Siete destinos imperdibles sobre la Costa Atlántica
Un recorrido por las maravillas naturales, culturales y gastronómicas de la provincia patagónica.
Si alguien piensa en viajar a Santa Cruz, probablemente los primeros sitios que aparezcan en el imaginario turístico sean El Calafate, Perito Moreno o El Chatén. Pero la provincia tiene muchísimos lugares por descubrir, uno de ellos es la zona costera atlántica.
Este recorrido comienza en Río Gallegos, la ciudad más importante durante la Guerra de Malvinas. Sus calles, empapadas de monumentos, así lo inmortalizan. La ciudad, que creció muchísimo en los últimos 10 años, se caracteriza por una tranquilidad silenciosa que pocas urbes ofrecen. Aún en la zona céntrica, hay muchas casas y ningún edificio es demasiado alto para que tape el sol. Ubicada en el sur del suelo argentino, la primavera retrasa los atardeceres, que no llegan hasta las ocho y media. La oscuridad plena, a eso de las diez, pero en verano aseguran que recién cerca de medianoche oscurece en forma total.
1) Laguna Azul: la experiencia de caminar literalmente sobre un volcán
Gallegos es tierra de volcanes inactivos, y sobre ella está la magia: a 65km del centro, situado en la estepa patagónica cercana al estrecho de Magallanes, se ubica el único cráter del campo volcánico de Pali Aike que tiene una laguna en su interior. Se calcula que el volcán desarrolló su actividad en el último millón de años y sus últimas erupciones se habrían producido hace algo menos de 10 000 años. La foto que ofrece el paisaje es abrumadora. Dependiendo de cómo esté el sol, sus colores pueden ir desde el turquesa hasta el verde marino. Al lago azul lo rodean distintos mitos: uno, que no tiene fondo, el otro, que intentaba explicar el burbujeo del agua que se genera de a momentos, sostenía que la laguna conecta por debajo con el mar. Diversos estudios cerraron ambas teorías: hoy se sabe que la laguna tiene entre 140 y 150 metros de profundidad y que las burbujas nacen por pequeñas filtraciones causadas por mínimos movimientos en las placas tectónicas de lo que antes fue un volcán.
Si bien no está permitido sumergirse en el agua para preservar la reserva, el lugar es ideal para pasar el día en la orilla y disfrutar del silencio natural y un paisaje paradisíaco.
Se puede llegar tanto de manera particular en auto o a través de una transfer que realiza el recorrido y en ambos casos se puede acompañarse por un audio-guía -que puede descargarse AQUI, para nutrir el paisaje de información y música de cantautores locales.
2) Reserva Natural Provincial Cabo vírgenes, Pingüinera y el km 0 de la ruta nacional 40
En el extremo sur de la provincia de Santa Cruz, a 2750 km de Buenos Aires flamea la bandera de Argentina junto al faro y el cartel que indica el km 0 de la ruta nacional 40. Un cartel, plagado de stickers y ofrendas en forma de zapatillas, barbijos, pañuelos y más elementos indican ser un punto simbólico dónde todes les turistas quieren dejar su huella. En el límite en el este con Chile -un límite un tanto desorientador y marcado por el faro rojo que se ve espejado a lo lejos- se encuentra la Reserva Provincial Cabo Vírgenes. Desde la base del faro, se divisa el mar que cruza por el estrecho de Magallanes. Allí se encuentra la famosa Pingüinera, otro destino turístico que se posiciona como un atractivo distinto para recorrer. El camino hacia Faro desde Gallegos es largo: son 124 km de zona árida y ruta de ripio en donde la fauna acompaña el recorrido. Ñandúes, ovejas, guanacos -muchos guanacos-, liebres, ovejas y zorros.
Esta reserva cuenta con la pingüinera, una de las colonias más grandes de pingüinos de Magallanes de América del Sur. Llegan en septiembre a la región, en donde nidifican, se reproducen, hasta que en marzo y abril, migran hacia el Norte. Es sin dudas, el lugar estrella: a través de un sendero corto -bastante frío y ventoso- se llega a la zona donde están estas criaturas con pelaje elegante, que musicalizan la zona con un sonido que emiten por el cual se encuentran con sus respectivas parejas -que son una sola y la misma durante toda la vida-, luego de migrar.
En el camino, se los puede ver bajo las matas empollando, tarea que se reparte entre el macho y la hembra, hasta el nacimiento de las crías, que ocurre a mediados de noviembre. La Reserva -y el poco aluvión turístico- hacen que sea un entorno cuidado y tranquilo para los pingüinos que disfrutan del sol y también, un lugar ideal para recorrer. Al final del camino, se llega a un mirador con vista al Mar Argentino, con tonalidades cambiantes, desde el turquesa hasta el celeste más transparente. La orilla está reservada para ellos y ellas.
3) Parque Nacional Monte León
En Puerto Santa Cruz, al norte de Río Gallegos, se ubica el Parque Nacional Monte León, una gran reserva de casi 70 mil hectáreas de extensión creada por ley en el año 2004, el primer parque nacional con costa marina. Puede recorrerse en auto a lo largo de 25 kilómetros, con paradas en los distintos miradores, una lobería, otra pingüinera y un mirador se visualiza desde el acceso a la costa, un acantilado con la geoforma de león echado -o esfinge- que le da el nombre al parque.
