Un pescador modelo
De chico sufrió acoso por unos kilos de más y encontró su refugio en la pesca, donde descubrió un mundo de posibilidades de aprendizaje para dar rienda suelta a su amor por la naturaleza. Hoy, modelo cotizado y mosquero eximio, nos cuenta su lindo derrotero por los caminos de una pasión que lo llevó a probar suerte en variedad de ámbitos y con distintas especies.
Por Wilmar Merino para Aire Libre 27
A Hernán Drago se le iluminan aún más sus ojos azules cuando le hablan de pesca. Sonríe, muestra fotos de capturas en su celular, nos habla del último viaje y del que ya está planeando. Definitivamente recorrer su vida como pescador es abrir el diario de una pasión. Una pasión que -dice- complementa perfectamente su mundo de glamour, pasarelas y desfiles, con sonidos de corrientes entre piedras, paisajes de película y el bello arte de saber posar una mosca con gracia en el lugar elegido. “La pesca me baja”, dirá una y otra vez este enamorado del fly cast que -sin embargo- disfruta de una ocasional pesca de pejerreyes, o se mide con los titanes del mar. Veamos cómo uno de los modelos mas cotizados del mercado argentino, vive, sueña y piensa a través de una actividad que le llena el alma.
-Cómo empezaste a pescar… ¿tradición familiar?
De chiquito me llevaban a veranear a Mar Chiquita, en la provincia de Buenos Aires, cerquita de Mar del Plata. Un hermoso lugar donde tenemos mar, albúfera y yo estaba encantado con el lugar. Hasta que alguien me prestó una caña y ví que me encantaba, la combinación de cosas: el aire libre, la naturaleza. Me gustó, ese mundo subacuático, yo diría que me fascinó. Me gustó pescar con mediomundo, y así empecé mis primeros pasos. En mi familia nadie pescaba. Pero mi abuelo era jefe de un buque pesquero. El se iba a alta mar dos o tres meses y cuando volvía me contaba sentado en su rodilla sus historias de alta mar, sus pescas de tiburones. El me decía “cuando seas grande te voy a llevar”… pero lamentablemente falleció y me quedé sin eso, aunque él me dejó ese bichito picando de las aventuras.
Hoy el único que pesca en mi familia soy yo. Me gusta mucho. Tengo 41 años y mis hermanos tienen 42 y 43, pero esta pasión me atrapó a mí solo. Al punto de decirte que mi foto del celular es una foto pescando en el sur y mi llavero es un reel de mosca. Pero volviendo a mis orígenes, yo tenía10 años, mi hermano 11 y el otro 12 y mi papá un día nos sentó a los tres y nos dijo que quería que hiciéramos una actividad extra escolar. Uno eligió inglés, el otro piano y yo dije… “a mí me gusta pescar”. Así que mi papá me mandó a una escuela de pesca. Fui al Club Belgrano, calle San Martín al fondo, en Olivos. Ahí me enseñaron a hacer nudos, armar líneas, preparar la carnada, los hábitos alimenticios de los peces… y empecé a concursar. Pero la faz competitiva no me gustó mucho, aunque sí descubrir todo lo que me ofrecía el puerto de Olivos. Cuando en la escuela aprendí lo suficiente de pesca empecé a inventar mis propias líneas… ¡yo inventé el balancín sin saber que existía ese implemento!. Así, con muchas inquietudes, fui pasando del bagre al dientudo, luego a la carpa… y mi abuelo siempre compraba revista Weekend y yo me ilusionaba con esas fotos con 50 surubíes colgados en un caño o los dorados enormes en la ganchera… ¡eso hoy es una locura y antes era normal!.
-Supe que la pesca te ayudó a superar en la adolescencia situaciones traumáticas. Sufriste bullyng…
-A los 13 o 14 años tenía problemas en el colegio, y empecé a engordar, a sufrir las burlas de los chicos… el único lugar donde nadie me burlaba era el puerto de Olivos, donde iba a pescar. Después de 20 años, volví hace dos meses al puerto de Olivos, a buscar mi niño. Y encontré a mi niño y lo recordé con cariño y orgullo. Estoy forjado a fuego por eso. Me veía allí, al lado de la arenera, bajando por esos escalones de hierro, pescando sábalos, bagres. Y si no en la punta de la pasarela, donde hace el redondel el muelle de acceso público. Definitivamente la pesca fue mi refugio en esos tiempos duros.
