La combinación entre el confort y una mirada ecológica
28.12.2023. La demanda turística de experiencias y un mayor contacto con la naturaleza dieron lugar a un nuevo nicho de negocios: el glamping o luxury camping. Así, domos, tiendas safari y yurtas, entre otras construcciones exóticas, fueron montadas en zonas icónicas rodeadas de naturaleza.
La tendencia, que se popularizó en los últimos años, generó una ruta propia en Argentina, que se extiende desde Jujuy hasta Tierra del Fuego. Sin embargo, referentes de este segmento trazan un paralelismo que va cientos de años atrás: lo asocian a las prácticas de los exploradores británicos de fines del siglo XIX o incluso del Imperio Otomano, que se desplegó entre los siglos XIII y XX.
De acuerdo con un informe de la consultora Grand View Research, el mercado global de glamping fue valuado en US$2730 millones de dólares en 2022; y se prevé que avance a una tasa de crecimiento anual compuesta del 10,2% entre 2023 y 2030. Según el documento, Europa lidera la industria, con el 35.29% del market share.
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El éxito del negocio hace eje en la unión entre el confort, la elegancia, y una mirada ecológica. “Muchas personas están interesadas en vivir la naturaleza con todos sus sentidos, pero no quieren dormir en una carpa o no contar con un baño. Esta modalidad del turismo de naturaleza resuelve muchas de esas cuestiones”, señaló Marisi López, coordinadora de Parque y Comunidades en el marco del proyecto Iberá de la Fundación Rewilding Argentina.
En sintonía, Carlos Pelli, CEO y fundador de la compañía de viajes Wilderness Patagonia, indicó: “Los huéspedes no solo desean un elemento diferenciador en el lugar, sino vivir una experiencia que no pueden hallar en otra parte”.
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También precisó que estos complejos se consolidaron como un atractivo para aquellas personas amantes de los safaris en África, o que viajaron por Australia, Nueva Zelanda y Centro América. Actualmente, Wilderness Patagonia cuenta con un folk camp en Puerto Piedras Blancas en la isla Victoria (accesible desde Bariloche y Villa La Angostura). Además, está construyendo otro de estilo boutique a 7 km de allí, en Puerto Radal.
Cabe aclarar que el glamping apunta a viajeros con un perfil socioeconómico medio y alto. “Este es un turismo exclusivo. En Fundación Rewilding Argentina, solo contamos con tres tiendas africanas. La mayoría de los pasajeros llega en camioneta. Algunos, en avión privado o en taxi aéreo; mientras que unos pocos, en moto o bicicleta, porque están recorriendo el país”, explicó López.
El papel de las comunidades
De acuerdo con la coordinadora en el proyecto Iberá, estos campamentos glamorosos son integrados a la cultura local de donde se emplazan: “El objetivo es que los lugareños sean los primeros beneficiarios de estas iniciativas”. Por eso y a fin de que puedan ser parte de la iniciativa, la Fundación Rewilding Argentina brinda diferentes capacitaciones en el marco de un taller de oficios.
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Asimismo, familias y comunidades aborígenes se vieron ligadas al impulso de la actividad en el país. “Desde hace años, estamos vinculados con la población originaria de Aguas Blancas en Salinas Grandes (Jujuy) y avanzamos en un desarrollo conjunto, que incluyó la instalación de domos y capacitaciones. Hoy, más del 50% de la comunidad es parte de nuestro staff”, indicó Carolina Barnetche, CEO de Pristine Luxury Camps.
Posteriormente, además, los hoteles de lujo se sumaron a esta movida a fin de reinventarse y diversificar su cartera de alternativas. Tal es el caso de Aadesa Hotel Management, que a inicios de año inauguró Terranova Glamping, en el resort de campo Wyndham Garden Luján, en la provincia de Buenos Aires. Sobre una superficie de 14 hectáreas, la empresa instaló 10 carpas de 20 m2 cada una, con todos los servicios de un hotel de categoría.
El impacto en la naturaleza
La ruta argentina de glamping atraviesa salares, viñedos, selvas y valles. Muchos de los emprendimientos eligieron como escenario a los parques nacionales, todos con una premisa en común: ofrecer una experiencia diferente, sin generar un impacto negativo en el hábitat. “La buena repercusión de nuestra iniciativa en el Nahuel Huapi llevó a la apertura de licitaciones en otros parques nacionales, como Los Alerces, en Chubut”, señaló el fundador de Wilderness Patagonia.
En esa línea, las edificaciones fueron construidas a partir de materiales orgánicos, dejando de lado elementos tradicionales, como hormigón y cemento, y en armonía con el ambiente. “En Salinas Grandes nos pareció pintoresco instalar domos blancos, que se integran al paisaje. En Iguazú, preferimos las chozas; mientras que en Calafate, optamos por domos de madera”, puntualizó Barnetche. A su vez, de acuerdo con Marisi López, en Los Palmares se construyó una plataforma de madera, a fin de que los turistas no pisen el suelo e intervengan en el ecosistema.
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Los complejos de glamping le dieron rienda a una agenda de actividades al aire libre complementaria, como clases de yoga y meditación, senderismo, y paseos en bicicleta. A esto se suma, además, la organización de eventos especiales, como bodas, aniversarios, y reuniones empresariales.
“Al momento, el 50% de nuestros huéspedes son extranjeros. De la otra mitad, se destacan personas de las cercanías como Villa La Angostura, Bariloche o Villa Huapi. Muchas de ellas ya habían acampado en el área de Puerto Piedras Blancas, a la vieja usanza; y ahora vinieron por una experiencia distinta”, señaló Carlos Pelli.
De acuerdo con los especialistas, la oferta local de glamping es todavía acotada. A su vez, consideran que estas iniciativas se traducen en una oportunidad para la promoción de zonas rurales o alejadas de los ejes urbanos en donde se concentra la oferta hotelera. “Este carrete tiene mucho hilo todavía, sobre todo, ante esta necesidad creciente de contactar con el hábitat”, concluyó la CEO de Pristine Luxury Camps.
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