Esta creciente tendencia en materia de campings gana seguidores en todas partes del mundo. En nuestro país, hay opciones bien distintas: playa o hielo, dos variantes para los que quieren relajarse bien cerca de la naturaleza sin alejarse ni un milímetro del confort.
Aunque en nuestro país aún no hay muchos que lo ofrezcan, ya son un furor de visitantes. Esta variante de alojamiento forma parte de una alternativa diferente que crece en todo el mundo. Y ya gana adeptos por estas pampas.
Los primeros Glampings nacieron en Africa como una parada amigable dentro de los largos y agotadores safaris. Surgieron de la mano de los turistas que visitaban el continente pero no querían desprenderse de su forma de vivir.
La propuesta fue encontrando después diversos caminos, cada vez más y más originales. Por ejemplo, en España se practica en casas-árbol, en Los Estados Unidos hay opciones como los trailers de lujo en California o tiendas cónicas cubiertas de piel de bisonte en Texas.
En nuestro continente, la idea desembarcó primero en Chile, donde la empresa Ecocamp ofrece hacer glamping en el parque nacional Torres del Paine. Hace un par de años, Adventure Domes instaló, frente al magnífico glaciar Perito Moreno, el glamping en latitudes argentinas. Casi al mismo tiempo abría su sucursal la versión uruguaya de esta tendencia: Pueblo Barrancas, en la ciudad balnearia La Pedrera.
En medio del bosque, cerca de la playa, a los pies de un glaciar, perdidos en la selva, la mayoría de las opciones de glamping se encuentran en áreas protegidas. Desde su concepto original, es decir, desde los materiales con los que se fabrican los alojamientos, hasta las actividades que proponen al visitante, son ecofriendly y apuestan al equilibrio ecológico, con la utilización de energías renovables y tratando de causar el menor impacto posible en el medio natural con el que se mimetizan.
Lo mismo ocurre con la comida que ofrecen: platos gourmet realizados con alimentos orgánicos, tapas especiales, pescados o carnes a las brasas. Todo súper sano y para paladares exigentes.
Sin embargo, no hay que confundir disfrutar del verde, con la desconexión del mundo y las privaciones de la vida agreste… El glamping dista muchísimo del acampe solitario. Las tiendas son alojamientos 5 estrellas equipados camas king-size, jacuzzi, room service y Wi Fi, entre otras muchas comodidades.
Además de la invitación a dormir bien cerca del paisaje, las empresas plantean a los visitantes excursiones de pesca, escaladas y caminatas, mountain bike, paseos en barco y deportes de aventura.
También se ofrecen clases de yoga, talleres creativos y una amplia gama de actividades para conectarse con uno mismo y con el exclusivísimo ambiente que lo rodea.
Con tanto lujo a la vista es fácil intuir que los precios del glamping están en las antípodas de su pariente más conocido, el camping.
Lujo en el hielo
“Lavarse los dientes a la mañana mientras lo primero que ves por la ventana es el glaciar Perito Moreno es algo inigualable. En un lugar completamente virgen, dentro del Parque Nacional y con un servicio adaptado a cada visitante, es el fuerte de esta propuesta”, contó a AIRE LIBRE Billy Zevallos, a cargo de Adventure Domes.
A 50 kilómetros de El Calafate, la empresa levantó su telón en un escenario inmejorable. Los domos, que consisten en estructuras reticulares de acero, están situados frente al glaciar Perito Moreno, en la península Las Colonias, entre el Lago Roca y el Brazo Rico.
Si bien están dentro del Parque Nacional, el terreno pertenece a propietarios privados. Después de algunos años de ir como huésped, Billy descubrió que mucha más gente podía ser protagonista de esa experiencia única. Ya van por la tercera temporada. Fueron los primeros del país.
No le gusta hablar de lujo, prefiere decir comodidad. “El lujo requiere de una logística y una infraestructura que no tenemos ni queremos tener, por cuestiones ecológicas. Hablamos de alta comodidad. Abrimos este lugar con la idea de causar el menor impacto posible y, cuando haya que devolverlo, dejarlo en las condiciones en que lo encontramos. Por eso los domos están suspendidos en el aire y todo es de madera, nada plástico”, contó Zevallos.
Ejemplo perfecto del bosque magallánico, la península pertenece a los propietarios del campamento, que son los únicos habitantes de la zona en cinco kilómetros a la redonda. Fuera de los visitantes a este glamping, el lugar es reino de guanacos, zorros, ñandúes, cóndores y otras muchas aves. Y a sólo 12 kilómetros del campamento, el gigante de hielo.
La estadía en la estancia, suma pensión completa, además de los traslados a El Calafate y excursiones con guía por el Parque Nacional Los Glaciares.
El paquete que ofrecen es all inclusive y se adapta a los gustos y necesidades de los visitantes. “Siempre apuntamos al relax y estamos pendientes de lo que quieren. Organizamos excursiones, trekking, salidas o, si prefieren, se quedan durmiendo la siesta toda la tarde”, señaló Zevallos.
