El puma pescador
Hombre de pasiones, brilló en sus tiempos de rugbier tanto en su equipo CUBA como en Los Pumas, al tiempo que vio crecer su afición por el fly cast. Forjado en los ríos y lagos patagónicos, hoy le pone garra a la pesca con mosca, viajando por el mundo en busca de las especies más codiciadas. Un libro abierto con mil anécdotas para recordar.
El rugbier Juan Dumas había soñado toda una vida con ese momento. Tras ser campeón con el CUBA le llegó la oportunidad de vestir la celeste y blanca a rayas horizontales de Los Pumas, y ese día del 73 Dios iba a poner el dedo en esa cancha de Ferrocarril Oeste que todavía lucía tablones de madera. Era su partido debut y daba todo por salir bien parado. Y a los 18 minutos, Hugo Porta patea un penal desde lejos, la pelota pega en un palo, y Juan, que venía cargando, logra hacerse de la guinda y termina apoyando un try bajo los palos. “Sentí que tocaba el cielo con las manos”, dice.
El día venía bravo en British Columbia, Canadá, donde las steelhead mañosas no se decidían. El pescador Juan Dumas miró su caja y eligió una Waller Walker, mosca seca que acaso era su última chance de éxito en el río Kispiox. La deriva fue breve y de repente, un pique violento y el típico “lavarropas” en superficie de una trucha enorme, que no sabía que iba a ser la de su vida: esa steelhead demandó 40 minutos de lucha antes de regalarle la foto al pescador y volver al agua. “Sentí que tocaba el cielo con las manos”, repite Juan evocando su mejor captura, allá por 2007.
Y es que en la vida de este hombre acostumbrado a tocar el cielo con las manos se han mezclado siempre el deporte y su pasión por la naturaleza. Por eso se lo vio inmerso en los más bellos paisajes de Africa, Asia, Europa y América, pero siempre practicando el deporte que ama y puede seguir practicando: la pesca deportiva. El rugby le dio mucho, 23 años de hermosa carrera, amigos que aún perduran, campeonatos, y parte de esa filosofía que hoy sigue aplicando a tantos órdenes de la vida. Aire Libre quiso conocer más acerca de la vida de este “Puma-pescador-viajero” que, acaso de tan acostumbrado a tocar el cielo con las manos, desgrana con una sonrisa permanente cada recuerdo. Haciendo honor a la etimología del latin “re-cordis”, que significa “volver a pasar las cosas por el corazón o las cuerdas del alma”.
-¿Qué fue primero, la pesca o el rugby?
– Tengo una foto de mis tres años que estoy con una caña que medía cinco veces mi tamaño, ilusoriamente tratando de agarrar algo. Ibamos con mi familia a Patagonia Norte con mis padres y mis cuatro hermanos. Uno va mamando eso, así como unos iban a la playa nosotros íbamos en los veranos para ese lado. La pesca es tradición familiar, nuestros padres nos llevaron al club de pesca Norysur cuando yo tenía 6 años. Es el club de pesca con mosca más antiguo en su tipo del país, y yo desde hace 20 años soy el presidente. Está sobre el lago Meliquina, a media hora de San Martín de los Andes. Durante muchos años es lo único que existía, por lo que aun hoy hay un cartel de vialidad nacional que dice “club de pesca” como referencia. En ese tiempo pintaban la pesca con mosca como algo inalcanzable, para elegidos… por eso empecé más tarde de lo que debí haber empezado, a eso de los 17. Mi gran mentor fue José “Pepe” Navas, que fue el encargado de nuestro club durante 37 años. Una gran persona y el único atador de moscas de la Argentina durante décadas. El era un gran autodidacta, un gran observador de la naturaleza, y de ahí sacaba sus conclusiones.
-¿Como hacía coexistir sus dos pasiones deportivas, el rugby y la pesca. Nunca tuvo que elegir?
