Tramo 4 – Rumbo a Cusco
Bernardo Gassmann sigue pedaleando y ahora luego de su imperdible paso por el camino de la muerte en tierras bolivianas, nos relata sus primeros recorridos por Peru.
El acto de retrasar otra vez más el reloj y recibir un sello en un papel, puede ser lo único que indique el cruce de Bolivia a Perú. Una vez más se deja en evidencia que las fronteras no son más que abstracciones de los hombres. Por muchos kilómetros, de un lado y otro de las fronteras, las costumbres, colores y paisajes se mantienen indiferentes.
Ingresé a Perú por Puno, siguiendo siempre con el Titicaca a mi derecha. Aún cargaba una bolsa de dormir que ya pedía a gritos la jubilación. Fue en esta zona donde sin duda pasé los mayores fríos de todo el viaje. Recuerdo una noche acampando al reparo de unos pinos, quedarme sin más ropa que ponerme y terminar ¡metiendo las piernas dentro de las alforjas! Esa noche fue el rock and roll del tiriteo.
Lee También: El tramo 1 – San Miguel de Tucumán a La Quiaca
Por la mañana lo de siempre, un plato de avena caliente, algún saludo al tan esperado sol, recoger todo y a la ruta de nuevo. Pocos días después crucé por el punto más alto pedaleado hasta el momento, “abra La Raya” a 4400 msnm pasando de la región de Puno a la de Cusco y días después a la ciudad del mismo nombre.
Aquí estuve 3 semanas en un hostel haciendo las veces de constructor y carpintero a cambio una cama y algo de comida caliente.
Cusco es una ciudad imponente, la gran capital del imperio Inca. Aunque de ellos quede poco, sólo las colosales construcciones de piedra perfectamente tallada que evidentemente costaba demasiado hacer desaparecer. En su lugar quedan testimonios de quienes llegaron para “civilizarnos”, estos claro, en excelente estado de conservación.
En el patio trasero de Cusco se desarrolla un valle extremadamente fértil, bastante más cálido y transitado por el río Urubamba en toda su longitud. Éste era el lugar donde los Incas cosechaban sus alimentos, estoy hablando del Valle Sagrado, sitio cargado de misticismo y los paisajes más increíbles que jamás imaginé ver.
Templos enriscados en laderas de montañas en Ollantaytambo, a los que hoy mismo cuesta llegar y donde se cultiva el mejor maíz del mundo.
Moray con sus círculos concéntricos que se cree era un laboratorio de agricultura donde aclimataban los cultivos traídos de distintas zonas.
Maras con sus 3000 piletas de sal curativa.
Si se sigue este valle al norte, hay que pasar un par de montañas más y se llega a una zona selvática, impenetrable en su último tramo de no ser por las vías del lujoso Perú Rail, aunque en mi caso lo vi mientras caminaba.
Perfectamente integrado a la naturaleza y de no ser por la parafernalia turística que lo decora, se encuentra nada menos que la Universidad de los Incas, el Machu Pichu. Creo que de más estaría agregar cualquier descripción.
Hace ya 3 meses que vengo moviéndome en el altiplano, subiendo y bajando montañas, pero siempre sobre los 3000 msnm, de modo que decido apuntarle derecho al oeste y cruzar la parte que me queda de los Andes peruanos para rodar un tiempo por la costa.
Lee también: Tramo 2 – El cruce del Salar de Uyuni
No fue una decisión muy sabia ya que me agarré de frente todas las subidas. Por ejemplo, cerca de Caraybamba sobre el final de la jornada decido hacer el último esfuerzo y subir una cuesta con un desnivel de 1000 metros en 12 km de recorrido, que luego en teoría, bajaba abruptamente.
Mis cálculos no pudieron estar más errados, no solo en el tiempo que me llevó subir, sino que al final de esta subida eterna no me esperaba ninguna bajada, más bien me dejaba en un altiplano a 4200 msnm que tardaría un tiempo en dejar atrás.
Sólo encontré una tapera de adobe abandonada que me resguardó del viento y el frío que habitaba en ese paraje.
Por fin y varios kilómetros después me veo frente a frente con un bajadón de 70 kilómetros limpios. Me esperaba un tramo por el desierto de Nazca y cruzar por sus líneas, para chocarme en última instancia con el Océano Pacífico, en Paracas.
Ahora todos los días pedaleados en la altura daban frutos en la costa, ¡Volaba! Avanzaba de a 150 kilómetros como si nada.
No te pierdas el próximo relato con la segunda parte del viaje por tierras peruanas
Seguinos en Instagram para enterarte primero.
Impactos: 139