Un retrato del agua.
Nota de fotografía de Karl Ness exclusiva para Revista Aire Libre.
Mucho se habla del agua como elemento esencial e indispensable para el futuro de la vida, tal como hoy la conocemos. Mucho se ha escrito sobre este vital elemento e innumerables son los abordajes utilizados por científicos, ecologistas, ambientalistas y representantes de otras disciplinas preocupados por su existencia en volumen suficiente para abastecer la demanda planetaria humana. Aun así, siempre hay lugar para un enfoque distinto, diferenciado en tono y estilo. Ese es el caso que nos propone el creador de esta obra, que si bien se corporiza hoy en una trilogía compuesta por un libro, un video y una muestra fotográfica, puede llegar en el futuro, a montarse en otras plataformas y adquirir diferentes formatos. Es una propuesta artística, un producto del hemisferio derecho, que se vehiculiza a través de los sentidos sin afectar a la racionalidad.
En su nota anterior, sobre fotopaisajismo, Daniel Rivademar(*) nos había anticipado su deseo de hablarnos de esta obra y hoy cumple con su palabra asistiendo – puntualmente – al encuentro previsto para el reportaje que ya comienza…
AL: ¿Cómo nace la idea de retratar al ciclo del agua?
DR: Bueno, si recordás mi nota anterior, allí decía que la primer cosa que me impactó de la Patagonia fue su clima (en contraste con los calores del verano de Buenos Aires, donde yo vivo) pero la que más me conmovió fue la transparencia de sus aguas. Los rioplatenses estamos familiarizados con el agua turbia, amarronada, característica distintiva del río color de león. No pude menos que emocionarme al ver correr, por primera vez, el agua prístina entre las rocas, esa imagen, por lo menos a mí, me resultó muy inspiradora, es una imagen de gran pureza, casi bíblica, exuda vida. Así fui fotografiándola, desde el principio de mis viajes – hace ya 37 años – hasta hoy, en distintos ámbitos de la Patagonia, lugar que para registrar el ciclo del agua resulta un escenario excepcional.
AL: ¿Qué es lo que la hace excepcional?
DR: Su variada y completa topografía. Las altas montañas y sus nieves eternas, glaciares, la selva fría – Valdiviana –, bosques exuberantes, lagos y ríos, y el litoral atlántico, una de las líneas costeras más deslumbrantes del planeta. Como verás, lo tiene todo.
AL: No debe haber resultado fácil lograr registrar ese todo y condensarlo en esta obra….
DR: Para nada, es el esfuerzo de casi una vida. Durante mucho tiempo hice fotos de paisajes y edité varias obras de muy buena repercusión como el libro “Patagonia Tierra de Gigantes” que tuvo 3 ediciones, luego, una serie de libros menores, sobre los glaciares y uno sobre los lagos de la Patagonia, entre otros y produje también una amplia colección de calendarios. Todo esto lo fui haciendo a través de muchos años y muchos viajes. Estimo que hasta la fecha tengo recorridos en la Patagonia 750.000 Km en unos 160 viajes. Me hice profesional de la fotografía a los 29 años, pero desde fines de mi adolescencia comencé a fotografiar esa maravillosa región geográfica. La cordillera primero y la costa después, los extremos del ciclo. Los hice estimulado por la práctica de mis deportes favoritos el andinismo y el buceo. La estepa llegó luego, como el jamón de este imaginario sándwich. Tuve la fortuna de que los deportes practicados me dieran la técnica necesaria para moverme con habilidad en todo tipo de terreno. Fotografiar la naturaleza es una experiencia casi mística. Uno está solo en la inmensidad, desaparecen las preocupaciones cotidianas y comienza la inmersión en un mundo mágico, donde el silencio profundo hace que todo lo que se observa parezca tener más detalle y color.
AL: ¿Esto me da pie a preguntarte, cómo fue tu 1ra. vez con la fotografía y con la profesión?