– En mi caso la pesca nació por la atracción a la naturaleza. Muchos años creí que la pesca era lo que me gustaba pero con el paso del tiempo me di cuenta de que lo que me atrae es estar inmerso en la naturaleza practicando un deporte. Estar inmerso en la naturaleza y contemplarla me resultaría insuficiente. Al estar pescando siento el agua que corre, el pato que pasa, y estás participando de la naturaleza. Después, si agarrás un pescado, mejor. El deporte en mi vida fue súper importante, pero en la pesca soy lo menos competitivo del mundo. Si voy con un novato, lo que quiero es que él pesque. Luego, uno recoge información interesante, ve que línea usó, que mosca puso. Lo que tenía de bueno en mi caso de haber sido rugbier es que no coincidieran las temporadas de pesca con la deportiva. Terminaba la temporada de rugby y en verano nos íbamos al sur y a pescar. Yo jugué rugby desde los 7 años hasta los 32 años, era mi gran pasión. Ahí sí era súper competitivo. Jugué siempre en CUBA y en Los Pumas jugué desde 1973 hasta 1975. Tengo recuerdos imborrables, con CUBA salimos campeones cuatro temporadas… y hace poco CUBA salió campeón otra vez … en el medio pasaron 40 años sin salir campeón, ¡Desde nuestros tiempos!.
-¿Nuestros?
-Si, porque yo jugaba con mis hermanos en la primera. Mi hermano Alberto era mi pilar derecho, yo era hooker y mi hermano Marcos era fullback y también jugó en los Pumas. Cuando se hace un scrum el medio scrum tira la pelota al medio y el hooker tiene que tener la habilidad de engancharla con la pierna y tirarla para su lado. Esa era mi habilidad, para conservar la posesión de la pelota.
-El rugby le dio esa cosa de hermandad… y encima jugaba con sus hermanos. ¿Qué le dio la pesca?
-El rugby tiene la cosa del juego en equipo que es sumamente instructivo y formativo donde uno se tiene que romper el alma no para el lucimiento personal sino para ayudar al equipo. Uno hace amigos de por vida en el rugby y en mis 25 años de jugador (debuté en CUBA en primera a los 19) yo los hice. La pesca con mosca es más individual, como el golf o la arquería, deportes que practico también con mi instructor Andrés Verde, que suele escribir en Aire Libre. La pesca yo la relaciono con las vacaciones y con el aire libre. Si tengo que viajar a cualquier parte no me atrae la ciudad con todo lo que ella pueda ofrecerme, a mí me atrae la naturaleza y la maravilla que pueda ofrecerme. Poder practicar un deporte dentro de esos entornos me cierra mucho, me atrae, tengo la suerte de tener una maravillosa mujer –que también pasaba sus vacaciones en el sur- y mis maravillosos 5 hijos e hijas que todos pescan. ¡¡Y pescan bien!! De modo que en su momento, el presupuesto en equipos de pesca llegó a ser importante en mi familia.
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-¿Recuerda alguna captura especial en sus comienzos?
-Estaba en el río Filo Hua Hum con Pepe Navas y yo le pedí aprender a pescar con mosca. Me explicó la técnica, y al intentar mi primer lanzamiento me salió más o menos bien y… ¡¡picó una trucha!! . Dije “esto está buenísimo”. Esa es la trucha arco iris que más recuerdo. Luego he sacado miles pero de esa no me olvidaré jamás porque fue toda una sensación de sorpresa y no creer lo que me estaba pasando. Pepe me dijo “mirá que esto no va a ser siempre así…”. Esas cosas eran más fáciles que ocurrieran antes que ahora.
-Muchos mosqueros destacan la importancia de sus primeros instructores a quienes llaman “maestros”, gente que no solo enseña a pescar sino que deja algo, una huella, en el otro. ¿Qué le dejó Pepe a usted?
