Una experiencia de vida – Un desafío con uno mismo – Una decisión de disfrutar intensamente.
Por Pablo Varán (*) exclusivo para Revista Aire Libre N° 27
Un tiempo atrás, decidí poner en marcha el proyecto de participar de EL CRUCE 2017, y debo confesar que fue una brillante decisión.
Ya lo había hecho en tres ocasiones, pero hace unos años, con lo cual, tenía que volver a poner la voluntad en marcha, la voluntad de levantarme temprano a entrenar, la voluntad de mejorar la alimentación, la voluntad de poner la cabeza con ese rumbo fijo que es llegar a la largada en el Cerro Catedral.
La previa para participar del Gran Evento, es parte de la experiencia. Son meses pensando en prepararse para poder hacer el mejor papel posible para uno. La idea, al menos para mí, es disfrutar y realizar la competencia de acuerdo a la capacidad de esfuerzo propia. El disfrute significa estar en buenas condiciones para realizar los duros recorridos de muchos kilómetros e interminables cuestas, pero también, tomarse tiempo para absorber con todos los sentidos los hermosos paisajes que se recorren. E igual de importante, interactuar con todas las personas con las que uno se relaciona, tanto participantes como miembros de la organización, la gente del hotel o donde comemos o viajamos…. Participar de EL CRUCE es una experiencia de vida.
Tengo 55 años, tres hijos, un trabajo, padre y madre, hermano, primos, sobrinos, amigos y más amigos!!! Desde pequeño me gustó la vida al aire libre en muy diversas formas, pero la montaña y el camping me marcaron desde chico. Eso hace que participar de EL CRUCE (y otras carreras de montaña) sea una conexión conmigo mismo muy importante.
Largada
EL CRUCE 2017 fue IMPRESIONANTE: 100 km a recorrer en 3 días en medio de la Cordillera de los Andes. El paso del Rio Manso, también conocido como El León, fue el elegido para el inicio del recorrido de este año. Como toda la Cordillera es un lugar encantador, con un caserío de pobladores y las características construcciones de los puestos de frontera.
Llegamos a esa frontera después de 3 horas de transporte en combis desde la base del Cerro Catedral en la madrugada del 1º de febrero. Las 48hs previas fueron muy intensas en la Base del Cerro: la acreditación, entrega de bolsos y materiales, los negocios, la música, la charla de inauguración, la motivación, los cientos de corredores, la organización…. La previa te pone de la forma exacta para que tu cabeza desee llegar a la largada de la mejor forma!!!
Los recorridos del CRUCE son siempre geniales, variados entre bosques, arroyos, ríos, mesetas, cuestas bravas, muy bravas!!, filos en las cumbres de cerros, y la variedad de clima típico de la montaña. El primer día tenía por objetivo llegar al Camp La Querencia sobre las costas del Lago Mascardi. Recorrimos senderos de bosque llamado Huella Andina hasta llegar al Lago Steffen, lugar de una belleza increíble. Había gente haciendo “asaditos” que nos tentó para quedarnos ahí pero la voluntad de seguir en EL CRUCE era más fuerte….
Luego del Steffen empezaban las trepadas de esa jornada. Duras sendas que nos llevaron hacia arriba, la hidratación es fundamental, cada media hora dice la regla, hay que tomar algo, y por el otro lado hay que alimentarse para que los músculos sigan respondiendo. Almendras, nueces, vauquitas, caramelos, gomitas, pretzels, maníes salados, barritas, todo colabora para ir disfrutando y mantener las energías hasta llegar al Camp. El día fue con sol pleno toda la jornada. La llegada de esta etapa fue por el cauce de un río (Yocondo) que desemboca en el Lago Mascardi; y esa mojada fue el anticipo del arco de llegada!!! La primera etapa estaba felizmente terminada y era un lindo día para disfrutar del campamento, el lago, las comidas y la camaradería de toda la gente.
Los Camps, una parte fundamental del Cruce
La vida en los Camps es una parte muy importante de la experiencia de participar de EL CRUCE. Allí hay muy buena vibra, la carpa es de a dos (en mi caso con mi gran compañera de los cruces, mi amiga Wabi, una genia que ya hizo 10 veces esta experiencia y las 4 que yo llevo fueron a su lado). Este año, en la carpa de al lado, dos capos de Tandil, Los Diego, con los que compartimos las dos tardes de Camps, alguna comida y desayuno, y sobre todo, lindas charlas!!!
Fuimos al lago a enfriar las piernas para ayudar a la recuperación con vistas al día siguiente. Agua fría que pudo disfrutarse gracias a que había un lindo sol; si no, imposible! Además uno se ocupa de poner la ropa a secar, a inflar colchones y “armar la cama” para la noche, acomodar la ropa para el día siguiente, almorzar, merendar y cenar casi sin interrupción. Las anécdotas son muchas, siempre el disfrute presente. El Camp estaba en un lugar que se puede describir como el mismo paraíso para los amantes de la montaña, a otros les gustará Hawai o la Polinesia, para mí esa costa del Mascardi se veía como el paraíso soñado!!!
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Nos acostamos temprano, por cansancio y por decisión, antes en la carpa donde cenamos pasaron el video de la jornada que terminaba. Hay un grupo de gente que en EL CRUCE, también se ocupa de mantener la motivación de los corredores, una pequeña película con música de ROCKY y sucesión de imágenes del día que impresionan y motivan para irse a dormir bien arriba. Los detalles de la organización son miles para destacar, el armado de carpas (alineadas y prolijas), la variedad de comidas a toda hora, desde el mismo desayuno hasta las pastas y parrilla de las comidas principales, el equipo de gente de la organización en los Camps dispuesta siempre a colaborar, ayudar, asesorar, servir, siempre con buena onda, realmente ayuda mucho para que el disfrute sea pleno.
