“Puedo sentir a los animales”
Nicolás Marín llegó a jugar torneos internacionales, entre los 9 y los 17 años. Sin embargo, decidió abandonar y se embarcó en el mundo de las fotos submarinas. Hoy bucea entre tiburones y ballenas. “El animal es noble, podés sentirlo”, sostuvo.
Toda su vida persiguió el sueño de dedicarse profesionalmente al tenis. Desde los 9 a los 17 años destinó casi todo su tiempo a pasar la pelota por arriba de la red. Sufrió ausencias en el colegio para las pretemporadas, participó de torneos en Estados Unidos y atravesó un camino lleno de ilusiones. Sin embargo, a los 18 el miedo a no llegar le ganó y decidió darle un rumbo distinto a su vida. Lo que no encontró en el polvo de ladrillo, lo buscó en el agua.
Nicolás Marín tiene 23 años y desde hace cinco su vida dio un giro de 180 grados. “Me imaginaba ser profesional, pero me daba mucho miedo terminar siendo profesor de tenis. A los 18 tenía que elegir qué hacer porque sino el mundo se me venía encima”, contó a TN.
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Con ayuda de su mamá empezó a trabajar en la cafetería familiar y, con la certeza de que todas las carreras le parecían aburridas, inició un curso de creatividad e innovación. Al poco tiempo se anotó en un taller de fotografía y empezó a trabajar en una agencia. “No me gustaba la rutina de lunes a viernes, ni los horarios”, explicó Nicolás, que al poco tiempo dejó su primer trabajo formal.
Apenas unas semanas después le llegó un aviso de una escuela de buceo que se encargaba de la restauración de corales en Cozumel, México. Buscaban un fotógrafo marino, pero la convocatoria estaba abierta a todo el mundo. “Mandaron más de 1500 personas y llamaron a tres, de las que iba a quedar uno. Ese fui yo”, dijo Marín.
En cuestión de días se pagó el pasaje de ida y sus papás el de vuelta. El trato con la empresa era simple: ellos le daban un curso de buceo, casa y comida, a cambio del manejo de las redes sociales.
“Al principio me sentía muy frustrado, quería sacar fotos y bucear al mismo tiempo, pero no me salía. Me tomó tres meses bucear bien y después empecé a darle una vuelta de tuerca a las fotos, para tener un enfoque más lindo”, contó.
“Empecé a ver tiburones, pulpos, medusas. Me contacté con biólogos y científicos de todo el mundo porque no sabía los nombres de todos los animales. Ellos me daban una explicación y yo la resumía para que la gente se interesara por el océano”, relató el extenista, que ya para ese entonces subía contenido marino a sus redes sociales (@nicomarinb).
Su trabajo atrajo a distintas marcas de todo el mundo y logró comprarse una cámara subacuática. Tras un año en México, su carrera creció a pasos agigantados: “Documentamos una pesca ilegal en Senegal y Cabo Verde. Los barcos no dejan que el pueblo vaya a pescar y la gente se muere de hambre”, contó.
Un tiempo después, mientras continuaba con su trabajo free-lance, se encontró con un aviso: National Geographic buscaba 25 exploradores. “Me dijeron que daba con el perfil y me pidieron que mandara un proyecto. Después me avisaron que me tenía que llegar un mail para ver si había quedado”, relató Nicolás.
Así fue como se enteró de la buena noticia: “Estaba yendo a lo de un amigo en el tren Sarmiento, actualicé la casilla del correo y me llegó la notificación de que había llegado. Me puse a llorar en el tren y la gente no entendía nada”.
Hace un mes que está trabajando en México para documentar a los migrantes del pacífico. El año pasado, dos de sus fotos quedaron seleccionados entre las mejores imágenes submarinas del mundo y hoy vive una relación peculiar con el agua.
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Nicolás lleva varios años documentando el mundo marino y cada vez que se sumerge en la profundidad del océano se lleva anécdotas para toda la vida. Dos de las mejores tienen que ver con las orcas y los tiburones.
