Conclusiones previas al comienzo de la temporada
Por Carlos Nesci
28 de febrero de 2024. El hombre caza desde antes de ser hombre, lo heredó del homínido que le dio origen.
De los 365 días simbólicos de su existencia en la tierra, 260 fuimos cazadores recolectores, 90 labradores y 15 civilizados.
Pareciera que somos un factor de control ecológico en la vida planetaria.
Luego de pasar la etapa del cazador nutricio, quien caza para su alimentación, el hombre siguió practicando la caza como deporte, estableciendo reglas que equilibran el lance y le dan posibilidades a la presa.
Esas reglas obligan a cumplir con el marco legal y el ético que la regulan y contienen.
Además, hay un espíritu de la caza que hemos heredado y debemos respetar. La caza debe requerir esfuerzo y dedicación. La caza es incertidumbre y no certeza. Lo importante es el proceso y no el resultado. Debemos honrar a nuestro trofeo más allá de su valor cinegético.
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Hoy, para que la caza sea sostenible, los grandes trofeos deberían ser, ejemplares bien entrados en la adultez, ciervos degenerados y hembras infértiles.
El acto final, el disparo a la presa, solo podrá hacerse ante la seguridad absoluta del acierto para no correr el riesgo de herirla y provocarle sufrimiento. El epílogo no debe ser otro que una muerte limpia.
Actualmente la caza no goza de buena prensa. Animalistas y mascotistas apoyados por los medios han cristalizado el imaginario de la Disneyficación, donde los animales hablan con sorprendente sabiduría sobre el bien y el mal. Se los humaniza y distorsiona su identidad.
Pero el peor de los males es un pariente villano, al que nadie va a acusar. Se lo conoce como explosión demográfica.
Del imperio romano a hoy, pasamos de 250 M. a 7.800 M. y para fin de este siglo seríamos 11.000 M. con el agravante de sus hábitos y costumbres que van produciendo cuantiosos daños al medio ambiente.
De esos daños, el más grave para la fauna es la desaparición de sus hábitats. El crecimiento de la población humana es el factor que más incide en la generación de este fenómeno.
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La caza deportiva les da valor económico a las especies cinegéticas y eso asiste a su supervivencia. Prohibida la caza, además de desaparecer el aporte económico que esta genera en favor de la preservación de las especies, se producirá otro nefasto fenómeno: la fauna silvestre competirá por la alimentación con el ganado y el resultado no será otro que su extinción.
La contradicción esencial en los colectivos que pretenden prohibir la caza emerge y se corporiza en el ciclo vital, por cuanto este debe ser aplicable a todo ser viviente. Por lo tanto, el no matarás, es tan válido para los animales como los vegetales y si esto se aplicara a ultranza, todos los seres humanos desapareceríamos de la faz de la Tierra, ya que solo comerían los animales. A menos que encontremos una alternativa para alimentar sintéticamente y satisfacer la necesidad de subsistencia de los 7.800 millones de personas que actualmente habitamos el planeta.
La tierra que se libera de la caza será ocupada por el ganado, emprendimientos agroindustriales o los grandes proyectos de bienes raíces.
Aunque parezca paradójico la caza deportiva es un protector de la fauna silvestre, le da valor y aporta fondos que preservan a sus hábitats. Propone el sacrificio de algunos ejemplares en favor de la especie.
Pero, el hombre urbano desinformado y sensibilizado no sabe mucho de esto ni quiere escuchar lo que supone un discurso retórico de los cazadores en favor de su pasatiempo. Le resulta mucho más conmovedora la narrativa de los mencionados colectivos que equiparan a los animales silvestres con las mascotas de compañía.
La caza en el centro de las miradas. Una nota del Libro del 80° Aniversario de AICACYP que no deberías dejar de leer.
Ante este escenario, el resultado no puede ser otro que una gran confusión, dentro de un entorno sensible y emocionalmente inestable donde resulta muy fácil levantar el dedo acusador contra el que no tiene voz – o al menos, la última palabra – en los medios o prefiere callar para evitar confrontar.
Hoy, la ocupación más antigua del hombre demanda valentía, solicita voces que hablen en su favor, precisa de quienes estamos convencidos de lo que hacemos y la forma en que lo hacemos. La caza necesita que tengamos otra actitud ante la sociedad.
Si permitimos un mundo sin caza, estaremos dando un nuevo paso hacia la extinción de las especies y en contra del medio ambiente; ha sido claramente demostrado que la gestión cinegética sostenible preserva los ecosistemas. Quien así no lo entienda es muy probable que esté desinformado o responda a intereses ajenos a los de la Naturaleza.
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