El agua es un símbolo en mi vida
Convocamos al ganador del premio Gardel de Oro a la música compartir con Aire Libre una jornada de pesca deportiva. Criado en Ingeniero White y Comodoro Rivadavia, se confiesa un enamorado del mar, presente en mucha de sus canciones, pero nunca se dedicó a la pesca. Veamos cómo le resultó la experiencia.
Por Wilmar Merino
Por estos días en que Abel Pintos se encuentra presentando su disco Abel, su agenda está cargada de notas y presentaciones. Y lo estará mucho mas en el verano, cuando arranque la movida festivalera que lo llevará a todas las fiestas provinciales donde el folclore y la música popular sean los principales atractivos. Por eso agradecemos que se haya hecho el tiempo de compartir una jornada de pesca con Aire Libre, aún sabiendo que Abel nunca empuñó una caña y hasta tenía sus reparos en practicar una actividad que preconcebía como cruenta hacia los seres subacuáticos. Pero también de desafíos está hecho el periodismo, y pese a que nuestro entrevistado nos marcó la cancha de entrada, nos alegramos de que al final de la jornada se haya llevado una mejor imagen de nuestra actividad comprendiendo que la pesca con devolución y la correcta manipulación de los peces, permiten que nuestra diversión produzca impactos mínimos en la naturaleza.
Llegamos a la Asociación Argentina de Pesca, a pasos del microcentro porteño, una cálida mañana de primavera y Pintos -que dicho sea de paso este año obtuvo premios Gardel por Mejor Album, Artista Masculino Pop y Canción del Año- se sorprendió con este remanso de naturaleza en plena urbe: “Qué increíble este lugar, lleno de naturaleza y paz”, dice pensativo mirando su elemento favorito: el agua. Aprovechando esa reflexión y mientras armamos los equipos, arrancamos la charla.
– ¿La naturaleza esté presente en tu obra?
– Si, porque somos parte de la naturaleza, somos parte del entorno del mundo en el que vivimos, lo que pasa es que por algún motivo los humanos nos creímos otra cosa, desconectados de la naturaleza, y ahí se generó una distorsión. Yo sí creo estar conectado con mi entorno. El paisaje siempre inspira, lo que nos sorprende nos inspira. Tanto hemos olvidado que somos parte de nuestro entorno que un día vemos una montaña o vemos el mar y nos maravillamos. Cuando vas por la ruta y ves un atardecer, muchas veces no prestás atención hasta que una vez lo hacés y te quedás helado. Hace dos semanas estábamos de gira, me acosté bien temprano y me levanté bien temprano: viajé en la parte de adelante del micro para ver un amanecer. Y eso hacía mucho tiempo que no lo veía y me inspiró profundamente.
-Además de ser fuente de inspiración y reflejarla en tus canciones ¿Te vinculás a la naturaleza a través de alguna actividad deportiva?.
– No hago ninguna actividad que tenga relación directa con observar el desarrollo de la naturaleza, salvo correr. Eso me gusta mucho desde chico. Hice atletismo de los 14 a los 18, cuando sufrí una lesión importante en la rodilla y dejé por seis o siete años. Hoy en día me estoy preparando para cumplir un viejo sueño, correr una maratón de 42 km, que es algo que quise hacer. Y también quiero hacer circuitos de montaña, cosa que también siempre me gustó. Hacer running de alta montaña en circuitos naturales. Esa preparación lleva mucho tiempo y se me hace difícil encontrar tiempos para entrenar, no me gusta entrenar en cintas sino al aire libre. Por otro lado, siempre que visito lugares en mis giras aprovecho para conocer espacios naturales de las distintas zonas y ciudades que visito. Paso un buen rato en esas recorridas”.
-¿Sentís la necesidad de “salir al verde” que siente el ser urbano?