-Fuiste creciendo y ¿Cómo siguió tu evolución con la pesca?
-A partir de ahí empecé a escalar en la pesca. Río, lago o mar, para mí cualquier viaje siempre era con caña. Hasta que llegué al tope de gama que es la mosca. Antes era poner un pedazo de sábalo y esperar que muerda algo, eso ahora me parece precario. Empecé a ir al sur, noté que me daba cuenta de quien hacía arte y quien era un desastre pescando. Y ví que yo quería hacer eso. Ni bien empecé a aprender ví que tenía condiciones.
-¿Quién fue tu maestro mosquero?
-Hice el curso con Darío Pedemonte. Darío es un exquisito, a veces se pasa de rosca, pero es un tipo que sabe. Hice los cursos de principiante, intermedio, avanzado y atado. Ahí se me abrió un panorama enorme. Aprendés a pescar, cuidás el medio ambiente. Dije “esto es para mí, definitivamente”. Ahora soy un exquisito de la mosca, no me da lo mismo pescar de cualquier manera. Cuando yo voy al sur quiero participar del ciclo de la trucha, soy un apasionado, leí muchos libros de alimentación de salmónidos. Pero mosquear me gusta también con otras especies. De hecho me convocaron para un desfile en Goya y ya pedí pasaje de vuelta para el lunes aunque el desfile es el sábado. Así, el domingo puedo pescar.
-Pasaste del gordito que sufría bullyng a modelo, y de pescar a la antigua a una pesca fina…
-La vida dio esta vuelta que me hace pensar que yo estaba predestinado a esto. Mi trabajo es de luces y flashes y tanta exposición combina muy bien con la pesca, porque la pesca me baja. Ahora estamos teniendo esta charla y el centro porteño es un caos. Y yo pienso por ahí cuando estoy atascado en el tránsito: menos mal que vengo con energías recuperadas de Bariloche… me hallo en el sur. Fui a pescar truchas y la pasé realmente bien. Pesque una trucha muy grande en la boca del Limay, donde caí porque se suspendió una pesca en Chile donde iba a buscar el salmón chinook. Y lo que parecía ser un programa alternativo terminó muy bien: saque una marrón en la boca del Limay de 4,5 kilos, con un equipo 5. Una lucha magnífica contra la corriente en el Limay y sin copo. Encima después de esa, otra más grande me cortó la mosca.
-Tremendo. Pero sigamos hablando de variedad de pescas. ¡También te ví pescando pejerreyes!
-Salí a pescar pejerrey con el guía Christian “El Poyo” Veltri en el Río de la Plata. Prefiero la mosca pero disfruto de todas las pescas. Y el pejerrey me encanta, pero todo lo que use tiene que ser sutil. La pasé muy bien en esa salida.
-¿Cuál fue el pescado de tu vida?.
-Uhhh dejame pensar. El pescado de mi vida… hablando de salmónidos, saqué una trucha de 6.700 kg con un equipo 7. Pero en Brasil pesqué un black marlin de 56 kilos.
-Bueno, ahí salimos de la mosca. ¿Cómo llegamos al mar de Brasil a pescar tan tremendo trofeo?
-Es que el pescador siempre mira las aguas con ojos de pescador. Y yo estaba en Angra dos Reis, donde amarró un crucero que tenía equipamiento para pesca de altura. Me acerqué a hablar con el dueño, le conté que me gustaba la pesca y que pescaba truchas en el sur argentino. El se mostró tan entusiasmado por lo que yo le contaba como yo con lo que él me contaba. Así que hicimos un canje: yo le propuse llevarlo al sur y le pedí que me llevase a pescar marlin. Y aceptó. En dos días de pesca pesqué 5 marlines. Fuimos a pescar el black marlin, no el blue marlin. El récord mundial del blue era de 635 kilos. En cambio este marlín negro es de 90 kilos máximo. Recuerdo que el primer marlín que me picó, como no tenía técnica ni experiencia en esta pesca, lo dejé fondear y se me fue 100 metros abajo…¡Tardé una hora en sacarlo!. Por supuesto luego llevé a este señor a pescar truchas al sur y quedó encantado.
