Los científicos descubren que llegan hasta el aire que respiramos.
No hay “rincón ni grieta” en el planeta donde no se encuentre, dijo la investigadora principal de un nuevo estudio. Por John Schwartz para The New York Times.
La contaminación por plásticos no solo está ensuciando los océanos del mundo. También está en el aire que respiramos, viajando con el viento y descendiendo de los cielos, según un nuevo estudio. Más de 1000 toneladas de diminutos fragmentos llueven cada año sobre los parques nacionales y áreas silvestres tan solo en el oeste de Estados Unidos, lo que equivale a entre 123 y 300 millones de botellas de plástico.
“No hay ningún recoveco en la superficie de la tierra que no tenga microplásticos”, afirmó Janice Brahney, científica de la Universidad Estatal de Utah y autora principal del nuevo estudio. “Es realmente inquietante pensar en ello”.
Aunque es bien sabido que hay una presencia problemática de plásticos en los vertederos, los océanos y los cuerpos de agua dulce como los Grandes Lagos, las investigaciones sobre las partículas en el aire son más recientes. En trabajos anteriores se ha hablado sobre los microplásticos transportados por el aire que se han encontrado en Europa, China y el Ártico, entre otros lugares.
El nuevo artículo, publicado el 11 de junio en la revista Science, informa del hallazgo de plástico en zonas remotas de Estados Unidos. Los investigadores recogieron muestras de 11 parques nacionales y áreas silvestres. Encontraron diminutos trozos de plástico en el 98 por ciento de las 339 muestras que reunieron; los plásticos constituyeron el 4 por ciento de las partículas de polvo que se analizaron. Encontrar tanto plástico en áreas supuestamente prístinas “fue un hallazgo muy sorprendente”, dijo Brahney; ella y sus colegas volvieron a revisar sus cálculos una y otra vez, comentó, pensando que se habían equivocado. Pero no fue así.
Los microplásticos en el Canal de Beagle
Las recolecciones se hicieron tanto en condiciones secas como en períodos de lluvia y nieve, lo que ayudó a Brahney y a los coautores, Margaret Hallerud y Eric Heim de la Universidad Estatal de Utah, Maura Hahnenberger del Colegio Comunitario de Salt Lake y Suja Sukumaran de Thermo Fisher Scientific, a determinar los probables orígenes de las partículas. Las partículas más grandes caían con la lluvia y la nieve, mientras que las más pequeñas aparecían en condiciones secas.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que las partículas depositadas durante el clima húmedo probablemente se originaron en un lugar relativamente cercano, y los trozos de plástico fueron arrastrados por el aire de las tormentas en los centros urbanos y luego volvieron a caer con la lluvia y la nieve. En cambio, las partículas más pequeñas y ligeras, sugirieron, habían sido transportadas de distancias extremadamente lejanas por corrientes provenientes de zonas muy elevadas en la atmósfera, y se habían convertido en parte de los ciclos de transporte global de polvo. Los depósitos secos constituían más del 75 por ciento del plástico que se analizó.
Las microfibras que los investigadores recogieron eran compatibles con los tipos de textiles utilizados en la confección de prendas de vestir y en la producción de alfombras y revestimientos industriales, así como en equipos de uso exterior como tiendas de campaña y ropa impermeable. Esto significa que “las emisiones de los usuarios de los parques pueden contribuir a las tasas de deposición observadas, en particular en los parques nacionales con altas tasas de visitas”, aunque los investigadores llegaron a la conclusión de que esas fuentes no producían una gran parte del total de las muestras.
Chelsea M. Rochman, profesora adjunta de ecología de la Universidad de Toronto y coautora de un comentario que acompaña el nuevo estudio, dijo en una entrevista que el estudio no era el primero en mostrar que la deposición atmosférica contuviera microplásticos, ni siquiera en hablar sobre la deposición atmosférica de microplásticos en lugares remotos. Pero añadió que estos investigadores parecían ser los primeros en plantear a través de su investigación “la pregunta básica de la ciencia: ¿Por qué y cómo está sucediendo esto?”.
El comentario que adjuntó al artículo decía que la idea de “plástico en la lluvia” es el tipo de descubrimiento que puede “parecernos difícil de creer”.
Brahney añadió que el fenómeno podría contribuir a la alteración del entorno de las comunidades microbianas y causar un daño ecológico más amplio. Los humanos también podrían estar en riesgo, señaló: la presencia de tantas partículas finas en el aire significa que “nosotros también lo estamos respirando”. Los efectos sobre la salud de la ingesta de partículas de plástico no se conocen bien, aunque los tamaños de las partículas detectadas coinciden con el tamaño de las que se acumulan en el tejido pulmonar, afirmó.
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La contaminación por partículas, que incluye polvo, hollín y otras amenazas en el aire, se ha relacionado con ataques cardíacos, derrames cerebrales y enfermedades respiratorias; la Organización Mundial de la Salud estimó que, en 2016, la contaminación por pequeñas partículas causó 4,2 millones de muertes prematuras en todo el mundo.
Estudios anteriores sobre la exposición a altos niveles de partículas de plástico inhaladas en el lugar de trabajo los vinculaban con enfermedades pulmonares y daños en los tejidos. Las concentraciones de plásticos en el ambiente exterior son más bajas, pero podrían contribuir a los efectos de las partículas.
Stephanie Wright, profesora de toxicología ambiental en el King’s College de Londres que estudió el impacto en la salud de los microplásticos inhalados, dijo que en la atmósfera, “estas concentraciones siguen siendo pequeñas cantidades en comparación con otras partículas prominentes”, como el carbono negro que se encuentra en el hollín cotidiano. “Hasta que tengamos una comprensión sólida de nuestra exposición, es difícil inferir los efectos en la salud”, dijo.
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Joana C. Prata, estudiante de doctorado en Biología y Ecología del Cambio Global en la Universidad de Aveiro, en Portugal, quien también estudió los riesgos para la salud de los plásticos en el aire, dijo que las amenazas recientemente discutidas ya podrían estar contribuyendo a los efectos negativos de la contaminación en la salud, y que “no pueden ser descartados los efectos adversos de la exposición crónica a bajas concentraciones de microplásticos en el aire”.
Rochman, autora del comentario, dijo que la nueva investigación y nuestra creciente conciencia de las cantidades de plástico que caen a nuestro alrededor nos han llevado a una pregunta: “¿Qué haces con esto?”.
El estudio proporcionó una respuesta, más o menos, pero no una fácil. “Las consecuencias para los ecosistemas aún no se comprenden bien, pero son inevitables en el futuro inmediato. Para mitigar los peligros potenciales que representan los microplásticos ambientales”, escribieron los autores, se necesitará nada menos que “el compromiso de la comunidad global”.
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