Distintos carteles advierten la remota probabilidad de que aparezca un puma y recomiendan: mueva los brazos y grite. Es que este Parque -uno de los siete que tiene la Provincia Santa Cruz-, es relativamente nuevo y la preservación del espacio tiene prioridad.
En la entrada de Monte León, se puede conocer una estancia histórica donde funcionó hasta entrado este siglo la esquila de ovejas, hoy convertido en un museo, donde se puede observar las antiguas máquinas y cómo eran las condiciones de trabajo donde la explotación y el aislamiento eran la regla. En 2001, la Fundación Vida Silvestre compró las tierras. Antes pertenecientes a la familia Braun Menéndez y al año siguiente las donó, integrándose así al sistema nacional de áreas protegidas.
4) Aeroclub Puerto Santa Cruz
Una actividad distinta para hacer en Puerto Santa Cruz, Capital Histórica de la provincia, es el viaje en avioneta para ver desde el cielo este territorio infinito. El piloto oficia también de guía: enseña la planta potabilizadora, el frigorífico abandonado Swift, y puntos claves que fueron protagonistas para la gesta de Malvinas.
Desde las alturas, con una óptica panorámica, se vislumbra el gran paisaje santacruceño y el cruce de la zona árida con otra frondosa llena de vegetación: la Isla Pavón, en Piedrabuena. Allí, los conocimientos tehuelches sobre la agricultura perduraron, y se cree que es la razón por la cual aun en una zona hostil para el cultivo, el verde domina. La hora de vuelo cuesta unos 17500 pesos y entran tres personas.
5) Pingüinera de Punta Entrada
Es la pingüinera más accesible desde Puerto Santa Cruz. El diferencial con respecto a las otras pingüineras es el recorrido: se llega tras tres kilómetros de caminata por la orilla de un mar que a pesar de la fuerza con la que sopla el viento, se mantiene tranquilo. Es una de las colonias más grandes de pingüinos de Magallanes que llegan por esta época para anidar.
Por otro lado, en este lugar no hay cerca que separe la caminata de los nidos. Y como en cualquier playa, es posible recostarse en la arena mientras los pingüinos van y vienen del agua a sus nidos. La época en la que se los puede ver es desde octubre hasta marzo.
6) Isla Pavón: un oasis en la patagonia
A 25 km del Parque Nacional Monte León y a 231 de Río Gallegos se encuentra la Isla Pavón, a la que se llega a través de uno de los puentes más grandes de la Patagonia, por el que se cruza el río Santa Cruz. Isla Pavón parece un jardín gigante con un microclima privilegiado: poco viento, mucha vegetación, cientos de cuis que se escabullen entre las ramas de la Rosa Mosqueta -planta que reina este lugar-, y cisnes de cuello negro que navegan por el río es el paisaje que ofrece este tranquilo lugar.
Pero no todo es paisaje bonito: Pavón fue declarado en 1961 como Lugar Histórico Nacional. Es que la isla fue un punto estratégico para la defensa de la soberanía nacional donde se instaló en 1859 el marino y comerciante Luis Piedrabuena, -quien da el nombre a la Ciudad en la que se inscribe la isla-, considerado hoy como prócer patagónico. Sobre los pisos originales de la vivienda del marino, hoy está el museo más antiguo de la localidad: una réplica exacta donde están exhibidos elementos históricos de la época.
La ciudad de Piedrabuena, caracterizada por su arte callejero, imprime el sello malvinense presente en toda la provincia: monumentos, murales en plazas y el barrio militar recuerdan que fue un punto clave durante la gesta, 40 años atrás. También, fue un lugar protagónico, junto con otros puntos, en las huelgas obreras patagónicas en 1920 y 1921. El municipio cuenta con un jardín botánico de acceso libre, donde se puede hacer avistaje de aves y perderse entre los caminos estallados de árboles, flores y especies vegetales únicas del lugar.
7) Puerto San Julián
Cientos de excombatientes de Malvinas visitan cada año esta localidad. En septiembre, fue declarada “Ciudad Heroica” por la hospitalidad que dio a toda la población durante la Guerra. Es que su ubicación geográfica -tan solo a 400 kilómetros de las Islas Malvinas en Línea recta- fue estratégica, y su aeropuerto local sirvió como base aérea y albergó a numerosas escuadrillas.
Qué hacer en San Julián:
“En San Julián hay horizonte por donde mires”, se dice por la localidad. Para conocerla, es ideal comenzar por una caminata por la costanera, donde se forma la única cascada de mar, atrapada entre las piedras. En el centro de la localidad se impone el museo interactivo de la Victoria: una réplica a escala real de la única de las cinco naves (barcos) que terminó de dar la vuelta al mundo en la gesta de Hernando de Magallanes en 1520. Tiene a bordo muñecos realistas que representan a cada uno de los personajes históricos que cuentan la historia. Para entrar en contacto con la fauna del lugar, se puede llegar con lancha a la Isla Justicia, una reserva protegida de conservación del ave cormorán. La travesía se realiza con Pinocho Excursiones, únicos prestadores del servicio-, se pueden ver a decenas de Toninas Overas, que parecen “mini orcas” y se acercan a la embarcación sin miedo y acompañan el recorrido.
Por Aldana Somoza para Tiempo Argentino
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