Con ocho domos, tienen capacidad para 16 huéspedes. Desde viajes de bodas hasta grupos de turistas de más de 80 años, Zevallos explicó que el 99% de sus visitantes son extranjeros. “Alemanes, suizos, holandeses, franceses. Son personas que buscan otro nivel, que ya pasaron por las muchas formas del turismo tradicional y ahora quieren disfrutar algo verdaderamente virgen sin tanto show”, destacó.
Los domos, recubiertos de tela de PVC y ubicados sobre un suelo de madera, tienen una superficie de 12 m2. Están equipados con dos camas individuales, sábanas de algodón y mantas de tejido polar y plumón; una garantía absoluta de comodidad.
Arte y verde, sólo para uno
Alterra Estadía Natural se presenta como “un nuevo concepto donde arte, descanso y aire libre se conjugan, para vivir una experiencia única en Pinamar”. Es que el arte es el eje principal de esta alternativa verde: desde hace más de una década funciona allí una galería y hoy el glamping se fusionó con la pintura.
Ubicado en Martín Pescador, entre Eneas y Shaw, Alterra tiene un predio de 3000 metros cuadrados, y el edificio donde funciona la administración fue diseñado por el artista Clorindo Testa. El lugar tiene capacidad para 30 pasajeros.
“Con tanto bosque y tanta arboleda, los que vienen buscan estar en contacto con la naturaleza y además les ofrecemos espacios para pintar”, contó Silvana Spina, una de las propietarias de Alterra a AIRE LIBRE.
Abrieron el 7 de diciembre 2011 y la convocatoria de los turistas los asombró. “La gente está fascinada, se queda entusiasmada con la idea, con la propuesta de pintar”, explicó Spina.
Alterra ofrece containers acondicionados con todo el confort. Sommiers, aire acondicionado, parrilla, televisores LCD y muebles de diseño, sin contar la maravilla que supone disfrutar de una piscina en mitad del bosque y un spa para los visitantes.
“Son viviendas sustentables. Los containers se trajeron del puerto de Buenos Aires y fueron acondicionados por dentro ciento por ciento con materiales reciclados. Los paneles aislantes fueron hechos con materiales reconstituidos de descartes y las luces son de bajo consumo”, comentó Spina. La ubicación tampoco es azarosa: cuando se diseñó la instalación de los contenedores buscaron la manera de acomodarlos sin derribar ningún árbol y se siguieron las líneas del diseño utilizadas por Testa. Una vez finalizado el proyecto, buscaron la aprobación del artista plástico.
“La experiencia de convivir en un contenedor está buenísima. Son viviendas de arrastre sustentables, acordes con el medio ambiente”, aclaró una de las dueñas de la galería de arte transformada en glamping. Tienen algo que gusta a los huéspedes: el lugar está atendido por sus dueños, en contacto con la gente y con un permanente concepto de servir al visitante.
“La tarifa no es la de una carpa sino la de un departamento con servicios”, señaló Spina. El target de la gente que optó por el glamping en Alterra es el de familias jóvenes, compuestas por parejas de entre 35 y 45 años y chicos de cinco o seis años. “Nos sorprendimos porque eran todos diseñadores de arte, arquitectos, cineastas, todos muy relacionados con la creatividad. Hay algo en común que tienen todos los que nos visitan que está relacionado con el arte y el aire libre”, sintetizó la propietaria.
Garantía de relax
Nieve en invierno, aventura en verano. Si hay un lugar en nuestra geografía donde los cinco sentidos se ponen a prueba es en el valle de Las Leñas, en plena cordillera mendocina.
A solas con la naturaleza, a más de 2000 metros de altura, el complejo ofrece refugios de montaña pero Premium.
¿Habrá algo más tentador que saber que nos esperan con un chivito a las brasas, regado por un malbec mendocino, y, para la sobremesa, un fogón con guitarreada? Si el epílogo de este lujo es poder descansar en una cómoda cama pero a los pies de la montaña, no hay nada más que pedir. El complejo ofrece en su exclusivo “lodge de alta montaña” una experiencia inigualable.
El término “lodge” tiene en inglés varias acepciones como cabaña rústica, refugio (del estilo de los que usan cazadores, pescadores o montañistas), y hace referencia a una morada temporaria y pequeña. Hoy anexa, además, un concepto de mínimo impacto ambiental negativo combinado con una máxima satisfacción para el visitante que se hospeda.
Por eso Las Leñas denominó así a sus carpas estructurales cinco estrellas. Equipadas con luz eléctrica, camas, calefacción, baulera, baño privado y duchas de agua caliente, permiten alojar hasta cuatro personas.
Más allá de las comodidades de los refugios y las guitarreadas a la luz de la luna, el programa tiene todos los condimentos. Desde la aventura de los deportes extremos, a la simple contemplación de un paisaje sin igual, las actividades son variadísimas y suponen opciones para todos los gustos. Trekking, pesca con mosca y un abanico amplio de actividades al aire libre.
Bosque, mar, hielo o playa, muchas son las opciones de esta nueva tendencia en turismo que combina naturaleza y lujo; sello indeleble del glamping, que parece haber llegado para quedarse.
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