Pato Al Agua.
Aire Libre salió a pescar con un campeón del mundo. El “Pato” de San Miguel del Monte nos habló de su pasión por la pesca, en un tiempo de revancha donde se está dando el gusto de vivir más aventuras caña en mano, tras haber “hipotecado buena parte de mi vida por el fútbol” Por Wilmar Merino
El querido “Pato”, ídolo de Quilmes, de Racing, de River, de Vélez, de la Selección Argentina y de cualquier amante del fútbol, nos cuenta que no ha podido pescar tanto como hubiese querido porque “hipotequé mi vida por el fútbol. Fue una decisión, no me quejo, pero me perdí muchas cosas por eso”. Quizás por eso en este encuentro, en el que vino acompañado por El Chango, un amigo de su San Miguel del Monte natal, se muestra distendido, feliz de poder estar compartiendo unas horas de lancha sin que lo demanden sus obligaciones en las divisiones inferiores de River, sin que suene el telef…. Riiiingg…. “Hola Conejo, te llamo después que estoy pescando, pero contá con eso”, le dice, cómplice de algo previamente pautado, al genial Alberto Tarantini, que esta vez debe esperar.
El Pato está ocupado, atento a sus boyas de pejerrey, en la Quilmes de sus amores, ciudad que lo vió llegar con un bolsito y sus esperanzas como únicas lanzas para enfrentar la vida. Tenía 13 y recién llegaba de Monte, donde fueron a buscar a un crack y se terminaron comprando al mejor arquero del país. Ya habrá tiempo para hablar, pero, por ahora, el Pato quiere sacarse las ganas con unas flechas de plata. Tiene, es sabido buenas manos: clava uno tras otro y al fin, ya calmadas las ansiedades iniciales, nos sentamos en proa a conversar. Pero deja una recomendación al guía Leo Más, anfitrión en esta jornada: – “Leo, atendeme la mía que es ganadora eh… mirá que picó en punta”.
“Yo nací en San Miguel del Monte. Ahí tenemos una laguna espectacular. Allí aprendí a nadar y aprendí a pescar. Yo me vine muy chico. A los 13 ya estaba en Quilmes. Pero cada vez que volvía a Monte me juntaba con todos mis amigos, que el 95% son pescadores, y salíamos a pescar. A mí me apasiona esto”, dice Fillol, en lenguaje sencillo, gesticulando, con ganas de conversar.
-Alfredo Barragán, explorador que llevó adelante la Expedición Atlántis cruzando el Atlántico en balsa y muchas otras travesías descomunales, le dijo a esta revista que “Lo importante es saber siempre no solo adonde llegar sino adonde volver”. ¿Monte siempre fue tu lugar de regreso?.
-Monte es mi lugar en el mundo, tengo mis afectos allí. Tiene su laguna histórica. Cuando era pequeño era una de las mejores lagunas bonaerenses, muy querida por los porteños, una laguna muy noble. Pero, a decir verdad, yo le dediqué más tiempo a mi profesión. A mí me gustaba pescar pejerreyes en invierno y la tararira y la lisa en el verano. Me gusta el pez que pelea. Y mis amigos son de Monte. Como el Chango, que hoy está acá conmigo… pescando anda muy bien, pero jugando al truco le puedo enseñar (ríe con ganas).
-El pescador tuvo que darle paso al futbolista muy rápidamente… La historia dice que fue a Monte un buscador de talentos por un amigo tuyo y te encontró casi de casualidad.
-Fueron a buscar al fenómeno de la zona, no solo de San Miguel del Monte sino de General Belgrano, y todos los alrededores: “Pandito”. Le decían así por el jugador de River, Pando. Era el crack de toda la zona… pero él no se animaba a venir solo a Buenos Aires. Me lo encontré andando en bicicleta en la plaza de Monte y me dijo que me fuera con él. Eramos muy amigos pero rivales: yo vivía en el barrio Cópola y él en barrio De la Cruz. Había unos campeonatos tremendos entre los barrios y yo lo había enfrentado un montón de veces. Soy producto de potrero y jugaba en donde me tocara, de arquero, de cinco, de lo que viniera. La felicidad mía era la pelota. Y Pando me pidió que fuera con él. Hablaron con mis padres, para que yo pudiera acompañarlo. Y mi padre le dijo “si se lo van a llevar por Pando, pruébenlo a él también”. Y el tipo que fue a buscar a Pandito le dijo “que venga cualquiera, si yo lo que quiero es que venga él, si se suma su hijo no importa”. Y nos probamos los dos, y los dos quedamos. Así que ahí, a mis 13 quedó un poco suspendido el pescador porque arranqué en Quilmes con el fútbol. Era el año 63. Quilmes no tenía predio deportivo y alquiló la cancha de Maltería Hudson. Hicimos la prueba y nos quedamos. El primer entrenamiento vino un señor que me dijo ´¿Usted de que juega?´ y yo le dije ´de arquero o de 5´. ¡El tipo se enojó!. Me dice ´¿Cómo no sabe en qué puesto juega?. Y ahí elegí y dije ´¡¡De arquero!!!´. Desde entonces me dediqué a los guantes. Yo en casa no tenía televisión, no leía diarios… en Quilmes empecé a ver a un Amadeo que estaba dejando, vi al tano Roma, al tano Andrada, Agustín Mario Cejas… y aparecía el loco Gatti. Gracias a Dios no me copié de ninguno de ellos. Éramos de potrero.
