Es tiempo de decidirse a estar menos en la silla
4 de junio de 2024. Probablemente estés familiarizado con esta situación: te encontrás enfrascado en la lucha contra un tema que te preocupa y que necesitás resolver (una tarea difícil en el trabajo, la facu, una relación complicada, las perspectivas de un cambio de carrera…) y no sabes qué hacer. Así que decidís dar un paseo, y en algún momento de esa caminata, “mágicamente” la respuesta te llega.
Muchos caminamos al hablar por teléfono, no solo con el celu, ya lo hacíamos antes con el teléfono fijo, lo que solía provocar “galletas” en el cable del tubo del aparato y el consecuente enojo de los usuarios que lo usarían a continuación y que no sentían esa pulsión.
Ocurre que al caminar conseguimos relativizar los problemas y centrarnos solo en nuestro propio yo, y es entonces cuando entramos en contacto con nuestra parte instintiva, que empieza a hablarnos.
Este tipo de actividades, conocidas como “actividades de desplazamiento” nos ayudan a concentrarnos y a desarrollar las ideas a medida que hablamos.
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Eso se debe a que el cuerpo tiende de forma natural a distraer con actividades que requieren muy poca atención a los sentidos que no están involucrados en la conversación.
Muchas veces, cuando involucramos solo uno de nuestros sentidos en una actividad primaria, los demás contribuyen a la tarea principal al realizar tareas básicas y/o automatizadas.
Caminar es una de las actividades más automatizadas del humano; tiene sentido que sea la elegida inconscientemente por el cerebro para acompañar nuestras charlas a distancia.
Puede que te preguntes qué relación tiene el sencillo acto de poner un pie delante de otro… con las emociones e incluso con la liberación personal.
Sobre este tema, existe un libro muy revelador e interesante, escrito por el psiquiatra Fredéric Gros: “Andar, una filosofía”. En él se explica que caminar es mucho más que mera movilidad o una actividad deportiva, porque en efecto, caminar nos enseña a ser libres, a explorar, a avanzar, a encontrar nuevos caminos y horizontes.
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En este sentido, andar puede ser una técnica terapéutica que invita a pensar y a meditar.
Esta es la explicación psicoanalítica, la fisiológica la vimos en la nota anterior “Caminar ayuda a pensar” dónde citábamos al Prof. Manuel Martín Loeches, Profesor titular de Psicobiología de la Universidad Complutense.
Él afirma que: “Cuando paseamos, el organismo entiende que estamos realizando un ejercicio y que por lo tanto demanda más oxígeno y flujo sanguíneo“. Esto enseguida repercute en el cerebro, el hecho de que llegue más sangre al cerebro significa que llega más oxígeno y glucosa, por lo que mejora la fluidez mental.
Por el contrario, en un ejercicio aeróbico de mucha intensidad, por ejemplo, correr… el reparto de oxígeno y glucosa es más desequilibrado: los músculos necesitan y acaparan más glucosa y oxígeno, por lo que el cerebro es víctima de ese déficit.
Andar para vivir más y mejor.
No cabe duda de que en nuestro día a día pensamos, reflexionamos y tomamos decisiones a cada momento. Ahora bien, la pregunta clave es si esas decisiones las tomamos desde la libertad y sin tensiones ni presiones.
Por una parte, en casa siempre hay quehaceres y ruidos: la televisión, los chicos, las tareas del hogar. Por otra parte, el trabajo, la compra, los amigos y al final del día el cansancio es tal que cuando llegamos a la cama solo queremos “desconectar y dormir”. Poco tiempo queda para reflexionar y meditar.
Sin embargo, es de suma importancia establecer un tiempo a lo largo del día tanto para la introspección como para interrumpir el sedentarismo que a muchos nos impone la vida laboral. Así, mientras caminamos, también dedicamos tiempo a pensar, libres de todos los factores que puedan presionarnos o estresarnos.
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Caminar entre media y una hora al día sería lo más recomendable, tal y como indican organismos como la Clínica Mayo. Caminar alrededor de media hora diaria en las primeras horas de la mañana, cuando hace menos calor, le permitirá a nuestro corazón poder activarse y poner en marcha un sinfín de procesos: la oxigenación, la correcta circulación y acompasar el ritmo cardíaco.
“Estar sentado ocho horas al día afecta a las conexiones del cerebro”
Coral Sanfeliu, Directora del Grupo de Neurodegeneración y Envejecimiento del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, del CSIC, afirma: “Estar sentado ocho horas al día es perjudicial y afecta a las conexiones del cerebro y a los neurotransmisores. Es verdad que no es lo mismo estar sentado delante de la computadora, que delante de la tele, que es aún peor. Cuando pasamos ocho horas sentados, hay que hacer una hora de actividad física para compensar. El sedentarismo aumentó con la pandemia y se teme que vayan a aumentar las demencias, no solo por los daños que pueda tener a largo plazo la enfermedad, sino por la inactividad.”
Si tenés un problema salí a caminar y si no lo tenés pensá en cuánto tiempo llevás sentado frente a la compu o la tele, porque eso puede ser un problema y la solución – de mínima… – está en: ¡Tomar la decisión y salir a caminar!
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