-Siempre estuve bajo su ala, me transmitió mucho cuando me llevaba a pescar. Ya no vive, y su señora trabajó mucho en el club y aun hoy a sus 94 años, sigue estando bárbara. Pepe me dio un consejo con su ejemplo. Siempre se considera que el pescador es paciente, pero él era sumamente impaciente pescando. Pero con razón, porque él decía: “vas a oír muchas veces que la gente dice `llegué a un lugar y en el primer tiro, saqué`. Y a él, que le gustaba caminar, eso le parecía lógico porque decía que “si hay una trucha en un lugar, al primer tiro te va a agarrar la mosca. Por eso vos tenés que caminar y caminar y hacer muchos Primeros Tiros en distintos lugares en vez de instalarte en un lugar y darle todo el día”. Un gran consejo al que le saqué el jugo.
-Entremos en su etapa de viajero, del hombre que con ojos argentinos, experiencia de pesca en Argentina y caña en mano, va al mundo. ¿Podemos los argentinos, por ejemplo, ir a Canadá y pescar una steelhead con algún conocimiento de causa o tenemos que aprender todo de nuevo?
-Es interesante eso que decís… La pesca de la steelhead es una de las pescas más desafiantes, porque es un pez escaso, y cuando toma la mosca da una pelea indescriptiblemente violenta y fuerte. Uno se pasa el día tirando y no pasa nada y por ahí en un momento pica y uno tiene que tener todo el perfecto orden y no dar una mínima ventaja porque el pescado se va. Yo hace 22 años que las pesco y te diría que es muy difícil no pagar un cierto derecho de piso. No es que uno llega con sus conocimientos de la pesca acá y los traslada allá y le irá bien. Si sos buen pescador acá partís con ventaja, pero hay que aprender cosas allá… y es parte del atractivo también ir haciendo ese aprendizaje.
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-¿Que destino fue el que más destrezas le exigió?
-El pescador que no es bueno se va a ver muy en problemas en Nueva Zelanda, con sus truchas marrones súper “espantadizas” y aguas muy claras. Cada trucha es un premio al haber hecho todo bien. Sobre todo para que te tome la mosca. Hasta ese instante es una pesca muy técnica, con una aproximación al río muy adecuada, un equipo muy fino con la terminación del leader muy fina porque si lo ven, no toman la mosca. El cast debe ser muy prolijo… todo tiene que ser muy perfecto y así y todo a veces el pescado se raja y no sabés porqué. Eso es muy distinto a lo que pasa en Tierra del Fuego, donde no hacés una pesca fina y caiga como caiga la mosca te la agarran. A mí me atrae mucho más esa pesca técnica, difícil, donde hay que hacer todo bien para sacar una trucha de un kilo y medio, que esta otra pesca si se quiere más fácil aunque con peces mayores. Como en Alaska, donde fui dos veces, pero es como ir a una pescadería, pescamos las cinco especies de salmónidos… pescás lo que querés. A mí no me gusta, me parece demasiado fácil… hay pedazos de río que están negros de pescado… entonces ya no tenés sorpresa en el pique y para mi ahí ya no hay atractivo.
-Deduzco por lo que cuenta que dorados y tarariras no lo atraen como piezas a pescar con mosca por su carácter arrebatado y glotón. Digamos que no serían parte de esta pesca fina que le gusta…
-Ahora acabo de venir de Bolivia, del Tsimane, ríos que alimentan el Amazonas donde lo que fuimos a buscar es el dorado y el pacú. Y ahí lo que me atrajo más no fue el dorado sino la naturaleza en la que yo estaba metido. La pesca fue una excusa más. El convivir con los nativos Tsimane que mantienen sus costumbres de la caza y la pesca. Con arco y flecha cazan tirándole a un pescado que no está donde uno lo está viendo porque su posición varía de acuerdo a la refracción y el ángulo del sol. Cuando ensartan un pescado con la flecha es gracioso ver como la flecha se va moviendo sola en el agua. Ibamos en unas canoas manejadas por indígenas, y por ahí nos metíamos a pescar y volvíamos sin nada, pero en la canoa ya había dos pescados que habían pescado con arco y flecha ellos. Lo nuestro era pesca con devolución, pero lo de ellos era pesca y alimentación. En ese ámbito sí me gustó pescar dorados: yo saqué uno de 9 kilos pero mis compañeros llegaron a ejemplares de 12 o 13. Es muy lindo el combo de la pesca, el convivir con esa gente y la naturaleza que te rodea.
