaban en la sala de máquinas. La mayoría de ellos murieron y ni siquiera tuvieron la posibilidad de subir a cubierta para alcanzar alguno de los escasos barcos salvavidas.
La comunicación entre los altos mandos y la sala de máquinas era compleja, pero precisa. Para que los cientos de carboneros que trabajaban pudieran conocer las directivas del capitán, todos se guiaban por el sistema de alarmas de tres colores que aún no fue recuperado. La blanca indicaba la máxima velocidad, la azul para la lenta y la roja para el freno definitiva. La última luz en activarse fue la colorada.
Los miembros de la orquesta del Titanic fueron homenajeados por Cameron en su película. Y es que, de acuerdo al relato de todos los sobrevivientes, sus siete músicos tocaron hasta el final y murieron a bordo. Ninguno de los cuerpos pudo ser identificado, aunque sí se recuperó el violín de Wallace Hartley, valuado hoy en más de dos millones de dólares.
Al día de hoy, el violonchelo de Roger Bricoux -el único músico francés de la orquesta- es uno de los objetos perdidos que más obsesiona a los coleccionistas. El músico de 21 años no tuvo descendencia, ante lo cual son muchos los “piratas del Atlántico” que esperan hacerse del preciado instrumento musical.
Benjamin Guggenheim era uno de los pasajeros más ricos del Titanic, siendo el quinto de los siete hijos del magnate dedicado a la minería Meyer Guggenheim. Si bien estaba casado con Floretta Seligman -y tenían tres hijas-, el empresario vivía lejos de ellas en París y pasaba más tiempo con su amante, la cantante francesa Léotine Aubart, quien sí lo acompañó en el viaje de la tragedia.
Al momento del impacto con el icebegr, Guggenheim dormía en su camarote de primera clase. Fue el tripulante Henry Samuel Etches quien golpeó la puerta de la suite y les explicó que debían subir a cubierta. “Mejor no lo despertemos”, fue la respuesta del mayordomo, quien sumó: “Sólo se trata de un iceberg entre muchísimos icebergs”.
Menos de una hora después, Guggenheim subió a cubierta y se encargó que su amante y su criada se subieran al bote salvavidas número 9. “Nos volveremos a ver”, le dijo a Aubart, de acuerdo al testimonio de la mujer. Sin embargo, al darse cuenta de que sus chances de poder abandonar el barco se tornaban cada vez más difíciles, el millonario regresó a su camarote y cambió su salvavidas y su jersey por un elegante frac, tal y como mostró a su manera Cameron en la película.
“Nos vestimos con lo mejor y estamos dispuestos a hundirnos como caballeros. Si algo me pasa, dile a mi esposa que hice todo lo posible para cumplir con mi deber”, fue la respuesta que le dio a Etches cuando el tripulante le suplicó que volviera a ponerse el chaleco salvavidas. Ninguno de los cuerpos fue recuperado y es por eso que aún son muchos los que esperan poder recuperar el alfiler de oro que llevaba siempre en su corbata, la misma que aquella fatídica madrugada dejó dentro de uno de sus camarotes.
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