Encuentro con amigos
21 de septiembre de 2023. Mucho tiempo pasó desde mi última salida en busca de jabalíes, y si bien es una de las actividades más populares, dentro de la caza mayor, no es de las que más me atraen. Soy más bien de entrar al monte y caminar, detenerme ante el crujido de una rama, prestar atención al viento, a los olores del monte, apostarme en una aguada toda la noche. Pero como decía si bien no es lo que más me atrae, he tenido hermosas experiencias en el pasado.
En este tipo de salidas conocí hace muchos años a mi amigo Gerardo Ejarque y aunque vivimos en puntos opuestos del país, tenemos contacto frecuente.
En la pasada luna llena de agosto coincidimos en un campo en la provincia de San Luis, donde intentaríamos repetir la experiencia que nos presentó.
San Luis lo tenemos a mitad de camino, yo voy desde Buenos Aires y el desde San Juan, un buen punto de encuentro, mi otro amigo Juanillo, juega de local y nos consigue los lugares donde cazar. Llegamos a destino a media tarde, por lo que no era prudente intentar apostarse en esa primera noche, 700 kilómetros de marcha no nos deja en buen estado como para aguantar toda una noche, por lo que acomodar todos los petates, preparar la cena e intentar dormir lo mejor posible resultaba un buen plan.
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Por la mañana luego de la tradicional mateada fuimos a recorrer aguadas, la revisión de los puestos, los rastros de entrada y salida, el tamaño de los mismos y cosas por el estilo son fundamentales antes de ir a apostarse. Revisamos 4 posibles lugares, de los cuales 3 daban buenas expectativas, aunque uno de ellos presentaba muchos rastros de lechones, así que optamos por los otros 2 y revoleamos la moneda con Gerardo para determinar cuál va a cada puesto. Pequeño asado a mediodía y siesta son la clave para estar preparado para una noche de vigilia.
Me tocó el puesto más alejado, por lo que le pedí a Juanillo que me acerque con la camioneta y me venga a buscar al amanecer. Aquí viene la parte que no me entusiasma de esta cacería, y desde luego es solo gusto personal, que nada tiene que ver con si es bueno o no, creo que si un día no puedo caminar, no tendré otra alternativa que hacer solo esta modalidad. Tengo un buen amigo que vive en Suiza, y con su silla de ruedas siempre va a cazar, ya sea apostado en una aguada para el jabalí o en un monte para las palomas, nada lo detiene.
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Una primera noche fantástica, un cielo diáfano, buena luna en un principio y tremendas estrellas en la segunda parte, 2 piaras me visitaron, pero solo hembras con lechones de diversos tamaños, muy entretenido para ver con los prismáticos, pero que no valía la pena levantar el rifle, ya que buscaba un lindo trofeo, quizás el último día lo pensaría para hacer jamones y chorizos, otro tipo de trofeo.
Por la mañana y mates de por medio, Gerardo me cuenta su experiencia, dice estar convencido de que bajó un gran padrillo, pero siempre quedó bajo la sombra de un caldén, por lo que no tuvo oportunidad de un tiro limpio y prefirió dejarlo pasar.
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Durante el dia repetimos la rutina de dormir y almorzar casi a la hora de la merienda. Volvimos a nuestros puestos, aún hay cierta claridad, no terminé de acomodar mis cosas y escucho el disparo de mi amigo, me da la sensación de estar pegado, más por intuición que por escuchar el clásico “toc”.
Me volvieron a visitar los lechones del día anterior, estuve tentado de hacer carne, pero confiaba en que Gerardo ya tendría unos cuantos kilos. Al amanecer Juanillo y Gerardo pasaron a buscarme con la camioneta cargada con un muy buen padrillo. La ansiedad hizo que pronto salieran hasta el pueblo para hacer un análisis de triquinosis, algo importante de hacer siempre. Esa noche brindamos, dormimos bien y por la mañana salimos a la ruta regresando a casa.
Hermosa cacería y siempre es una buena excusa para el reencuentro con los buenos amigos,
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