Correr sobre el agua en el lago Baikal.
Nota de Neil Macfarquhar para The New York Times.
Véronique Messina, terapeuta del lenguaje francesa que trabaja en Camboya, vino al lago Baikal en la lejana Siberia para correr un maratón a través de su superficie congelada. Se aventuró a hacer su primera carrera de prueba por el hielo apenas un día antes del maratón. Los estruendos y temblores que resuenan por el hielo cuando este se desplaza, llamados en ocasiones la “sinfonía del Baikal”, fueron una sorpresa desagradable. “Fue horrible”, contó Messina, de 40 años. “El hielo temblaba. Yo temblaba. Creo que cada vez que tronaba yo corría más rápido”.
Los maratonistas con frecuencia participan en carreras como una manera de explorar el mundo. Cada marzo, el maratón sobre hielo de Baikal atrae a un pequeño grupo al lago —declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco— tanto por su exótica belleza etérea como por sus condiciones impredecibles y extenuantes. Flanqueado por montañas lejanas cubiertas de nieve, el lago invernal es una vasta planicie de nieve blanca con amplias franjas de hielo azul marino donde la nieve ha sido removida por el viento.
Los microclimas generan tormentas que sabotean los pronósticos del tiempo. “La ciencia no puede ayudarnos”, dijo Aleksey P. Nikiforov, de 58 años, el encantador, y en ocasiones gruñón, fundador de la carrera, que este año se llevó a cabo el 2 de marzo. Muchos corredores dijeron que viajaron a Baikal motivados por querer poner a prueba sus límites. Este lago –ubicado unos 4340 kilómetros al este de Moscú– es el cuerpo de agua dulce más grande y profundo del mundo. “A finales de este mes cumplo 30 años, así que quería hacer una locura”, dijo Sabrina Kwong, una banquera de Hong Kong. Agregó, algo nerviosa: “Me inscribí antes de pensar en cuán extremo sería”.
El hielo y el clima garantizan que ninguna carrera será idéntica a otra. “Baikal prepara sorpresas nuevas, en especial para ustedes los corredores, en cada ocasión”, afirmó Nikiforov durante una reunión informativa la noche previa a la carrera de este año. “Eso lo hace más interesante”, agregó; los corredores compartieron una risa nerviosa. En 2005 le pidieron a Nikiforov, dueño de una pequeña empresa turística, que organizara un maratón que bordeara el lago. Entonces pensó: ¿Por qué no correr a través del lago?
La Reserva Natural Baikalsky, en la costa este del lago, está a 38 kilómetros de Listvianka, la principal ciudad turística en el extremo oeste. Para completar los 42 kilómetros necesarios para un maratón, cada año hay que identificar una superficie suave, desprovista de grietas o zonas impenetrables de hielo fracturado.
Nikiforov inspecciona el hielo en repetidas ocasiones en las semanas antes de la carrera. Pone a prueba su grosor con un confiable taladro de mano soviético; si el hielo tiene más de 43 centímetros, puede soportar el peso de un tanque. Este año el hielo tenía unos 68 centímetros de grosor. Hay algunas grietas aleatorias que se abren y cierran casi de golpe, que suenan cual disparo de cañón a la distancia.
El mayor peligro que representan las grietas es provocar la torcedura de un tobillo, no que alguien pueda caer por el hielo. Aunque hubo un año en el que se abrió un hoyo de tal magnitud que los corredores tuvieron que sortear la parte más aguosa corriendo encima de tres pequeños aerodeslizadores estacionados. En la edición de 2018 un feroz viento glacial salió como de la nada, lo que redujo la visibilidad; apenas se avistaban unos cuantos metros hacia adelante. Los corredores desorientados se salieron de la ruta marcada con banderitas rojas y algunos sufrieron lesiones por congelamiento.