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– En este período formativo no podías volver a pescar…
-No, nada. Yo hipotequé mi juventud por un sueño. Y trabajaba. Porque no estaba ahí para jugar nada más. Pinté casas rodantes, hice de todo. Quilmes me consiguió la pensión y un trabajo. Ahora te dan colegio, todo, antes te daban un trabajo. Y yo trabajaba y jugaba.
– ¿Cómo fue que recibiste el apodo de Pato por error?.
-Cuando llego a Quilmes, con Pandito, estábamos en la séptima en la cancha de juventud de Bernal, y viene Caparelli, un compañero del técnico y dice “Domingo, prestame un arquero” y me mandan a mí. Los jugadores de mi equipo me decían ´pato, pato… pasamela´. Yo no entendía nada. Y al finalizar el partido le pregunto a uno ´¿Che, por qué me dicen Pato?´. Y me explicó que el arquero de ellos se llamaba Pato Iglesias, y como a mí no sabían ni cómo llamarme me decían “Pato”.
-¿En toda esta etapa la pesca no pudo encontrar un hueco en tu vida, verdad?
-No pude, me aboqué al deporte. Era muy pibe. No solo tuve que dejar la pesca de lado sino que hipotequé mi juventud. Vivía en una pensión, con 5 o 6 pibes provincianos… los pibes se iban de joda, los viernes, los sábados, fumaban, chupaban.. yo no… yo no salía, entrenaba y vivía para el fútbol. Me decían “ehh salame”. Pero yo en Quilmes llegué a primera. Luego nos fuimos al descenso, me tocó la colimba en Quilmes, en el Impa, y estando en la colimba me van a buscar los directivos de Quilmes y me dicen que los de Racing me querían comprar. Nunca había hecho una base económica y eso era muy interesante para mí. Hacía muy poco tiempo que el Pato Pastoriza estaba en (Futbolistas Argentinos) Agremiados y consiguió que a cada transferencia le dejara 15% al futbolista. Yo pido ese 15%, y Quilmes se quiere echar para atrás… pero después Racing dijo que se hacía cargo de ese 15%. En esa época eso me alcanzó para comprarme una casita y dejar la pensión de Rodolfo López 220. Cuando Racing me deposita la plata de esa comisión, dejé de viajar en colectivo a Avellaneda y me compré la casita en Islas Malvinas y Andrés Baranda, Quilmes. Seguía viajando en colectivo… pero ya estaba en Racing, con buen sueldo y buenos premios. Me pude comprar así un Fiat 600 usado. Ahí empecé
-¿Siempre tuviste el fuego interno de saber que ibas a salir adelante?
-Si, el carácter me ayudó mucho. Padecí necesidades… y ahí lo dejamos.
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-Finalmente llegás a River. ¿Como fue ese salto?
-Racing cambia de técnico y lo contrata a Angel Labruna. Era septiembre del 73. Yo estaba muy bien, atajé 6 penales seguidos y establecí un record que al día de hoy no fue vencido. Le batí el record precisamente a otro arquero de Racing que tenía 5 penales atajados consecutivos. Viene Labruna y un día me dice: “Pibe, venga, no se cambie ahora que usted no va a entrenar. Lo están esperando los dirigentes de River en el microcentro. Vaya ahí que usted va a ser arquero de River”. Le digo “¿Le parece, Angel?” y ahí lo conocí como era: “¡¡Vaya donde le digo, cómo me pregunta eso!!” Fui y firmé. En el ´75 llegó él a River, que venía de no salir campeón 18 años. En su conferencia de prensa estaba el mundo futbolístico ahí. A la cuarta pregunta le dicen: “¿Quién va a ser su arquero?”. Y el dijo: “Mi arquero es el Pato Fillol. Fue emocionante, pero un desafío tremendo. Pasé a ser “el arquero de Angel Labruna”. La gente me decía “pibe, mirá que acá a atajó Carrizo ehh”.
-En toda esta etapa ¿Seguimos sin pescar?
-Menos que nunca… entrenamientos, partidos, competencia todo el tiempo, Selección Nacional.