DR: Perfecto, qué agradable pregunta y qué lindos recuerdos me trae. Las primeras fotos las tomé en un viaje – el primero que hicimos con el colegio, a mis 14 años – con los chicos del secundario-. Fuimos a Salta y al volver todos se quedaron muy sorprendidos por la calidad de las tomas, aunque – paradójicamente – mi padre las criticó muchísimo por la ausencia de gente en las mismas. Evidentemente ya despuntaba en mí la afición por el fotopaisajismo. No obstante, debo reconocer que ese comentario de mi padre me afectó y mantuvo alejado de la fotografía por algunos años. La cámara con la que la que las hice era una Kodak Retina III C, nuestra cámara familiar, que tenía un maravilloso lente Schneider 50mm f: 2.0. Con esa cámara comencé también a fotografiar en el sur y tengo recuerdos increíbles, es más… cuando tenía 17 años, hice la foto del trencito de Jacobacci – Esquel y fui felicitado por la gente de Kodak que no podía creer que esa imagen hubiera sido capturada por un chico tan joven y con la Kodak Retina. Pero en realidad, mi primera cámara fue la Kodak Fiesta, el modelito de entrada a la línea amateur, que por aquellas épocas hizo debutar a mucha gente en el mundo de la fotografía. Recuerdo que calzaba perfecto en el ocular de un microscopio Tasco que mi padre me había traído de Canadá, porque por esa época mis intereses iban por el lado de la química, la física y la investigación. Recuerdo que enfocaba con total precisión todo lo que ponía en la platina del microscopio, por supuesto el frame de la foto era circular. Después ya pasé a las réflex y la primera fue una Minolta SRT 101 con sus ópticas intercambiables. Ya por esa época había montado mi laboratorio de blanco y negro. Ese fue el inicio de la era profesional.
AL: ¿Y cómo llegó el primer dinero en la época profesional?
DR: No llegó por la venta de una foto sino de un proyecto editorial. Fue el caso de “Patagonia Tierra de Gigantes”, un verdadero suceso editorial de un libro del que se llevan impresas 3 ediciones y que obtuvo muy buenas críticas, tanto locales como internacionales. Ese proyecto comenzó a generar retornos después de muchos años de invertir recursos propios en esta iniciativa. A los 29 años decidí abandonar mi emprendimiento industrial y comercial para dedicarme exclusivamente a la fotografía y al documentalismo. Con mis ahorros afronté la nueva aventura y sostuve el andamiaje productivo hasta que aparecieron los primeros ingresos.
AL: ¿Lo tuyo siempre ha sido de un gran esfuerzo y compromiso, verdad?
DR: Totalmente, siempre me he comprometido muchísimo con mis aficiones y proyectos laborales. Y respecto al esfuerzo físico, baste decir que el 50% de mis expediciones y travesías las hice solo, sin asistentes. La búsqueda de imágenes a través de largas caminatas, transitando todo tipo de terreno, de sol a sol y a lo largo de varias jornadas – a veces, semanas… – resulta extenuante al principio y sumamente tonificante luego. Cuando regreso de los viajes me siento muy saludable y con un vigor excepcional. No obstante, el proceso suele ser muy duro, de un gran despliegue físico. Es que siempre he querido fotografiar y grabar video simultáneamente, lo que implica acarrear mucho equipo, tratando de acceder a zonas inaccesibles y armando y desarmando el trípode infinidad de veces al día. Para mí, el documentalismo siempre estuvo más cerca de un asana de yoga que de una pasiva actividad intelectual. Muchas de mis fotos son producto de una ligera planificación inicial y luego de un profundo compromiso de cuerpo y mente en la búsqueda constante del lugar y momento ideales.
AL: ¿Precisamente, hablando de momento ideal, en qué momento se produce el “eureka” de esta obra?
DR: Jaja…fue un proceso pero te diría que sí, que hay un “eureka o satori” – un momento de iluminación – y ocurrió hace 10 años, cuando estábamos filmando el documental del Museo del Hielo de El Calafate. Allí, al estar no ya fotografiando sino grabando en video y monitoreando el sonido del agua cristalina, se produce en mí una suerte de encantamiento, un verdadero hechizo, que me fuerza a acompañarla en todo su recorrido y a estar con ella desde los glaciares hasta que el río se convierte en océano.
AL: ¿Es este transitar entonces la esencia de la obra?
