Un pescador relató el ritual de apareamiento del tiburón blanco.
En 1997 fue testigo de la intimidad de dos escualos, algo que ningún científico había presenciado hasta ahora. Lo reveló en una conversación con un biólogo marino canadiense.
Es uno de los secretos mejor guardados de la vida animal bajo el agua. Tanto es así, que se conoce entre los científicos como el “santo grial”. La vida sexual del gran tiburón blanco (Carcharodon carcharias) ha estado oculta al conocimiento humano durante siglos. Hasta ahora. El relato de un pescador retirado que presenció casualmente el apareamiento de dos ejemplares de esta enorme especie depredadora aporta luz y proporciona datos desconocidos hasta ahora sobre el método de reproducción de estos escualos.
Este único testigo es Dick Ledgerwood, un pescador neozelandés retirado, que en conversación con el biólogo marino canadiense Steve Crawford reveló lo que vio hace más de dos décadas, en 1997.
Según su relato, el pescador llevaba un barco en dirección a Port Chalmers, en la isla neozelandesa, cuando, cerca del puerto de Otago, cuando su compañero de trabajo divisó una forma blanca en el agua. “Nos dimos la vuelta, regresamos y echamos un vistazo”, explica Ledgerwood, citado en The Guardian. Con el barco, se acercaron a unos diez metros y comprobaron que la forma correspondía a dos ejemplares de gran tiburón blanco.
Lo que más les llamó la atención es que los dos escualos ni se inmutaron ante la presencia del barco. Y es lógico, pues la pareja se encontraba en pleno apareamiento. Según la descripción de Ledgerwood, lo que vio eran dos gigantescos tiburones unidos y “sencillamente girando en círculos lentos”, sin moverse del lugar. “Rodaban, rodaban y rodaban, apretados muy juntos y simplemente giraban una y otra vez muy, muy lentamente”, explica el pescador.
Los tiburones que divisaron median unos 4 metros de largo y se encontraban en aguas poco profundas, a unos 4 metros de profundidad. Los pescadores los observaron durante unos cinco minutos y luego se alejaron silenciosamente, dejando los tiburones en su intimidad.
Por supuesto, en aquel momento nadie creyó el relato de estos pescadores. “Mucha gente no nos creyó. Pero ahí estaba ‘’, recuerda Dick. Pero ahora, su testimonio ha sido finalmente reconocido gracias también al interés del biólogo Steve Crawford, que se entrevistó con el pescador como parte de su investigación sobre grandes blancos.
Según el experto en tiburones del Departamento de Conservación de Nueva Zelanda, Clinton Duffy, el relato de Ledgerwood resulta “bastante creíble”, puesto que es muy detallado y encaja con lo que los científicos conocen sobre el apareamiento en otras especies de tiburones. Sin embargo, reconoce que, de momento, no hay forma de verificarlo.
Las aguas del sur de Nueva Zelanda atraen principalmente tiburones machos más pequeños, con hembras sexualmente maduras y de casi el doble de su masa. Hasta ahora, una teoría existente apuntaba que el sexo de los tiburones era tan complicado para las hembras maduras que solo llegaban a un área poblada por machos cuando estaban listas para aparearse. “Pero simplemente no lo sabemos”, afirma Duffy.
Los científicos han podido observar que muchas especies de tiburones regresan a su lugar de nacimiento. También es sabido que los grandes blancos se concentran en las aguas del sur para alimentarse de la gran cantidad de focas que hay en la zona. Pero el lugar de su apareamiento sigue siendo un misterio. Y es que ningún científico ha presenciado el apareamiento entre grandes blancos hasta el momento.
Lo que más sorprende del relato de Ledgerwood es el hecho que los tiburones estuviesen en aguas poco profundas, posiblemente debido a que los tiburones flotan negativamente, lo que significa que se hundirían hasta el fondo mientras se aparean.
Antes que Ledgerwood, se tiene constancia de otro relato de sexo entre grandes blancos, que también sucedió en la misma zona de Nueva Zelanda, en 1991.
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