Qué se puede aprender de los confinamientos masivos para cuidar mejor a la fauna silvestre
Un grupo internacional de científicos midió el efecto de la llamada “antropausa” sobre el comportamiento de 43 especies de mamíferos de todo el mundo. Cómo ajustar el horario, la frecuencia y el volumen del tránsito para favorecer el desplazamiento de los animales.
12 de Junio de 2023. Durante lo peor de la pandemia, cuando los humanos nos refugiamos en nuestras casas para escapar del virus, muchos animales se pasearon por las ciudades. Aunque buena parte de los videos resultaron ser falsos o grabados antes del coronavirus, aquella situación excepcional ha servido a los científicos para analizar la flexibilidad de la conducta animal.
Un trabajo de 175 científicos siguiendo a casi 3.000 mamíferos en lo más duro del confinamiento les ha permitido confirmar que se movieron y acercaron más a las rutas. Pero el aumento de la movilidad solo se produjo en los trayectos más largos y en las zonas donde el confinamiento fue más estricto. Los autores del trabajo, publicado en Science, creen que no solo las infraestructuras humanas dañan la vida salvaje, también lo hace la mera presencia de los humanos.
El trabajo publicado en Science muestra que los animales se acercaron hasta un 36% más a las carreteras. Para medirlo, los científicos rastrearon los desplazamientos de 2.300 animales de 43 especies en decenas de países gracias a los collares GPS que llevaban. Pero esta mayor cercanía a las vías solo se produjo en zonas con elevada huella humana, es decir con fuerte presencia de infraestructuras, agricultura, entornos urbanizados, y en las regiones donde el confinamiento fue más severo.
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Los investigadores usaron otras dos métricas: la distancia total recorrida en 10 días, por un lado, y el trayecto hecho en una hora, por el otro. Representando los dos extremos del patrón de movilidad. La investigadora de la Universidad Radboud de Nimega y principal autora del estudio, Marlee Tucker, dice que durante la reclusión forzada de los humanos “los animales viajaron distancias hasta un 73% más largas que en el mismo período de 10 días del año anterior, cuando no hubo confinamientos”. Esta comparación con 2019 es una de las fortalezas de este trabajo. Llevan varios años siguiendo a los mismos animales, por lo que han podido comparar con los tiempos en los que no había coronavirus. Por ejemplo, en un estudio también publicado en 2018 ya detectaron que allí donde hay humanos, los animales se mueven menos.
En cuanto a los desplazamientos cortos, sucedió lo contrario: los animales redujeron sus movimientos. “La respuesta fue variable entre individuos y especies. Algunos recorrieron distancias más largas y otros más cortas, pero de media hubo una disminución del 12%”, cuenta Tucker en un correo. “No tenemos los datos necesarios para medir el impacto de este cambio en los animales, sin embargo, para algunos, podría ser una disminución bastante significativa”, añade. Este cambio en el patrón podría deberse a que, en ausencia de humanos, los movimientos para evitarlos y huirlos bajaron entre febrero y mayo de 2020, coincidiendo con lo más duro del confinamiento, según los autores del trabajo.
“Los medios de comunicación habían informado en numerosas ocasiones que la naturaleza se estaba recuperando durante esos primeros confinamientos. Por ejemplo, un puma deambulaba por las calles de Santiago de Chile, pero nosotros queríamos saber: ¿hay alguna prueba? ¿O simplemente la gente prestaba más atención a todo porque estaba en su casa?”, comentó Tucker al explicar cómo surgió la idea de hacer el estudio global.
Tuvieron en cuenta el fenómeno que fue caracterizado como “antropausa” en 2020 por el científico Christian Rutz, de la Universidad de Harvard, y colegas. Ese término se refiere al “enlentecimiento considerable de las actividades humanas modernas” como resultado de las medidas para controlar la pandemia, según escribieron en la revista Nature Ecology & Evolution.