– Su profesión actual es la de economista. ¿Ha tomado decisiones laborales pescando?
– No, cuando estoy pescando, estoy pescando, saco el enchufe de mi mundo laboral y me enfoco en lo que me divierte. Creo que es una de las buenas cosas de la pesca, el poder desenchufarse,
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-¿Cuál fue el pescado de su vida?
-Yo pesco con mosca en el mar, en el Caribe, y ahí tengo un permit que podría ser el de tu pregunta. Pero el pescado más importante que he sacado es una steelhead con mosca seca, de flote, que pesaba como 13 kilos. Fue en el rio Kispiox, de British Columbia, con caña 8 de una mano. Tardé como 40 minutos en sacarla.
-Después de tanto camino recorrido y tanta agua ya pescada. ¿Le queda algún sueño pendiente usted que parece haber cumplido todos?
-Es como el escocés que en su lecho de muerte se lamenta diciendo: “Tantas aguas que no he pescado”… y las hay. Sé que en la península de Kamchatka hay cursos casi inexplorados, y me gustaría ir. Pero en realidad me considero un afortunado con lo que ya he hecho así que no tengo más pretensiones. Tengo la suerte de tener una cabaña en Tierra del Fuego donde para llegar tengo que andar a caballo tres horas y media. Al lado de las cabañas pasa un pequeño río que tiene sus truchas. Y me gusta estar ahí. Y otra de mis suertes es tener una familia que me acompaña y me entiende en mis pasiones. No es lo que veo que pase a mi alrededor así que me considero muy afortunado.
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-¿Cuántos viajes internacionales hace por año?
– Desde el año 2004 empecé a organizar para el club NorySur viajes de pesca a distintas partes del mundo. Hemos recorrido mucho. Todos los años vamos a Canadá –a pescar Steelhead, hemos ido a Alaska, a Mongolia, a Islandia, a Botswana, Namibia, Nueva Zelanda, Bahamas, Cuba, Venezuela… en algunos viajes la pesca era lo primordial y en otra lo complementario. Actualmente organizo dos por año, uno a las steelhead y otro hacia algún otro destino. Organizar viajes es un trabajo chino. Vamos en grupos de 8 a 16 personas y cada viaje conlleva un intercambio de unos 1400 correos electrónicos entrados y salidos. La gente pregunta todo, desde qué caña llevo hasta que ropa se va a poner. Los socios del club aprecian mucho este trabajo que hago porque a todos le encantan los viajes pero no sabrían por dónde empezar. Por ejemplo cuando fuimos a Botswana y Namibia, todos habían visto alguna vez un Tiger Fish, pero no sabían cómo ir a pescarlos ni por dónde empezar a planear el viaje. No es lo mismo ver una foto por internet de un tipo sonriendo con un pescado que llegar vos y encontrarte que las cosas no son lo que parecían.
-Cuénteme de esa pesca africana.
– Y… en Africa fuimos a pescar Tiger Fish, pero la excusa de la pesca servía para estar viendo una naturaleza maravillosa. Pescamos el río Chobe, limítrofe entre Botswana y Namibia y también el Zambezi, que origina las Victoria Falls, las cataratas del Victoria. Elegimos un punto unos 70 km al norte de las cataratas. El entorno era bárbaro, era más importante tener una buena cámara de foto que una buena caña. El avistaje de animales daba infinitas ocasiones de fotos. Y el Tiger Fish estuvo bueno, pero creo que hay mejores lugares para pescarlos de los que fuimos. Logramos ejemplares de 4 kilos, son peces fuertes y con dientes que no se pueden creer… era una mosca por pescado, porque quedaban destrozadas.