DR: Sí, así es. Lo hace a través de todo el ciclo: evaporación, precipitación, acumulación de hielo y nieve, fusión, escurrimiento y evaporación nuevamente. Tal como lo venimos describiendo, se trata de un relato vertebrado a través del viaje del agua, que pasa del cielo a la tierra y de allí al mar. Este enfoque es la resultante de mi propia búsqueda. A mí siempre me interesó la belleza del paisaje y la armonía de la naturaleza. Nunca me incliné por destacar los problemas antrópicos o ambientales del agua. Ya hay mucha gente, sumamente calificada, que lo hace. Nuestros archivos fueron construidos en base a un procedimiento de organización con sus diferente áreas temáticas, 15 en total, y si bien hay una específica del agua – que se fue compilando a través del tiempo por agregación, programando nuevas expediciones para completarla – todas están, de una u otra forma , relacionadas con ella y su recorrido. Un viaje que no está descripto técnica y literalmente sino a través de una retórica más artística; la misma que inspira mis imágenes. Te dejo como muestra que evidencia su espíritu, el párrafo final de uno de sus capítulos: “El Planeta azul”, con textos del escritor Alejandro Winograd.
“…Sí; nos gusta pensar que somos únicos. Y a pesar de que nuestro planeta no sea el centro del universo y de que nuestra especie no sea la única en sentir emociones, tal vez lo seamos. Porque uno de los rasgos que identifican a los seres vivos es, justamente, el de la singularidad, aun dentro de su clase. Y esa singularidad, y de hecho, todo lo demás, no sería posible si no fuera por el agua…”
AL: Touché, el agua comienza a seducirme… ¿Quiénes conforman el equipo de producción de la obra?
DR: ¡Ahh, por supuesto! así es de encantadora la pluma de Alejandro. Precisamente, él es el copywriter del equipo pero, te los voy a describir a todos en detalle y ordenadamente: Rita Gómez Sala: Directora editorial y diseñadora gráfica. Axel Bos: Consultor naturalista, archivista, fotógrafo, logístico de expediciones y guía. Fue guardafauna. Alejandro Winograd: Biólogo y escritor.
Dan Newland. Escritor y Traductor al inglés, nativo de Ohio, USA.
Entre todos hemos dado forma a varios proyectos y particularmente a este que consta de:
- 50 fotos y paneles que conforman la Exhibición.
- Un video en FHD de 15´ sobre soporte DVD.
- Un libro de 176 pág. tapa dura y apaisado con textos y 100 fotos que ilustran el ciclo del agua.
Una obra que, si bien tomó forma en estos 10 últimos años, registra antecedentes desde hace 37, época en que comencé a fotografiar profesionalmente.
AL: ¿Todo el proyecto ha sido ideado y producido por sólo 5 personas?
DR: Sí, somos un equipo reducido pero – y lo digo con orgullo – sumamente profesional. Los conceptos del proyecto parten del conocimiento tanto de Axel como mío. La participación de Axel es vital por su conocimiento de la Naturaleza, así como de guía de la región y su aporte de archivista. Rita ha sido una pieza clave en la dirección editorial del proyecto y en la conformación del equipo. Alejandro, es un ser polifacético ya que además de lo descripto anteriormente es un gran investigador y un activo y exitoso empresario. Y Dan, un traductor de lujo, un escritor que interpreta los textos en inglés – castellano y viceversa. Un profesional muy demandado internacionalmente. Bueno y finalmente yo, pero de mí ya he hablado en exceso.
Y así se despide el creador de esta obra, un material de gran valor que bien puede ser aprovechado por las áreas de marketing y RSE de empresas comprometidas con la sustentabilidad. Así se despide, alguien que ha dedicado gran parte de su vida a hacer lo que le gusta y a difundir cuerpo y alma de la naturaleza patagónica, interesado vivamente en comunicar de manera singular, la importancia del cuidado del medio ambiente que, según sus palabras, es nuestra madre y nuestra casa, la Tierra.
(*) DANIEL RIVADEMAR: es fotógrafo y realizador de video, explorador, andinista, buceador y director de Tierra Viva, Casa Editorial.
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