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La española Nuria Selva, investigadora de la Academia Polaca de Ciencias, pasó todo el confinamiento en el Parque Nacional de Białowieża (Polonia), uno de los últimos bosques vírgenes de Europa. Como coautora de la investigación de Tucker, destaca que los cambios en los patrones de la movilidad animal dependieron del grado de confinamiento: “La reducción fue menor en las zonas medianamente urbanizadas o seminaturales. En esas áreas seguía habiendo gente, como en los parques, donde aumentó la presencia humana en más de un 200%”, dice.
“Una carretera donde no pasa nadie no es una barrera, la barrera es el tráfico, somos nosotros” Nuria Selva, investigadora de la Academia Polaca de Ciencias y la Universidad de Huelva
Selva destaca otra gran aportación de este trabajo: “Ha permitido separar el impacto de las infraestructuras humanas y los propios humanos. Una carretera donde no pasa nadie no es una barrera, la barrera es el tráfico, somos nosotros”. Hace unos años, entre 2013 y 2015, el biólogo de la Universidad Estatal de Boise (Estados Unidos) Jesse Barber realizó una serie de experimentos con el tráfico. Grabó el ruido de varias autopistas y se lo llevó a diversos entornos naturales donde no había asfalto. Sus resultados mostraron que en las llamadas carreteras fantasmas un gran porcentaje de las aves desaparecían. Durante la pandemia, se observó el fenómeno contrario: las aves cantaron más bajo y se comunicaron mejor durante el confinamiento.
El biólogo de la Universidad de La Coruña Alejandro Martínez Abraín destaca la potencia estadística del trabajo, pero sostiene que los cambios en los patrones de movimiento solo se han observado en las zonas de mayor huella humana, “en condiciones de confinamiento muy severas y en los extremos de la movilidad animal”. También recuerda que no han estudiado la presencia de animales salvajes en las ciudades.
“No a todos los animales le interesa que haya poco movimiento de gente”, opina Martínez Abraín sobre el impacto de las infraestructuras y presencia humanas. “Por ejemplo, respecto a las carreteras, a muchas especies presa les interesa que haya mucho movimiento, porque eso hace, sin querer, lo que se denomina en ecología efecto espantapájaros, ahuyentando a los depredadores”.
Para el profesor de la universidad gallega los cambios en los patrones de movilidad animal no son cosa del confinamiento: “Hay que remontarlos al abandono del campo. Los animales llevan seis o siete décadas perdiendo el miedo a los humanos, a los urbanitas que no les van a hacer nada. Esto no lo ha cambiado la covid, lo ha cambiado el abandono del rural. Lo que sucedió durante la pandemia es que dieron un pasito más en su acercamiento y nosotros nos hemos dado cuenta de algo que ya venía pasando”.
“Como la movilidad humana es un factor clave en el comportamiento de algunos mamíferos, se podría pensar -como una potencial medida de mitigación- que se establecezcan incentivos para ajustar el tiempo, la frecuencia y el volumen del tráfico vehicular en áreas importantes para el movimiento de los animales”, expresó en diálogo con Infobae el doctor Pablo Teta, doctor en ciencias naturales, investigador del Conicet en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y presidente de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos.
“Una buena noticia que se destaca del estudio es que las poblaciones de muchas especies retienen la capacidad de responder de forma relativamente rápida a cambios en el comportamiento humano. Eso plantea una perspectiva optimista frente a potenciales medidas”, enfatizó el doctor Teta.
“Muchas especies se adaptan bien a convivir con el ser humano. Pero para eso debemos dejar de perseguirlas, asustarlas, o impactar sobe ellas. Debemos respetar sus espacios y sus necesidades buscando siempre que sea posible nuestra coexistencia de manera armónica”, explicó a Infobae el doctor Sergio Lambertucci, investigador en ecología y biología de la conservación en la Universidad Nacional del Comahue y el Conicet en Bariloche, quien fue ganador de uno de los Premios Houssay del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación en 2020.
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