Pesca divina en el Mar Caribe.
Experiencia personal del socio de AICACYP Jesús Leonelli con su hijo Ivan, compartida con los lectores de Aire Libre de Mayo.
Este verano tuve la oportunidad de vacacionar en familia en Cancún, México, y con ella, la de cumplir un ansiado sueño de toda la vida: pescar en Mar Caribe. Tal era mi entusiasmo y ganas de vivir esa experiencia junto a mis hijos, que antes de emprender el vuelo, viajé a la Virgen de Lourdes, en Alta Gracia, Provincia de Córdoba, pidiéndole que nos ilumine para cumplir con el deseo de sacar dos Marlins; uno para mi hijo y otro para mí.
Al llegar a destino, preguntando y averiguando dí con la gente indicada y al día siguiente ya estábamos en la embarcación, internándonos 50km en el Mar Caribe. Amaneció con un clima ideal para la pesca, lo que alimentó nuestra adrenalina.
Una vez allí, era hora de entrar en acción. Usamos el equipo que los guías nos brindaron: caña Shimano de 80 lb, reel rotativo Shimano y nylon de 0.35 mm. Sabíamos que nos podíamos encontrar con distintas variedades de peces, los tan deseados marlín, o quizás dorado de mar, pargo, mero, etc. Veíamos como lo pájaros se alimentaban de un cardumen de sardinas que saltaban sobre el agua a lo lejos, y eso nos daba la pauta de que era el lugar correcto, por eso fuimos en esa dirección.
Empecé tirando la caña inundado de expectativas, ansioso de saber con qué nos sorprendería el mar. De pronto, tan sólo tres minutos más tarde, sentí como se tensaba la tanza y allí comenzó la lucha por sacar lo que había picado. Hice las primeras maniobras, con incertidumbre ya que la tanza se había aflojado.
No sabíamos qué pasaba, pero veíamos a lo lejos, lo que los mexicanos llaman “picudo” aleteando y suspendido en el aire. En realidad era un precioso Pez Vela que luchaba por zafarse del anzuelo.
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Siendo el pez más veloz del mundo con un nado de 105 km/h, los guías navegaban la lancha en la dirección que el animal eligiera para salvar su vida. Así fue durante unos treinta minutos, dándole tanza y tratando de acercarnos en cuanta oportunidad fuera posible. Pasado este tiempo, le pusimos el arnés a Iván, mi hijo mayor que a sus 13 años me acompañaba en la aventura. Asegurado y con la ayuda del resto de la tripulación, le di la caña a él para que siguiera la misión. Como un héroe siguió la lucha durante otros veinte minutos, tras lo cual entregó la caña, agotado.
Era un bellísimo Pez Vela de unas 70 lbs y 2.30 mts de largo; que intentamos devolver al agua, revivirlo y dejarlo libre. Pero tal había sido la pelea que lamentablemente nuestros intentos por mantenerlo con vida fueron en vano, por lo que optamos por llevarlo a la costa con nosotros.
Como si fuera poco, ya regresando entre Cancún e Isla Mujeres; a unos 5 km de la costa, hicimos una nueva parada aprovechando el potencial del mar, y picó una Barracuda.
No se puede describir con palabras una experiencia como esta. Vivirlo, luego de haberlo soñado durante toda una vida, superó ampliamente mis expectativas, más aun por haber podido compartir esta aventura con mi hijo.
Con enorme y profundo agradecimiento, regresé a Córdoba y volví a visitar la Virgen de Lourdes en Alta Gracia. Me dio mucho más que poder pescar dos peces como había pedido inicialmente; fue el pescar uno solo entre dos; padre e hijo, juntos en una experiencia inolvidable.
Por último los invito también a ver lo que les he tratado de transmitir en palabras, en el siguiente video de Youtube
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