La terapia sale al aire libre
- Los profesionales de la salud mental practican el senderismo, la acampada y se enfrentan a los elementos con sus clientes, en un esfuerzo por ayudarles a conectar con la Tierra y consigo mismos.
19 de febrero de 2024. Hay veces que una piña del pino es solo una piña del pino.
Pero un día de enero, los bordes duros de una piña —y la única pluma que salía de ella— significaban algo diferente para Rachel Oppenheimer, de 25 años, una psicóloga del Centro de Salud Mental Chesapeake, en Towson, Maryland.
“Cuando era muy joven, me enfrenté a varias dificultades”, señaló Oppenheimer refiriéndose a su difícil pasado en la adolescencia, “tuve algunos problemas para manejar mis emociones”.
Pero su abuela, quien falleció hace cuatro años, poseía la suavidad de una pluma y le brindó un amor incondicional que a Oppenheimer le recordaba lo importante que era tratarse con “ternura y delicadeza”, sobre todo cuando se volvía muy autocrítica.
Oppenheimer y su supervisora clínica, Heidi Schreiber-Pan, estaban de visita en Talmar, una granja sin fines de lucro que ofrece programas de terapia y orientación vocacional a poca distancia en automóvil de una carretera muy transitada y de las aburridas plazas comerciales que hay cerca de su consultorio. En la granja, los únicos sonidos que se escuchaban eran los de un arroyo que borboteaba, de los pájaros que trinaban y el crujir de varios centímetros de nieve debajo de sus pies. Era el lugar perfecto para enseñarle a Oppenheimer algunas técnicas terapéuticas en las que participaba la naturaleza.
Para su sesión, colocaron sillas de acampar debajo de un cielo azul brillante —un consultorio improvisado sin paredes— y hablaron de cómo formar un diseño circular llamado mandala. Luego, colocarían artículos que Oppenheimer encontró en el suelo, cada uno de los cuales simbolizaba los complejos sentimientos que se derivaban del duelo por su abuela.
Schreiber-Pan forma parte del creciente número de terapeutas que están realizando sus sesiones de terapia al aire libre y, en algunos casos, capacitando a otros psicólogos para que hagan lo mismo. Estos afirman que combinar la terapia tradicional que se basa en estar hablando y la naturaleza y el movimiento puede ayudar a los pacientes a que se sientan más abiertos, vean nuevas perspectivas y expresen sus sentimientos, todo esto mientras les ayudan a conectarse con el mundo exterior.
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“Es una sensación de pertenecer a algo superior y yo creo que eso puede hacer que muchas personas logren entender muchas cosas”, comentó Schreiber-Pan. En el transcurso de la evolución del ser humano, este ha pasado gran parte del tiempo al aire libre, añadió, pero la vida moderna casi siempre implica estar en interiores mirando dispositivos digitales.
La terapia al aire libre entra en la categoría de ecoterapia, un término amplio e impreciso que incluye actividades tan variadas como la equinoterapia y las excursiones que incluyen terapia en la naturaleza y actividades de aventura. Durante la pandemia, cuando muchos terapeutas trabajaban en línea, otros realizaban sus sesiones al aire libre en lugares seguros para poder reunirse en persona. Pero este concepto ha estado presente durante mucho más tiempo.
Hace varias décadas, Thaddeus Kostrubala, autor del libro de 1976 “El placer de correr”, se hizo famoso por correr con sus pacientes. Esa práctica en realidad nunca tuvo muchos adeptos debido en parte a que la mayoría de los terapeutas fueron entrenados para ver a sus pacientes en entornos interiores controlados con el fin de conservar la confidencialidad y límites sólidos.
No obstante, actualmente a los estudiantes se les capacita en ecoterapia en algunas escuelas, entre ellas Lewis and Clark College, en Oregón, y Prescott College, en Arizona.
Además, algunos terapeutas, como Schreiber-Pan, están elaborando sus propios planes de estudio. En 2020, fundó el Center for Nature Informed Therapy, el cual le ofrece a cualquier trabajador o social psicólogo certificado que complete el programa una certificación y créditos de educación continua. Hasta el momento, ya se han graduado más de 100 personas.
Las sesiones al aire libre no se hacen de la misma forma para todos. Por ejemplo, no todos los pacientes querrían caminar en la nieve. Schreiber-Pan y otros terapeutas también les dan a sus pacientes la opción de explorar la naturaleza en interiores al recurrir a una serie de conchitas, piedras, palitos y bolitas cubiertas de púas. Además, no se requiere licencia especial para este tipo de terapia, ni tampoco existen mejores prácticas establecidas que determinen los ejercicios o las actividades que los terapeutas deben usar cuando ven a sus pacientes al aire libre.
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Algunas personas en el área desconfían de las disciplinas emergentes. Petros Levounis, presidente de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, señaló que se sentiría algo “dudoso” de llevar a uno de sus pacientes al parque.
“En la psicoterapia, hay cierta formalidad, ciertos parámetros probados y verdaderos”, comentó. “Uno se sienta frente a ellos en una sesión de 45 minutos. Y yo no sé con exactitud qué sucedería en el exterior. Si comienza a llover, ¿qué hacemos con el paciente?”.