“La primera vez que me encontré con un tiburón fue con el pez más grande del océano: el tiburón ballena. Es 100% tiburón, pero se llama ballena por su gran tamaño. Era mi cumpleaños y un capitán me había contactado porque mi sueño era ver tiburones ballenas”, comentó Nicolás.
Pero la historia no termina ahí, porque el joven de 23 años decidió meterse al agua y acercarse al feroz animal: “Cuando abrió la boca, que puede medir hasta un metro y medio, sentí la succión y me dejé llevar. Yo quería una foto en particular. En un momento pensé que terminaba adentro de él porque estaba al lado de su boca. Cuando me vio, me pasó por abajo, me tocó con su aleta de arriba y siguió su camino”.
Hace algunas semanas le tocó vivir una experiencia similar con un grupo de orcas. “Presencié cómo las madres orca le enseñaban a sus crías a cazar peces lunas. Es de las mejores secuencias de mi vida. Es un comportamiento poco habitual porque es muy difícil verlas alimentándose”, explicó.
Pero para Nicolás la escena estuvo lejos de ser salvaje: “Si hoy lo revivo podría ponerle una canción de jazz. La madre cazó al pez y la cría se lo llevo hasta abajo para comérselo”.
Como si no fuera suficiente con lo que había visto, tuvo una conexión inesperada: “La orca me miró a los ojos, pasaba por al lado mío. En un momento decidí correr la cámara y mirarla. Su mirada es imponente. Nunca sentí miedo, sí respeto porque estaban cazando y me la estaba jugando mucho”.
Esta ausencia de miedo, Nicolás cree que se debe al conocimiento que tiene del mundo marino. “Al principio me daba miedo cualquier pez que se me acercaba. El desconocimiento lleva al miedo. Ahora que me tiro todos los días, lo tengo más familiarizado. No tengo miedo porque asumo mis propios riesgos ahí abajo”, señaló.
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Su conexión con el océano y los animales marinos va más allá de todo. Para él, abajo se abre su “máxima expresión” y se muestra dispuesto a “recibir lo que haya de buena energía”. “El animal es noble. No te habla con la boca, pero sí con los ojos. Podés sentirlo”, añadió.
Su próximo sueño lo tiene claro: “Me encantaría ir a la Fosa de las Marianas, el punto más profundo de los océanos, y encontrar una nueva especie marina en el mundo”.
Cómo es el trabajo de fotógrafo marino
Nicolás Marín contó a TN parte de la rutina que utiliza para documentar a los animales marinos. “Nosotros vamos escuchando los reportes que nos hacen los capitanes para salir a buscar en lancha a las especies. Ellos saben mejor que nosotros dónde están los animales”, contó.
“Llevamos todos los equipos en el barco. Vamos a donde fue el último reporte y esperamos. Pasamos más de 8 horas por día en el océano. Hay días donde vemos muchas cosas y días donde no”, señaló.
Según explicó, dependiendo la zona, localizan a las especies con hidrófonos -micrófonos que se utilizan abajo del agua para poder escucharlos- o directamente las buscan buceando. “En Galápagos fue todo buceo porque los tiburones martillo están en la profundidad. En cambio, las orcas las podés localizar por sus soplidos”, añadió.
El objetivo de Nicolás es que cada vez se conozca más sobre lo marítimo: “Tenemos más información sobre la luna que sobre el fondo del océano y eso que el 79% del mundo está cubierto por agua. En la Fosa de las Marianas se descubren nuevas especies todos los días y se desconoce sobre la reproducción de muchos”.
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“Mi idea es que esto se conozca más y que se pueda conservar más. Esto tienen que verlo mis hijos y los hijos de mis hijos. Mi herramienta es para llevar los momentos, la energía y la pureza del animal y compartírselo a la gente”, agregó.
Por Gonzalo Molina Prado para TN.COM.AR
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