Nikiforov canceló la carrera por primera vez y evacuó a todo el mundo. El organizador considera, en línea con las tradiciones chamánicas locales, que el lago Baikal es un ente vivo. “Cuando le digo a la gente que está vivo, que respira, creen que estoy loco, pero llegan aquí y lo sienten”, explicó. Este año, el día de la carrera comenzó con un trayecto de 55 minutos en diez aerodeslizadores pequeños a través del lago, hasta el punto de salida. Participaron 97 hombres y 30 mujeres de 23 países; una cuarta parte de los corredores provenían de Rusia.
Del total, veinticuatro personas corrieron medio maratón. Nikiforov trata de mantener una participación limitada, de modo que pueda evacuar a todos de ser necesario. El lema del evento en 2019 fue “Carrera por la conservación del agua limpia”. Pero la competencia no es tanto un esfuerzo medioambiental activo como un intento para generar conciencia sobre la necesidad de proteger el lago: contiene aproximadamente el 20 por ciento del agua dulce de toda la Tierra.
Cuando los corredores emprendieron la carrera ese 2 de marzo, densas nubes sugerían la amenaza de una nevada. Al cabo de una hora, el grupo se había separado y apenas se avistaban como puntitos negros en un paisaje completamente blanco, donde el lago nevado se fundía con el cielo nublado. Entonces salió el sol. La temperatura rondaba los -3 grados Celsius, lo que se considera agradable para el mes de marzo en Siberia. Un corredor ruso se quitó los pantalones para quedarse únicamente en short. Al verlo, Nikiforov saltó de su aerodeslizador.
“¡Si no se te caen los testículos solos, nosotros nos aseguramos de que así sea!”, le gritó en ruso. Amenazó con expulsarlo si no se vestía de nuevo. “Las reglas deben ser estrictas, estamos en Baikal”, murmuró. La vestimenta recomendada consiste en pasamontañas, cinta para el rostro, gafas protectoras, una chaqueta y pantalones a prueba de viento, dos capas de ropa interior térmica delgada y guantes gruesos. También era indispensable llevar crampones o tenis con púas para correr.
Los maratonistas en ocasiones corren con dificultad sobre la nieve, otras veces se deslizan por el hielo raso. Alex E. O’Shea, bombero de Irlanda de 44 años, llevaba unos zapatos caseros con tachones de metal clavados a la suela. Las cabezas planas de los tachones resultaron ser inservibles sobre el hielo duro, y O’Shea sufrió una caída. Messina, la corredora francesa, arrancó algo dudosa. Temerosa de la grieta, decidió unirse a otros corredores. No obstante, al poco tiempo se quedó sola. Atenta a las gruesas venas blancas en el hielo, intentaba revisar hacia donde podría saltar si alguna se abría de pronto.
“Fue sumamente hermoso”, dijo. “Estás a solas en el Baikal: es tucarrera, estás a solas contigo misma”. La carrera terminó con escasas fanfarrias. Casi todos los turistas amontonados en el hielo ignoraron a los corredores, quienes maniobraron para llegar hasta la recta final sorteando obstáculos que incluían a patinadores sobre hielo, trineos tirados por perros y turistas tomándose selfis.
Anton Dolgov, de 44 años, ejecutivo moscovita, ganó la carrera con un tiempo de 3:05:05 horas. Ekaterina Lykasheva, de 30 años, de la ciudad cercana de Irkutsk, fue la primera mujer en llegar a las 3:49:30 horas. Se deslizó con alegría sobre sus rodillas los últimos pocos metros hasta los brazos de su esposo y su hijo pequeño.
Messina fue la sexta mujer en llegar a la meta, con un tiempo de 4:30:54 horas. “¡Lo logré, corrí sobre el agua!”, dijo triunfante. Describió la experiencia en general como la de un astronauta que explora otro planeta. “¡Estaba muy feliz de estar ahí!”. ¿Lo haría de nuevo? “Me encanta conocer lugares nuevos, mejor ahora otras cosas”, dijo y se rio.
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