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¿Es necesario que el pescador realice una clavada?
Por Néstor Saavedra
4 de diciembre de 2024. En los últimos tiempos hemos asistido a una discusión en redes sociales basada en la premisa de que los peces se clavan solos y que no es necesario que el pescador realice una clavada. El problema, me parece, no se encuentra en la respuesta o explicación sino en la enunciación del tema.
Existe un concepto muy en boga (con perdón de la boga) de que la persona que sostiene una idea intermedia, en contraposición a las extremistas, expone un pensamiento y una personalidad débil. Para los que nos gusta el fútbol, tienen muchos ejemplos, en la televisión y las redes, de periodistas que expresan una idea con vehemencia, ciegos a cualquier posibilidad de cambio, e, incluso, afirmando que los demás son tibios o indefinidos. En la punta opuesta tienen un Macaya Márquez o un Pasini que opinan con cautela sin generar polémicas.
Creo que la brillantez de pensamiento nace a partir de la capacidad de tener una apertura que sepa discernir detalles.
El animador Antonio Carrizo decía que la riqueza del pensamiento complejo es que puede separar los detalles, discernir los grises, mientras que el pensamiento simple solo se aferra a una declaración llana, a un extremo, ve blancos y negros.
Obviamente no estamos hablando de leyes o conceptos científica o moralmente claros, como que la tierra es redonda o que matar merece una pena. La pesca, afortunadamente, no los tiene.
Se clavan o los clavamos
Entonces es mucho más generoso mentalmente afirmar que “los peces a veces se clavan solos” en lugar de ser tan categóricos con algo que, empíricamente, no resulta demostrable, como decir “los peces nunca se clavan solos” o “los peces siempre se clavan solos”. Incluso, el uso de frases como “a veces”, “en ciertas circunstancias”, “depende de algunos factores”, más que un pensamiento indefinido es una expresión de humildad, ese don que tanto daño nos ha hecho.
El orgullo es el primer escollo que debe vencer todo pescador que quiere perfeccionarse. Lo digo por mi propia experiencia, luego de 51 años de pesca y 34 de periodista de pesca.
Cómo y con qué en la historia de la pesca deportiva. Una nota de Néstor Saavedra para el libro del 80° Aniversario de AICACYP.
Iba a la Costanera Norte de Buenos Aires con un equipo inadecuado, líneas y anzuelos incorrectos, carnada impropia, plomadas desequilibradas y, como, obviamente, no tenía resultados, les echaba la culpa al tiempo, a la altura del río, al color del agua, al viento y, lo peor, a la fase lunar; ah, encontré una peor aún: la mala suerte. Todo podía ser culpable, menos el verdadero responsable, el que sabía, yo.
Los peces a veces se clavan solos. Otras veces no. Algunas especies y en algunas modalidades es más fácil que se claven solos, aunque el “solos” nunca es absoluto porque, si del otro lado no hay un anzuelo, alguien que lo encarnó, un artificial, alguien que hizo un lanzamiento … el pez no se clava solo, ya que sencillamente no tendrá en que clavarse.
La alimentación
La aseveración no puede ser tan categórica tampoco porque depende mucho de la boca del pez que, a su vez, determina la forma en que va a alimentarse. Por ejemplo, está demostrado con cámaras que el black bass, quizá la especie de río que más se haya estudiado, debido a los millones (sí, millones) de dólares que mueve en la pesca deportiva en Estados Unidos, puede introducir algo en su boca y expulsarlo en uno o dos segundos, si notó que no es comida: si no lo clavas, perdiste. Con algunas carpas sucede lo mismo.
Pude experimentar la diferencia de clavar o no clavar pescando sábalos en un pesque y pague cerca de San Pablo, Brasil. La carnada era una pasta de muy blanda consistencia. La caña, tan lenta como una manguera. El pez empezaba a chupar y no había que hacerle ninguna resistencia. Una vez que la caña era casi una herradura, la levantabas y clavabas: si no lo hacías, te comían todo y se iban. Había que clavar, pero luego de una paciencia casi infinita.
A la pesca del futuro con la historia en el reel. Una nota de Néstor Saavedra para el libro del 80° Aniversario de AICACYP.
Existen peces que, por el contrario, no “prueban” la carnada sino la tragan y, si la punta del anzuelo está libre, puede que en la succión o el bocado se claven solos. En muchas especies, la forma de abordar la carnada tiene que ver con la competencia: si se trata de un gran cardumen, por ejemplo, de dorados, es probable que coman con desesperación todo lo que se les cruce, logrando, en muchas ocasiones, quedar clavados.
En la pesca con espineles, grandes boyas, cimbras o trampas no existe un pescador que clave y muchos peces se clavan solos: es el caso, por ejemplo, de las tarreadas en el Paraná, método usado por los artesanales y comerciales para sacar patíes. En un muelle del arroyo Fredes, en la Segunda Sección de Islas del Paraná (Entre Ríos), al anochecer poníamos una soga de colgar la ropa con boyón, un cable de acero de freno de bicicleta, anzuelo 8/0 y un pedazo de corazón. Siempre quedaba enganchada una buena tararira sin que pescador alguno mediara para clavarla. Claro que en estas modalidades nadie estudió qué resistencia hace el bidón, la vara de tacuara o la rama de sauce que hacen que las carnadas pendan.
Algo similar sucede en muchas (no todas) pescas de costa en profundidad y a la espera. Hasta se inventó una campanita que se coloca en la punta de la caña, de manera tal que, cuando el pez está enganchado, tintinea para que el pescador vaya a sacarlo. Pero, otra vez hay que esquivar a la afirmación absoluta: muchísimas veces, los anzuelos son descarnados y, si nadie lo clava, el pez, sencillamente, no se clava. Una misma modalidad: dos resultados. La pesca es maravillosamente ambigua.
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Sin embargo, no es esta la única frase que convendría moderar a los efectos de no crear en los pescadores una falsa idea. Hay varias más que se convirtieron en mitos: “las tarariras no pican en invierno”, “el multi flota más que el nailon”, “si le sacás la rebaba al anzuelo, se te van todos los pescados”, “con reel rotativo se logra más precisión que con reel frontal”, “el surubí caza con la cola”. Y la lista, sigue.
En algún momentos trataremos a cada uno de ellos, siempre con la idea de aportar claridad, pero convencidos de que es solamente nuestra opinión y cada uno puede tener diferentes experiencias. Un ejemplo final: el tucunaré más grande que saqué en mi vida (85 cm) lo pesqué con un señuelo que nunca me lo habían recomendado y jamás lo había visto en ninguna foto de pesca de esta especie (y hay decenas en internet). Menos mal que en la pesca no hay absolutos.
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