Segunda etapa
En mi caso la largada del Día 2, era a las 8:10 hs. (el primer grupo a las 7:30 y luego cada 10 min un grupo distinto), por lo tanto el despertador se puso a las 6:00 para tener dos horas para arrancar el día, desayunar, acomodarse, desarmar la cama y cargar el bolso de cada uno en los camiones que lo llevarían al siguiente Camp. Con agua y Gatorade cargada en la mochila (la mía pesaba al momento de salir aprox 6 kg.), uno se apresta a ir al punto de partida. Otro día con pronóstico de calor, sol pleno, y en la previa el recorrido más difícil, con mayor desnivel y 33 km hasta el arco de llegada de la etapa. O sea, “EL día” de más dura competencia. Salimos livianos de ropa porque la temperatura matinal ya lo permitía y todo el abrigo obligatorio directo a la mochila. Lo mismo con los elementos de seguridad que la organización obliga. Todo muy técnico y que uno ya conoce.
El recorrido nos llevó bordeando la cabecera del Mascardi y luego de subir hasta la ruta y cruzarla, tuvimos un sendero muy lindo por bosque y un tramo por camino de auto hasta llegar al punto de hidratación llamados “Oasis” en el km 11 de la etapa. A partir de allí empezaba la subida principal. Nos llevó dos horas de marcha muy dura hasta dominar ese cerro (no supe el nombre). Un sendero lindo, bien de bosque, a medida que fuimos llegando a ganar altura empezamos a ver desde arriba un paisaje increíble, se veía el Mascardi, el Guillelmo, al fondo laguna Los Moscos, la cordillera con el Cerro Tronador dominando la vista, realmente había que parar a disfrutar esas vistas.
En un momento me había adelantado de mi amiga Wabi y literalmente me senté en una gran roca a hacer una picada hasta que ella llegó y compartió ese momento para llenar el alma. Continuamos el ascenso y luego de unos pocos kilómetros llanos, tuvimos la subida final del día hasta llegar al filo del Cerro, a casi 1900 msnm. Una vista excepcional desde los filos que transitamos por un rato y luego comenzaba una bajada casi tan complicada como la subida. Especial situación para el calor de este día. Fue agotador con las mayores subidas y ese sol intenso. La bajada fue larga, muy larga y el objetivo estaba en la costa del Lago Gutierrez: el Camp 2!!!
Otra tarde de campamento con sol, costa de lago, buena comida, la gente que ya uno había conocido el día anterior, los mismos vecinos de carpa, la satisfacción de haber pasado la mitad de la carrera, la ropa empapada, el cansancio acumulado, enfriarse en el agua helada del lago Gutierrez. Tuve tiempo para disfrutar hasta una cerveza bien fría que la organización entregó (una lata por corredor), placer, placer y disfrute en el medio de la naturaleza. Charlas, comidas, orden y aseo, en la carpa de la cena (grandes mesas tablones que se comparten) hasta se llegó a bailar un rato luego del video de la etapa y antes de irnos a dormir. Los horarios de largada del día siguiente se repetían, por lo tanto también el horario del despertador.
Última etapa
La diferencia con la mañana anterior es enorme, uno sabe que ya lo tiene al alcance de la mano, que a la tarde estará con la medalla de finisher en el pecho. Eso hace que el comienzo del día 3 sea mucho más animado que el del día 2. Durante la noche llovió, nos despertamos con llovizna y eso hizo que salir de la carpa requiriera más vestimenta, además de pensar cómo se comportaría el clima para tomar alguna mayor precaución. Desayuno, desarme de camas y armado de bolsos para llevar al camión, alistarse, cargar agua y Gatorade, algo de elongación y como seguía la llovizna la decisión fue salir con rompeviento impermeable y “después vemos”…
Salimos por la costa del Gutiérrez en busca de la ladera oeste que circunda al mismo. Ni bien entramos al bosque paramos para quedarnos en remera (pechera de la carrera) porque ya no llovía. La longitud del lago es mayor a los 10 km y los recorrimos por sendero de bosque que va de punta a punta de ese espejo de agua transparente. Las vistas durante ese faldeo también fueron increíbles. Por un tramo ese sendero era parte del camino al Frey (uno de los refugios de montaña del Club Andino Bariloche) y nos llevó al lateral sur del Cerro Catedral donde el recorrido nos ubicó en un camino de autos propios del abastecimiento de ese gran centro invernal. Allí comenzó la subida del día. Fue dura, toda por camino de auto y algún último tramo por senda pegada a las columnas de los medios de elevación. En medio de esa subida el Oasis del día en uno de los paradores del Cerro. Una pausa que reconforta y la última subida hasta llegar a un camino de los que le dan forma a las pistas de esquí, nos indicó el comienzo de la bajada. Fue allí donde comenzamos a mejorar el ritmo con la amiga Wabi y logramos después de una hora de trote llegar al tan ansiado Arco Final del CRUCE 2017.
Para ella significaba finalizar 10 años consecutivos de realizar esta experiencia, y fue podio en su categoría (3ª), así que no podía ser un mejor final. Para mí era volver a finalizar un CRUCE, el cuarto, pero el primero después de varios años en que no había podido asistir. La satisfacción para los dos fue plena, una emoción intensa. Después de las fotos de rigor y de devorar algunas botellas de isotónicas, nos quedamos disfrutando el momento. Repetimos el abrazo del arco de llegada, brindamos imaginariamente con las familias de ambos y agradecimos el apoyo de todos los que de una u otra forma nos siguen permitiendo el lujo de participar. Felices, agradecidos y exhaustos.
Qué más se podía pedir!!!
(*) Pablo Varán es Arquitecto y emprendedor, amante de la naturaleza y los deportes. Padre y amigo
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