El ícono de la ciudad cumple 62 años.
Un 25 de mayo de 1958 se realizó la ceremonia inaugural del protagonista principal de millones de postales de quienes han visitado la ciudad.
Volviendo un poco en la historia, el acto se llevó a cabo gracias a la donación de un reloj de 7 metros de altura por parte de un grupo de alemanes al Gobierno local de aquel entonces. Es que después de la Segunda Guerra Mundial fueron muchos los alemanes que se instalaron en en la villa, y justamente en agradecimiento a la hospitalidad recibida, obsequiaron a la ciudad este reloj gigante.
Este monumento contaba con un mecanismo sonoro que era accionado por un motor eléctrico de medio caballo de fuerza. La decoración de la caja, con hojas talladas a mano constituía un verdadero trabajo artesanal y el gran pájaro Cucú de madera policromada se asomaba para cantar las horas y las medias horas, acompañado por un gong gigante.
Serrana, entretenida, y turística por excelencia, Villa Carlos Paz atrae visitantes durante todo el año y desde las más diversas procedencias. Para agendarla en el turismo post-pandemia.
El profesor Dr. Carl-Hans Plock, en el libro “So war mein Leben – Zwei Weltkriegen und danach In Argentina” (Así fue mi vida – Dos guerras mundiales y después Argentina), repasa con lujo de detalles el derrotero que llevó a la construcción del ícono turístico.
“Como apoyo (zócalo) pensé en una especie de pirámide sin punta, sobre la cual apoyaba la casita con su esfera de números. En total tendría una altura de 7,50 metros. Lamentablemente no conocía (si es que había alguno) un reloj de tamaño semejante, sino todo hubiera sido más fácil, incluso hacerlo más alto.” señala el creador en su libro.
“La construcción la hizo un arquitecto de acuerdo a mis bosquejos e instrucciones. Un esqueleto de hormigón armado sirvió para apoyar los ladrillos que luego fueron cubiertos con piedra laja. La casita o carcaza fue revestida íntegramente de madera y el techo con tejas. Los tallados fueron hechos por un italiano (Mario L. Casolla) de Sestrieri que tenía una heladería en la calle Sarmiento muy cerca de donde estaría el gran reloj”, prosigue el relato publicado por La Jornada Web .
“Se había pensado un hoyo de 5 metros debajo de la construcción, para que la maquinaria (sistema de accionamiento) funcionara con las pesas. El martinete con la sonidera y movimientos del Cu-Cú los hice funcionar con un motor eléctrico de l/2 HP. Toda esta maquinaria se construyó manualmente en mi taller. Las ruedas dentadas tenían 60 y 70 cm de diámetro y las fresaron en Córdoba. El Cu-Cú lo tallé yo mismo, tenía más o menos un metro de largo. Las cifras del cuadrante de las horas las realicé en el taller de carpintería de Inoccente Persello. Para el mecanismo de percusión evalúe varios sistemas optando finalmente por uno autorregulable. Como gong para las campanadas colgamos un pedazo de riel contra cual pegaba un martillo, las pipas de los fuelles para el sonido las realizamos a escala de acuerdo a los relojes.” completó el autor.
Desde un principio, su lugar fue la plazoleta en la intersección de Bv. Sarmiento y Avenida Uruguay, y de inmediato se convirtió en un ícono para la ciudad, protagonista de miles de fotografías y el paseo obligado de todo aquel que visitara la villa serrana.
Con el correr de los años, y tras hechos inexplicables de vandalismo, el escultor Enrique López se encargó de su restauración y cambió sus colores y su plumaje, modificando así el sexo del ave en homenaje a las mujeres. Fue por esta razón que mediante una votación popular, se cambió su nombre a “Cucusa”.
Hoy, en este lunes 25 de mayo de 2020, un día patrio inédito para todo el país el célebre reloj cumple 62 años.
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