-¿Decís que de tus hermanos y padres, sos el único que pesca deportivamente, ya que tu abuelo hacía pesca pero de altura. Transmitiste esta pasión a tus hijos?
Sí, de forma directa o indirecta. Yo vivo en Tigre porque nací para estar cerca de la naturaleza. Y en cuanto puedo me rajo. Estoy casado hace 17 años y tengo un hijo de 14 que es fanático de la pesca. Uno de mis grandes miedos como padre era romperle los huevos a mi chiquito con la caña y que después la odie. Y por suerte eso no pasó. Mas bien, todo lo contrario. Yo amo la pesca pero ¡éste es un loco!: él se puede quedar 15 horas con la caña en la mano aunque no tenga pique. Es como yo, apasionado. Y creo que es porque lo llevé bien… me aseguré que el primer día que le pusiera una caña en la mano pescara. Ahora él solo pesca con mosca. Y devuelve todo lo que pesca. Como debe ser.
Tiburón en fuga
El contacto con el particular ambiente de la albufera de Mar Chiquita hizo que Hernán Drago comenzara a amar la pesca. Allí tuvo su primera caña en las manos, usó un mediomundo y empezó a sentir curiosidad por el mundo subacuático. Allí también, vivió una divertida anécdota relacionada con la pesca de escualos.
“En Mar Chiquita, de adolescente tenía mi grupito de amigos de pesca. Y una vuelta uno se compró un gomón y nos metimos unos 700 metros mar adentro junto al padre de este amigo, de puro inconsciente, porque nunca habíamos hecho esa pesca. El caso es que él lleva un equipo de tiburón y le encarna una lisa… dejó tirada la de tiburón y empezamos a pescar otra cosa. Al rato vemos que la línea se aflojaba… empiezo a recoger… veo unos toques muy despacio… luego pegó el grito ¡Es un tibu!. Lo que pasaba era que el bicho nadó hacia la superficie en vez de arrastrar. Empiezo a ganar línea y ni bien lo clavo empieza una corrida tremenda hasta que cortó la línea… y siguió saltando pinchado a unos 15 metros de nosotros que nos quedamos boquiabiertos porque era tremendo. Al día siguiente volvimos con todo reforzado, las mejores lisas para carnada… y en todo el día no tuvimos un pique.
Contribuir con un granito de arena
“Me llevo mi bolsa y junto basura en los pesqueros”
Como buen mosquero de ley, Drago no solo se acostumbró a atar plumas y pelos y hacer buenos casting, sino a respetar las reglas de la naturaleza, cuidar el recurso y el ya casi obvio acto de pescar y devolver. Pero lo que él tiene tan interiorizado no es tan común como debiera y por eso Drago deja su mensaje a los pescadores: “Que cuiden el recurso y denuncien a los furtivos, pero que además dejen los ámbitos iguales o mejor de cómo los encontraron. Yo en mi chaleco de pesca con mosca tengo un tuppercito chiquito con bolsas. Esas bolsas las uso para levantar basura que encuentro en los pesqueros y me la llevo a mi casa. Ese mínimo gesto es contribuir con mi granito de arena. En los ámbitos hermosos que he visitado he sacado del agua pilas, metales, chapitas de cerveza… se que no es mucho pero hacer eso me hace dormir tranquilo. Y trato de que otros lo hagan. Debo decir que lamentablemente hay guardaparques que no hacen su trabajo, porque yo he avisado muchas veces cuando he visto gente pescando con carnada y hasta en época de desove a las truchas del sur. Y no acuden. Soy muy pro- natura… Si voy a un restaurante me como una trucha que sea de criadero, nunca una salvaje. De hecho, mi suegra vive en Bariloche y me pide truchas… y yo se las muestro en fotos y yo le digo que no, que las truchas del sur, siguen nadando en el sur.
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