Desafío por dos, Clase 56
Por Claudio Ferrer para Revista Aire Libre
Desde hace muchos años, Benito y yo somos amigos, casi hermanos, compartimos afición por la caza y por muchas otras cosas, somos de una misma generación, aunque él es un poco más viejo que yo, algo con lo que lo atormento.
Nuestros orígenes son más o menos iguales, yo nací en el sur y él en el norte, pero en una época en que nadie se asustaba de ver un chico en la calle con su rifle de aire comprimido tirando latas o pájaros, piedras o broches de la ropa.
En la tele veíamos combate o el llanero solitario, ni soñábamos con videojuegos o un nefasto gran hermano. Jugábamos a la pelota en el medio de la calle (si, en el medio) el tránsito era escaso, y fuimos capaces de imaginar un juego con tan solo un palo y un piolín, nuestra imaginación volaba en las páginas de Emilio Salgari o Julio Verne, y de vez en cuando abordábamos un colectivo para llegar a lugares lejanos como la Capilla en Florencio Varela, tan solo para cazar palomas con nuestro 4,5, en los montes que rodeaban los hornos de ladrillos que por aquella época había en la zona, y quizás aún estén.
Salimos a perdicear en micro las primeras veces, otras épocas, escopeta de un caño plegada en la mochila y puesteros amables que nos daban permiso de caza tan solo por pedir por favor, una buena llave de aquellos tiempos, donde no había cotos y los cazadores no preguntaban por hotelerías ni por puntaje de trofeos. Se cazaba por el solo placer de la caza y del contacto con la naturaleza, y uno siempre dejaba un buen amigo al salir del campo, seguros de volver a verlos en el próximo viaje o próxima temporada.
Luego llegaron los viajes a la caza grande, antílopes fueron primero, y luego vino todo el resto, siempre a pulmón, golpeando tranqueras y perdiendo (o ganando) muchas horas de charla con los puesteros, dueños de campo o como dicen algunos permisos, “Ocupante legal del campo”. Con suerte, mucha, dormíamos bajo un alero, en general era la carpa y algunas veces tan solo un caldén con unos coidrones como colchón. Un buen tronco era nuestro asiento y no recuerdo haber tenido una mesa. Una salida de caza, era una salida a la aventura, muy poco importaba si cazábamos o no, no contábamos puntas ni medíamos centímetros, simplemente cazábamos.
La caza en el centro de las miradas. Una nota del Libro del 80ª Aniversario de AICACYP que no deberías dejar de leer.
Solos aprendimos a cuerear y a despostar, a ensuciarnos las manos y separar los cortes, aprendimos a cocinar y a ahumar, a conservar nuestras carnes.
Dicen que lo primero que perdió el hombre civilizado fue su sentido de orientación, y ambos podemos dar fe de ello, seguir un rastro en el suelo y levantar la mirada para ver por donde andábamos, nunca fue nuestro fuerte.
Nos perdimos muchas veces, algunas más y otras menos, pero siempre volvimos.
El mundo de la caza ha cambiado mucho, los cazadores tenemos mala prensa, la actividad está mal vista por muchos grupos que prefieren la carne de supermercado sin necesidad de ensuciarse, pensando que ese bife de chorizo creció en la góndola. Los cazadores ya no encuentran al puestero amigo, hoy todos piden plata, el precio de la vanidad ha subido a límites insospechados, cuanto más grande el trofeo mayor el precio, cualquiera que una vez vio un ciervo cruzando por el campo ya quiere tener un coto y los que tienen pocos trofeos venden buena hotelería, la ventura se convirtió en comercio.
Con esto no quiero decir que estoy en contra de los cotos, en muchos casos son muy útiles, le dan la posibilidad de cazar a aquellos que no pueden perder tiempo buscando permisos, también pueden colaborar en hacer una caza más responsable, enseñando a los cazadores qué animales se pueden o deben abatir y cuáles no. Pero como decía antes, el comercio y la vanidad atentan contra esto. Un gran trofeo, normalmente es un buen reproductor, y un descarte o selectivo, que habría que abatir, nadie quiere cobrarlo porque les da no sé qué mostrarlo, olvidando que uno debe cazar para uno, no para mostrar a los demás.
Mirá también: La caza es parte de una economía compleja que hasta la fecha ha demostrado ser el método más eficaz de conservación alrededor del mundo.