-Como ex deportista de alta competencia, contame que efectos te produce la pesca, cómo te “baja” esta actividad
-Siento como una descarga profunda. El agua, la pesca, me llenan de energía. Vivir esto me llena, me evado de todo, agradezco a Aire Libre esta posibilidad de estar en el medio del río pescando. Me hace muy bien reencontrarme con estas sensaciones.
-Ya vemos que te gusta el pejerrey. Pero si hablamos de récord, el tuyo es con un dorado.
-Me gusta la pesca de río, la de laguna, pero le tengo temor a la pesca de mar. Le tengo un respeto tremendo al mar. En el rio Paraná llegué a pescar un dorado de 18 kilos en Concordia, en la represa de Salto Grande. Fue impresionante esa experiencia, conmovedora… no recuerdo cuanto tiempo me llevó traerlo hasta la lancha. Si me acuerdo que picó con señuelo y fue pesca con devolución después de la foto. Gran recuerdo.
Volvemos a las cañas de cuatro metros. Broma va, broma viene, con El Chango a su lado, el Pato se suelta, se divierte, sonríe, hace chistes. Se toma unos mates y, claro, en el medio va levantando pejes. En uno de esos momentos Zen de toda pesca, todos nos quedamos en silencio y Fillol suelta: “Es mágico tener este rio tan bondadoso. El pescador disfruta más esto que un partido de fútbol. Esto es impagable si sos pescador”. Aprovechamos sus palabras para seguir hablando de pesca.
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-¿En el exterior pudiste pescar?
-No, conozco casi todo el mundo por el fútbol, pero siempre hice aeropuerto, hotel, cancha. Profesional 100% en ese aspecto. Nunca me desvié de eso.
-¿Soñás con alguna especie en particular?
-Disfruto del Rio de la Plata, del Paraná y las lagunas bonaerenses que son espectaculares. Ahora me voy a ir a La Tigra con mi amigo el Chango, porque están saliendo unos pejerreyes espectaculares. Me gusta disfrutar del viaje con amigos, el truco, las anécdotas… no tengo sueños con trofeos sino con ir a pescar con mis amigos.
-¿Tenés preocupaciones medioambientales? ¿Te preocupan el desmonte, la contaminación, la sobrepesca?
-Si, estoy muy preocupado porque veo que no se hace mucho por parar con todo ésto. Yo no pude transmitirle esta pasión por la pesca a mis hijos, no les gusta la pesca. Pero si el amor por la naturaleza. El mejor chef del Paraná es el correntino: cuando te cocinaban un pescado en la isla, eso no tenía precio. A mí me gustaba comer “El lechón del rio”, el pacú. Pero ahora prefiero comerlos de criaderos así no matan los pocos que hay. En breve voy a ir a Ituzaingó a ver si me doy el gusto con dorados grandes y surubíes, pero con devolución.
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– Tras haberte dedicado tanto al fútbol. ¿Encontrás en la madurez un tiempo de revancha que te permite salir a pescar por todo lo que no pudiste antes?
– Hay que hacerse el tiempo para disfrutar con amigos, es calidad de vida para mí. El agua me produce mucha energía, me hace muy bien. Disfruto mucho eso. En mi época de jugador de fútbol vivía en una burbuja de fútbol. Vivía, comía, me alimentaba, jugaba, soñaba con fútbol. Hoy puedo darme estos momentos… disfrutar de mi nieto Lorenzo lo que no pude disfrutar a mis hijos. Estuve en alta competencia mucho tiempo y un día me di cuenta que mis hijos tenían 15 años y nunca los pude llevar al colegio. Es que esa obsesión tuvo que ver también con los maestros que tuve. Domingo Caparelli, de las inferiores de Quilmes, me dijo: “empleá todo tu tiempo y tus energías en el fútbol, porque Dios te dio un don a vos”. Mi otra gran guía fue Angel Labruna, que me dijo: “ustedes se tienen que quedar a vivir en el Club, no se tienen que ir más”. Así nos transmitía su amor por el club. Y hoy me toca a mi transmitirle el sentido de pertenencia a los chiquitos de River.
Llegamos a costa, el Pato baja de la lancha, y le agradece al guía Leo Más “porque lo humano superó a lo profesional”. Nos saludamos, se encamina a su camioneta, y se da vuelta para decirme: “¿Esto lo vamos a volver a repetir, no?. ¡No quiero que quede acá!. Yo al regreso de La Tigra me voy a pescar a Ituzaingó, donde me invitaron unos amigos a pescar dorados y surubíes grandes. Pero después, quiero volver a pescar pejerreyes acá en Quilmes. Si es posible con el Chango. ¡Gracias por todo Aire Libre!”.
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