Buceo en bahamas, peligro en un marco imponente.
ROATAN – Última parte. Por Roberto Avanzi
Tal como prometí en AIRE LIBRE de marzo, de cual sería mi reacción ante la cercanía de tiburones de considerable tamaño, como eran los que teníamos a nuestro alrededor y sin querer hacerme el superhombre, fue cero miedos.
Si bien todos habíamos tomado sin chistar, la recomendación de no hacer movimientos ni ademanes bruscos ante la cercanía de los escualos, esta no me causo ningún temor, y debo confesar que me dieron ganas de tocarlo (pero privó el sentido común).
Así las cosas, el guía seguía ofreciendo alimento durante varios minutos, y más de una vez llegó a tocar a alguno de ellos sin que hubiera reacción o molestias por parte del pez.
Llevábamos cerca de 20 minutos de inmersión y el guía procedió a abrir el balde con cabezas de pescado, que había llevado para provocar lo que en la jerga, se llama frenesí, pues los tiburones comienzan a meter sus trompas dentro de aquel recipiente y extraen el alimento en forma voraz y uno de ellos se lo llevo puesto a modo de bozal por un metros, hasta que lo sacudió obteniendo el premio.
Fin del primer acto, luego de observar el comportamiento, ya más tranquilo, de los peces, el guía nos invitó a salir de nuestro lugar de observación y comenzar a bucear entre ellos y a buscar dientes, en las cercanías de donde se alimentaron, ya que una de las características de los tiburones es que aquellos se desprenden de la mandíbula y van siendo reemplazados a medida que los van perdiendo, por los que poseen en las filas posteriores, una maravilla de la naturaleza, que a más de uno de nosotros nos vendría de maravillas, verdad?, pero si así fuera de que trabajarían los odontólogos?
Después de esta pequeña humorada, continuo el relato, llevábamos ya casi 30 minutos de buceo a una profundidad en la cual el aire se consume rápido y se carga mucho nitrógeno y esto nos hace estar muy cerca del límite de no descompresión, por lo tanto cada uno haciendo caso a la indicación de su computadora y avisándole al dive máster que comenzaría el ascenso por el cabo para efectuar la parada de seguridad, emprendió la salida después de haber vivido, por lo menos en mi caso una experiencia excelente.
A medida que emergíamos en superficie fuimos subiendo a la embarcación y una vez todos a bordo, comenzamos el retorno a tierra sin un rasguño.
Al llegar a tierra y mientras nos cambiamos, editaron el compacto que filmaron durante el buceo y nos lo hicieron ver, y obviamente todos encargamos uno, pues acorde a un dicho de alguien conocido, si no está documentado, no vale.
Al día siguiente, el 9 de mayo de 2013, efectuamos los últimos buceos, uno embarcado por la mañana y por la tarde uno bien tranquilo desde la costa del hotel a un barco hundido (Prince Albert), a 17 metros durante 50 minutos, como para despedirnos de tan hermoso lugar que es Roatán.
Al día siguiente, relax, aprovechando la hermosa playa del hotel pues dos días después emprenderíamos el regreso, pero esta vez sin la espera de ocho horas en Perú como a la ida.
Así paso otro capítulo de buceo en mi vida.
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