-A mí más que el verde me hace falta el agua. Me siento muy identificado espiritual y simbólicamente con ese elemento. El agua es un símbolo muy grande para mí. Me crié en Ingeniero White, con las rías ahí cerca. Y antes de eso viví en Comodoro Rivadavia, también cerca del Agua. En Cutral-Co también viví un tiempo y entonces íbamos a Chimpay o a Plotier, un balneario hermoso. Cuando teníamos más tiempo, rumbeábamos para Bariloche.
-¿Campamentos hiciste?
En Plotier hice algunos de chico. Pero cuando íbamos de vacaciones o en navidades y año nuevo a pasar unos días a Pehuen–Có, íbamos siempre en carpa.
-¿Probaste allí la pesca también?
De chico acompañaba a mi tío Miguel, que era el pescador de la familia, y también le gustaba la caza. Lo acompañábamos a Cabeza de Buey, una playa cercana a Bahía, muy concurrida. Disfruté mucho el ritual de los preparativos, ir con él y sus amigos, junto a mis hermanos. Siempre tiro para el agua, incluso aquí cuando tengo que ir al aeropuerto por viajes me voy un rato antes al Aeroparque y me cruzo a la costanera a ver el agua.
-Pero no lograron contagiarte la pasión por pescar…
-Tengo una cosa muy cercana a la cuestión de la pesca. Yo nací en Bahía Blanca y mi familia se mudó varias veces a distintas ciudades del sur cuando era chico. Cuando estuve en Ingeniero White, desde los 9 a los 15 años, vivimos cerca del puerto. En aquellos años era muy activo el puerto y como todos los pueblos que viven de una fábrica o una actividad determinada, ahí había como un plan preestablecido para la juventud: vos hacías tu primaria, luego parte de tu secundaria y a los 16 tus padres te emancipaban y te metías en un barco a pescar langostinos y camarones. Para gran parte de la población ese era el plan. Muchas veces esos chicos del barrio que tenían 16, desaparecían, no los veías más, y caían al año con mucho dinero, se compraban motos, y empezaban a tener un estilo de vida que te deslumbraba. Y recuerdo haberme sentido dentro de ese plan. De hecho en los veranos para ganar dinero, muchas familias pescaban camarones y langostinos y los devolvían pelados a las pescaderías. ¡Y yo también lo hice!.
-Los pescadores entendemos que pescar es una forma de leer debajo de la superficie y nos vinculamos con esos seres subacuáticos a través de una caña y un sedal. Otros, deciden penetrar bajo esa superficie. Siendo tan amante de ese elemento: ¿Practicaste buceo?
-Nunca tuve la oportunidad, pero me encantaría, sería una experiencia hermosa. Creo que es tener la oportunidad un día de poner el pie en otro planeta, ese planeta que hay allí debajo de la superficie. El agua está muy metida en nosotros pero a la vez es otro mundo. Explorarla me parece genial. Es interesante lo que decís de leer lo que hay debajo.
-Uno de nuestros entrevistados, Alejandro Fantino, nos contó que una vez se quedaron en una isla santafesina con sus amigos, porque el motor de la lancha no les andaba, y sobrevivieron tres días comiendo mojarras fritas… ¿Te planteaste alguna vez la posibilidad de tener que subsistir de la pesca ante una emergencia como puede ser un accidente o un naufragio?
-¡Nooo!, sería como nacer de nuevo. Ya de por sí no tengo una gran capacidad de autosuficiencia en cosas que no tengan que ver con el contexto en el que me crié y me desarrollé siempre. Una cosa que admiro de mi viejo es que puede hacer un asado con dos ramitas y arriba de lo que sea. El solo necesita la carne. Es autosuficiente y se arregla con lo que tiene. ¡No estoy para filmar El Náufrago!. Bah, en las condiciones en las que habrá hecho Tom Hanks sí, pero no como un caso real. Pero creo que eso de la autosuficiencia, de arreglártelas en un lugar sin las herramientas cotidianas para buscarte la comida o construirte un refugio, a mí no me saldría. Pero admiro a quien lo hace, porque si puede arreglárselas en esas condiciones después le resulta todo más fácil cuando dispone de las herramientas. Es una parte natural del instinto que está bueno desarrollarla, pero yo no lo hice. Así que cosas así, ¡¡Espero que nunca me pase!!