Los psiquiatras deben pensarlo más detenidamente, añadió, y plantearse una formación especial “antes de apuntarse en intervenciones tan novedosas”.
Aun así, añadió, varios estudios han descubierto que estar inmerso en la naturaleza puede ser beneficioso para la salud mental. Un análisis de 2023 sobre los efectos del “baño de bosque”, la práctica japonesa de dar un relajante paseo por el bosque, sugirió que puede reducir significativamente los síntomas de depresión y ansiedad. Y mantenerse físicamente activo se asocia a un menor riesgo de depresión. Una revisión de diversos estudios llegó a la conclusión de que “la actividad física debería ser un enfoque fundamental” en el tratamiento de la angustia psicológica.
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Schreiber-Pan y otros terapeutas afirman que la terapia al aire libre o en la que se tiene en cuenta la naturaleza se ha vuelto especialmente atractiva para los varones y la gente menor de 40 años.
Chase Brockett, de 36 años, quien vive en Portland, Oregón, comenzó la terapia de senderismo en 2022 y, a pesar de tener que pagar las sesiones de su bolsillo, las continuó durante más o menos año y medio.
“Me hace sentir que soy un ser humano, que estoy vivo”, comentó. “No estar sujeto al mundo, sino ser parte de él”.
Durante sus sesiones, Brocket y su terapeuta, Aimee Frazier, salen en cualquier tipo de clima, incluso en la lluvia.
“Tienes que sentirte incómodo y simplemente aceptar que eso es así”, comentó, una lección que se convirtió en una analogía de su ansiedad. “Creo que gran parte de la ansiedad proviene de A) considerarla algo malo y B) siempre tratar de huir de ella”, afirmó.
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Los terapeutas también ven otros beneficios: pacientes más receptivos y relajados.
“Creo que esta terapia les sirve muy bien a algunas personas jóvenes”, señaló Andrew Tepper, fundador de BODA Therapy, quien casi siempre trabaja con adolescentes y adultos jóvenes en la ciudad de Nueva York y en las montañas de Catskill. “Es un solo carril. Vamos a sentarnos. Vamos a hablar y tal vez juguemos un juego de mesa. Y yo creo que con eso viene cierta resistencia”.
Si sus pacientes son receptivos, Tepper, como psicoterapeuta, los lleva al aire libre (a caminar o esquiar). Durante un retiro a principios de febrero, llevó a tres de ellos a caminar en la nieve, dieron largas caminatas y prepararon la comida sobre una fogata.
“Creo que la terapia puede ser divertida y algo que se requiere es hacer una evaluación inicial de lo que les gusta hacer a los pacientes”, explicó.
Los terapeutas se están dando cuenta de que una práctica basada en la naturaleza puede también mejorar su propio bienestar y ayudar a evitar el agotamiento profesional.
Hace años, cuando Frazier terminó unas prácticas clínicas en un despacho poco iluminado y sin ventanas, se dio cuenta de que necesitaba un “entorno más animado”, para sus clientes y para ella misma.
“Empecé a sentirme como la planta marchita de mi oficina que estaba en un rincón oscuro”, explica. “Anhelaba salir al sol y a la lluvia, rodeada de la presencia tranquilizadora de la naturaleza”.
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En 2021 empezó a ofrecer terapia de senderismo a sus clientes bajo la supervisión de Thomas Doherty, un psicólogo de Portland que fundó el programa de certificación en ecoterapia del Lewis and Clark College. Para algunos clientes, dice, el entorno hace que la terapia sea más accesible y menos intimidante.
Maria Nazarian, psicóloga clínica de Santa Mónica, California, no alquila un consultorio. Atiende a sus clientes solo virtualmente o mientras pasea por la playa, que describe como su “lugar feliz”. Y, según ella, sus clientes se han beneficiado de levantarse del diván.
Caminar codo con codo fomenta la colaboración, dice Nazarian, y estar en la orilla a menudo trae momentos de asombro y admiración, todo lo cual ayuda a crear “conexión y confianza”.
Amy Fuggi, de 63 años, lleva seis años acudiendo a Schreiber-Pan para superar el dolor por la muerte de su madre.
“Quieres apartarlo, quieres enterrarlo, quieres ignorarlo”, dice. “Pero eso no funciona muy bien”.
Cuando está fuera, dice, siente una “gran conexión” con su madre, a quien le encantaban las actividades al aire libre y a menudo planeaba acampadas para ella y sus hermanos.
“Siento que camina conmigo”, dice.
Hace poco, un lunes soleado, ella y Schreiber-Pan vadearon la nieve para visitar el campus de una universidad cercana y se adentraron en un sendero bordeado de árboles cerca de un pequeño estanque, donde jugaron con el concepto de invernar: la capacidad de asomarse a los momentos oscuros de nuestras vidas.
“Tienen un propósito, ya saben, igual que el invierno tiene que ocurrir para que disfrutemos de la primavera”, dijo Schreiber-Pan.
Después de la sesión, Fuggi dijo que se sentía más ligera.
“Cuando caminas por la ciudad, el aire fresco te abre los ojos”, dijo. “Es muy fácil relajarse y hablar de las cosas”.
(*) Christina Caron es periodista del Times especializada en salud mental.
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