Hace muy poco tiempo, tomando una cerveza con otros cazadores, surgió la idea de cazar en cierto lugar, que fue categóricamente rechazado por los demás, argumentando que no tienen buenas habitaciones, y que el agua caliente rara vez funciona, nos miramos con Benito, callamos y pasamos a otro tema. Por la noche y con una copa de buen Cabernet en la mano volvió a la mesa ese comentario, y de repente veo que a Benito se le ilumina la cara y salta diciendo: y si vamos a… a cazar corzuelas, campamento en el monte, una semanita, sin guías ni hotel, ni baños, vivir de la naturaleza como nos gusta y como promocionan esos nuevos programas de televisión.
Campamento cerca de un arroyo, fogón, parrilla y disco, un poco de sal, unas cebollas y el mate, nada más.
Salimos no muy temprano, la idea era llegar con tiempo para buscar el lugar adecuado para armar un buen campamento, instalaríamos 2 pequeñas carpas, para que cada uno arregle sus cosas como prefiera y así evitar posibles conflictos. Una vez armadas las carpas, seleccionaríamos el lugar para el fogón, la mesa, un buen lugar para colgar la fiambrera y cualquier detalle de importancia, y si quedaba un poco de tiempo hacer el primer intento de caza.
A los perros de caza. Un relato de Enrique Petracchi
Hay que reconocer que la caza de corzuelas, virachos, guazunchos, zachacabras o cualquiera que sea el nombre que le den dependiendo de la región, debe ser de las cacerías más difíciles de hacer en el mundo.
Su pequeño tamaño y el ambiente en que se mueve, las convierten en un muy preciado trofeo si se lo intenta solo, a pie y de día. Conozco muchos que muestran colgados en su sala de trofeos algunos ejemplares de viracho, pero que sin el apoyo de un buen reflector jamás la hubieran “cazado”, otra gran dificultad que presentan es el tamaño de su cornamenta, la que la mayoría de las veces se confunde con el ramaje que la rodea impidiendo reconocer si es macho o hembra, mucho menos si el macho tiene o no un buen trofeo.
Para el cazador inexperto puede resultar más complicado aún, ya que posiblemente ya haya abatido colorados, axis o damas y piense en sus cornamentas, y la cuerna de una buena corzuela es del tamaño de un cigarrillo. Mi primer trofeo de corzuela lo cacé hace muchos años en la zona de la Selva de Montiel, Entre Ríos en un campo de la familia Anchorena, y me acompañó como guía su encargado, “Ico” Rivarola, seguramente muchos han cazado con él, un maestro del monte con un radar para las corzuelas.
Cuando me señaló mi presa, ésta estaba a 20 pasos medidos, yo no alcanzaba a ver su cabeza, pero Ico me juró que era un macho y muy bueno, sin dudar dispare con mi 30-06 y la corzuela, que estaba dormida, jamás se despertó.
Brama en la Cordillera. Un imperdible relato de caza de Enrique Petracchi.
En esa ocasión anduve con mi guía por 3 días, y aunque jamás seré ni la mitad de lo que él es, me bastó para querer intentarlos solo cada vez que pude, ya cacé 2 más de este modo.
Otro detalle que puede engañar al cazador, es el tamaño de este animal, apenas tan grande como un perro mediano, lo que impulsa a muchos querer intentarlo con un 22LR o 22 magnum. Es cierto que pueden abatirse con estos calibres, pero lo desaconsejo de plano. Es muy difícil lograr un blanco limpio, por lo general, aunque la distancia no será larga, no creo que tiremos más allá de los 50 metros, el ambiente es muy sucio y una pequeña rama puede fácilmente desviar el plomito del 22. Creo mucho más acertado optar por calibres más grandes y no muy veloces, en lo personal no emplearía nada menor que un 308 y algo más tal vez sea exagerado. Como dijo una célebre poetisa, lo dejo a su criterio. Conocí a alguien que saliendo a cazar bien, logró 9 corzuelas, ninguna macho. Hasta no hace mucho tiempo, fue una cacería dedicada solo al hombre del lugar. Hoy mucho de su hábitat fue invadido por el ciervo axis, desplazándolo en muchos sitios o reduciendo su población en otros.
No es fácil organizar esto, muchas provincias la tienen en protección, otras dependen de la región, poder organizar una salida así requiere de mucho trabajo previo, pero lo hicimos, y ahí comenzó una nueva aventura, con aquel viejo compañero de colegio.
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