– Siempre hacés referencia en tus canciones al agua. En este disco, Abel, hay una que se llama El Mar.
– Si, por eso que te decía que es un símbolo para mí por haber pasado tanto tiempo en el mar. El otro día en La Quiaca no me sentía bien, me faltaba algo, y era el mar. Soy hombre de mar, criado en el mar. De hecho una de mis primeras canciones fue Cerca del Mar.
– ¿Hiciste alguna forma de ecoturismo?
– En Bariloche hacía excursiones en Catamarán. Y luego caminábamos por las islas, cuando tenía seis o siete años. Pero no mucho más que eso. También anduvimos mucho a caballo por las montañas. Quiero conocer Cataratas, todavía no las conozco.
– ¿Kayakismo o Rafting probaste?
No, me divierte verlo, probaría, pero no lo hice todavía. Es que yo desde muy chico empecé con la música, las giras y no paré más. He conocido muchos lugares pero desde otros aspectos no siempre desde lo turístico. Es muy orgánico para mí cantar. Incluso cuando tengo que parar 20 días me cuesta. Para mí cantar es lo que tengo que hacer. Y me dejo sorprender por momento surrealistas como éste, descubriendo un lugar en plena capital donde estamos pescando y hay tranquilidad a pocos metros del caos del microcentro.
La tranquilidad se interrumpe: una de las cañas acusa pique y mientras el grabador queda encendido este cronista acude pronto al lugar de la acción y clava una boga que da brava pelea. “-¿Querés pelearla vos Abel?”… y la respuesta –“No, prefiero mirar”. Se niega amablemente. Pero se muestra interesado por la situación que es atípica en su vida. Acepta posar para las fotos con el pez. Pide que no sea tapa la imagen, que no quiere quedar asociado con una imagen de pescador que no sería real en su caso. Tras las tomas, vuelvo a poner el pez en el mediomundo, lo bajo rápido (nunca arrojándola por el aire como hacen muchos pescadores desaprensivos) y una vez en el agua, la boga sale nadando naturalmente.
Abel celebra que el pez haya salido del mediomundo nadando y regrese a su medio. “Está buenísimo eso” (la devolución) –dice-“Me gusta verlo, observar cómo trabajás, como manipulás con tanto cariño al pez”, agrega.
-Sí, pero no quisiste pescarlo vos…
-En la vida las cosas que yo siento mías las digo y las vivo. Admiro mucho la pasión con la que vos me contás todo lo que sentís con la pesca porque estás interiorizado en toda la causa. Es tu pasión conectar con este mundo. Admiro el respeto y cuidado con el que trataste a la criatura que sacaste del agua y la devolviste con ese mismo respeto y cuidado. Vos tenés una conexión, no es una cuestión de mostrador. Vos estás conectado y eso yo lo admiro. Pero no siento que es algo mío, pero sí disfruto de observarlo. Y observarlo tiene su costado romántico, porque uno puede disfrutar a través de lo que otro está haciendo. De chico me enseñaron aquello de que “el que mucho abarca poco aprieta”. Y yo prefiero que vos hagas lo que hacés y admirarte por como vos lo hacés. Yo no podría haber tratado con la misma mística y el mismo amor a esa criatura como vos lo hiciste. ¡Así que prefiero dejar a ese ser en buenas manos!.
-Se van uniendo las historias de Aire Libre. Facundo Arana nos comentaba que él, que practica todo tipo de deportes al aire libre, no era el mejor en nada, pero sí que era muy buen observador y seguidor de las reglas de lo que hay que hacer. Por eso supo que era desaconsejable seguir en su excursión en el Everest y aceptó el consejo de no continuar con una expedición que podía costarle la vida.
-Ahí tenés. Su forma de conectar con la vida es con el vértigo, y yo admiro eso, pero no metiéndome orgánicamente en algo que no es parte mía. Por eso nunca hice cosas porque estén a la moda.