– Pesca y naturaleza fueron también los atractivos del viaje a Mongolia ¿no?
-Y en Mongolia pasó algo parecido… fuimos a pescar la trucha más grande del mundo: el Taimen, pero nos maravillamos con la naturaleza y la cultura de esa gente. Ese viaje fue fascinante, ver como esa gente mantiene su cultura, su historia viva, viven aún en esas carpas redondas llamadas Ger. Nos tocó andar cinco horas en una 4×4 y nunca vimos un alambrado, porque esa gente instala su carpa donde están las pasturas y luego traslada sus rebaños de ovejas, de yaks o de caballos adonde haya mejores condiciones. Así que en esos viajes la pesca es la excusa pero los viajes te enriquecen por otro lado.
-¿Pudieron cobrar las Taimen? Valió la pena el viaje por ellas?
La pesca del Taimen está buena porque hace un pique en superficie muy violento, muy explosivo. La pelea no es tan fuerte, pero el pique es muy bueno. Es un pescado más bien largo y flaco, allá los miden más que pesarlos. A mí lo que más me gustó es el paisaje con montaña, río y verde, parecido a Suiza, y luego esas planicies de Gengis Khan que hacia el sur termina en el desierto de Gobi. De cada uno de estos lugares uno va recogiendo técnicas de pesca que son aplicables a otros lugares, y uno se va enriqueciendo. A mí me dicen en el riachuelo están saliendo unos salmones bárbaros y yo no voy ni un minuto. A mí me interesa ir a la naturaleza, disfrutar de mi soledad, o de la poca densidad de gente que haya en el ámbito, para mí eso es un lujo.
“Me apasiona el aspecto mental de la arquería tradicional”
Como en una suerte de mamushka deportiva, de la vida de Juan van saliendo pasiones que se perfeccionan y afianzan con el tiempo, y también se renuevan. Su nueva actividad es la arquería tradicional, actividad que lo encantó al punto tal de destinarle al menos una hora por día a su práctica.
De chico mis padres me regalaban arcos y flechas de juguete, de esos que vienen con una ventosa en la punta de la flecha y mi mayor éxito era que quedara estampada contra el vidrio. Pero nunca se me dio por meterme en el tema. Y ahora, hace seis o siete años, agarré la arquería. Tengo 73 ahora y casi todos los días tiro una hora. Entré en competencias y demás, hasta participé de un mundial. La verdad es que este tipo de arquería que es la arquería tradicional, me parece apasionante. No me gusta la arquería moderna con miras, poleas y barras estabilizadoras, eso lo siento como tirar con un rifle. Esto que yo hago es un tiro más instintivo: uno no apunta, sino que mira el blanco, y usa una técnica que si la hace bien, le pega en el medio. Lo que encuentro apasionante es que termina siendo un tema muy mental. La técnica se termina aprendiendo, pero lo que prima es la vulnerabilidad que uno tiene, la ansiedad, el control, el exceso de control… cuando uno lo logra se siente muy bien, es una satisfacción.
-¿Cómo llega usted a esa actividad?.
-Un amigo me introdujo al Club de Tiro Independencia donde está la Escuela Tradicional de Arquería que maneja Andrés Verde, el mejor arquero del país, reconocido internacionalmente, en este tipo de arquería. Tomé clases con él y con mi mujer, que también tira, y tira mejor que yo, cosa que me parece buenísimo porque ella no es competitiva y tira sin ninguna clase de presión, en cambio yo que soy más competitivo me presiono y me vuelve en contra. Es un desafío permanente el corregir cosas que uno no domina enteramente.
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