De Safari en el sur de Alaska.
Jules Perkins no da crédito a lo que ven sus ojos. A 50 metros hay dos osos pardos reposando en la hierba. Mamá osa y su bebé. Y junto a ellos un riachuelo en el que otro oso intenta pescar un salmón.
Jules, un británico afincado en Australia, querría permanecer en el lugar para presenciar el espectáculo, pero Michael Hughes sigue adelante lentamente. Sin dejar de avanzar, por el río, el terreno fangoso, la hierba. Cuando apenas están a 20 metros, el piloto de avioneta pide a sus cinco pasajeros que se agachen y guarden silencio.
“Deben permanecer juntos cuando vean osos. Así el oso piensa que nosotros somos un oso más grande que él”, dice el propietario de la agencia de excursiones Alaska Bear Adventures.
Desde Homer, Hughes lleva casi a diario a excursionistas en su pequeña Cessna en dirección al oeste, sobre todo en el parque nacional de Katmai. “En realidad aquí siempre vemos osos. A veces sólo uno, otras una docena”, dice el piloto, quien asegura que al final del verano son fáciles de encontrar: “Están en el agua y pescan salmones”.
El vuelo de casi dos horas a bordo del pequeño aparato ya es una aventura. Atraviesa glaciares blancos y azules sobre las montañas. En la nieve y el hielo se pueden ver profundas grietas y en medio lagos congelados que brillan bajo el sol.
Michael va reduciendo progresivamente la altura, hasta que aterriza sobre una franja de arena. Antes de bajar, explica a los pasajeros las reglas: Mantenerse juntos, no hacer ruidos, no esparcer comida al comer. Pero en comer no piensa nadie, más bien en cuándo verán de cerca al primer oso. Y en nada están ya ahí, mamá osa y su hijo, y el oso pescador en el río.
Animales, espacio y silencio. Por eso viajan muchos a Alaska, tanto turistas como migrantes. Hay más de 150,000 osos en el mayor estado norteamericano y sólo 730,000 personas. Casi 300,000 viven en Anchorage, el centro administrativo del país.
Observar osos es para muchos el momento más destacado de su viaje. “En verano uno siempre espera ver osos”, dice Howard Carbone, quien explica las curiosidades de la flora y la fauna a los viajeros que llegan a Talkeetna.
Pero para ver los osos, alces y águilas no sólo hay excursiones por tierra. Según el Departamento de Recursos Naturales, en Alaska se concentra el 40 por ciento de las reservas de agua dulce de Estados Unidos. Hay más de 3 millones de lagos, 12,000 ríos y unos 100,000 glaciares. Muchos habitantes del estado se mueven en lancha a motor, velero o kayak.
Por ejemplo Nick. Si él pudiera, viviría en su kayak, pero se pasa un poco de frío. Incluso en verano, el agua azul turquesa de la bahía de Kachemak apenas supera los cero grados centígrados. Desde la costa de Homer en el sur de Alaska, el mar se alimenta del agua de los glaciares. Esto no sólo hace que el agua tenga tonalidades únicas, sino que la concentración de sal sea menor. “Gracias a ello viven aquí más animales de lo que se esperaría en el mar”, dice Nick, mientras su grupo le sigue en kayak.
Pero pronto se acabó la tranquilidad y el agua se muestra agitada. Una nutria flota sobre su espalda en el agua. Sólo se ven su cabeza y los pies. La pose es relajada. Tan sólo las extremidades delanteras se agitan sin parar. La nutria se rasca la cara como si le molestaran pequeños animalitos invisibles. La escena puede parecer graciosa, pero para los animales se trata de algo necesario. “Las nutrias son todo piel y huesos, apenas tienen grasa”, afirma Nick, indicando que el cuidado personal incesante impide que los cabellos especialmente finos de su piel se ensucien y pierdan su efecto aislador.
Para las numerosas águilas y otros depredadores que viven por aquí, los animales delgados como las nutrias apenas tienen interés. Les interesan mucho más las gaviotas y otras aves, como por ejemplo las águilas jóvenes, que descansan tranquilamente sobre las rocas y cortan su comida. “La comida se la sirvió su madre, pues los pequeños no saben todavía cazar”, dice Nick.
El águila joven, animal del escudo de Estados Unidos, posee una plumaje mucho más denso que el de los adultos y todavía no tiene su característica cabeza blanca. “La reciben cuando tienen unos dos años”, afirma. Es decir, suficiente tiempo para que la joven ave pueda observar los criaderos de ostras, mientras continúa siendo alimentado por su madre.
Información básica
Cómo llegar: En avión hasta Anchorage. Hay conexiones nacionales con múltiples ciudades de Estados Unidos. Varias compañías aéreas pequeñas unen también las localidades más lejanas del norte del Círculo Polar con los centros de Anchorage y Fairbanks, así como la capital Juneau.
Cuándo viajar: En los meses de verano, las temperaturas en el sur y suroeste de Alaska pueden llegar hasta los 30 grados centígrados. En el norte las temperaturas suelen estar en torno a los 10 grados. Allí, el sol no se pone durante junio y julio. En invierno, el norte y centro de Alaska son muy fríos y oscuros. En la costa sur, el termómetro marca un promedio de unos 10 grados bajo cero.
Alojamiento: En las ciudades grandes y en los márgenes de la red de carreteras hay hoteles, moteles, albergues y pensiones. Se recomienda reservar lo más pronto posible.
(*) Artículo publicado por la National Geographic.
Autor: DPA Fecha: 8.1.2015
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