“A la moda”, dice Abel y justo allí intervienen su vestuarista y su jefa de prensa, quienes les recuerdan que se va haciendo la hora de la despedida y tienen un reportaje en la televisión que requiere un cambio de vestuario. Mientras vamos guardando los equipos, Abel vuelve a maravillarse del lugar y sostiene “no es casual que hoy esté acá, me voy a acordar en otros momentos de este sitio y de este momento”.
Vamos caminando de regreso por el muelle y un aficionado logra una hermosa carpa. Usa caña de mosca, la pelea es muy deportiva y el pez tiene muchas chances de escape. Nos detenemos a observarlo. El pescador iza la pieza con el copo, extrae los anzuelos con una pinza. Abel se maravilla con su tamaño. Acepta posar con la carpa; la manipula con sumo cuidado. Se preocupa por ella. Felizmente, el pescador es de los que tienen consciencia ecológica y vuelve a poner la carpa en el mediomundo y la baja con cuidado. Abel vive un Deja Vu: el pez sale nadando mansamente.
Frente a ese broche de oro “No creo que termine pescando pero me gusta admirar a quien lo hace con el amor y la pasión de ustedes. Y sobre todo, con el respeto a esos seres que vuelven a donde pertenecen. A mi elemento favorito: el agua”.
“A veces lloro de emoción y a veces escribo canciones”
-Abel: en cada disco te reinventás. ¿Cómo salen las canciones en tu caso?
-Escribo cuando las cosas que me van pasando se van acumulando… lo pongo de esta forma. A veces lloro de emoción y a veces escribo canciones. Cuando vivo cosas que a mí me movilizan, como esta mañana en este lugar increíble adonde nos trajo la vida, en algún momento va a venir a mi mente y voy a estar pensando que esto tiene un mensaje para mí. Por algo sucede esto. Las cosas que me van pasando requieren una forma de exteriorización.
-Ahora bien, si las cosas que te pasan se traducen en tus canciones. Uno escucha “Abel” y puede decir “¿Te ha pasado todo esto? ¡¡¡Pobre!!!”
-Las historias no son tan literales, aunque sí están basadas en experiencias reales. Hay contextos que me sirven para decir lo que yo quiero decir. No estoy en pareja, pero puedo escribir Tanto Amor, una canción que empecé a escribir con un español y me parece que uno puede escribir historias que le llegan aunque no necesariamente sea uno el que las protagoniza, aunque sí el que las interpreta y de algún modo las siente como propias.
-¿Cuáles son los planes de presentación de Abel?.
El disco lo voy a presentar el 22 de noviembre en el Metropolitano de Rosario y el 23 en el Orfeo de Córdoba. En diciembre vamos a hacer una fecha en Buenos Aires. En esos shows haremos el mismo espectáculo de Sueño Dorado, pero con un set de temas de este disco, adelantando la gira de presentación de Abel que va a ser a partir de mayo.
-¿Porqué le pusiste tu nombre al disco?
-El disco se llama Abel porque habla de aceptar. Y todas las cosas que nosotros aceptemos, incluyendo a quienes nos rodean, a cuanto nos rodea y fundamentalmente a nosotros mismos, eso queda bajo nuestro nombre. Aún cuando nuestro nombre no nos identifica y elijamos otra forma para que nos llamen, esa forma va a ser la forma de simbolizar para los demás todo lo que nosotros aceptamos mostramos y somos. Como ese era el concepto del disco y de las letras, le puse Abel, porque tuve mis cosas que aceptar para encarar esta temática. La intención es que cada uno le ponga al disco que tiene en su mano, su propio nombre, porque si en estas canciones encuentra una herramienta para aceptar sus propias cosas, debe llevar su nombre.
El tiempo de reacción es muy variable, cada ser humano reacciona ante un mismo estímulo de manera distinta. Están los que en una misma situación, se pelean y están los que solucionan el tema de manera pacífica. Cada uno hace lo que sus reflejos le ordenan ante el peligro. Más o menos rápido que otros.
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