De caza en el monte correntino
Por Claudio Ferrer
12 de diciembre de 2023. Marcos, el hijo de mi buen amigo Cachi, y ahijado postizo, es un chico ya no tan chico, muy educado, estudioso, y amante de la caza. Se crió en medio de cazadores y compartió salidas con nosotros desde los 5 años. Hoy estudia veterinaria y tiene una buena relación con un compañero cuya familia tiene un campo en la provincia de Corrientes. Se avecinaba un feriado largo y nos invitó a participar de una buena cacería, lo pensamos casi 2 segundos y armamos el bolso.
Un campo hermoso con costa de río y típico monte tupido. Las esperanzas son buenas y el clima se presenta bien. El amigo de Marcos nos dio la posibilidad de elegir entre quedarnos en la casa principal u ocupar un puesto abandonado en medio del monte a poco más de 2 kilómetros y optamos por esta última.
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Un día casi nos lleva acomodar el alojamiento y juntar algo de leña. Aún el clima está fresco y hay que usar el fogón. Con alegría pensamos en celebrar la habilitación de la temporada de caza. Nos asegura el propietario del campo que cerca del puesto podemos ver rastros de ciervo axis y jabalíes. Nos dice también que es posible ver alguna corzuela, pero que por favor no le tiremos.
Fuego, sándwich, copa de vino y a la bolsa de dormir. La idea es salir al amanecer luego de una pequeña ronda de mate. Creo que la ansiedad no dejó dormir a Marcos. A las 5 de la mañana ya lo escucho reavivando el fuego y preparando el mate. Voy remoloneando un poco y cuando Cachi se levanta lo hago yo también. Mate y medialunas del día anterior nos acompañan mientras planificamos estrategias. Cachi tiene mal una rodilla y prefiere apostarse en algún lugar. Yo opto por caminar el monte en una zona cercana a la costa del río con la esperanza de encontrar algún animal calmando su sed en la orilla. Marcos dice, yo voy monte adentro. Repartido el territorio comienza la aventura.
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Comienzo mi recorrida con entusiasmo, es un monte agradable, no muy difícil de caminar, y ya desde el comienzo veo rastros de ciervos. Comienzo a ponerme tenso, bajo un cambio en la marcha y avanzo muy lentamente. Mi vista está dividida entre el monte y el piso. No quiero hacer ruido y sin querer pisar una rama. Creo que tardé media hora en avanzar 10 metros. Trato de orientarme en esquivar la costa del río y alejarme de la dirección del apostadero de Cachi.
Una hora más tarde veo entre ramas el pelaje de un axis, es solo una mancha entre las hojas, imposible saber para qué lado está la cabeza, el corazón late fuerte, intento hacer un buen aproach, pero solo logro avanzar un par de metros antes que el ciervo corra. Me conformo pensando que hubiera sido demasiado fácil y evita aburrirme los días siguientes. Sigo mi marcha pero no veo nada más en el resto del día. Ya de regreso veo a mis compañeros que ya han encendido el fuego de la cocina económica y se preparan para la gastronomía. Cachi dice no haber visto nada, y Marcos comenta que a los pocos minutos de salir, se le cruzó en el camino un enorme búfalo que lo paralizó sin saber que hacer. Muchos interrogantes, tendré permiso para este animal, mi rifle será adecuado para este bicho ¬, toda una serie de cuestionamientos, y el búfalo se fue.
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Al dia siguiente repetimos la estrategia. Salí a las 7 de la mañana y regresé a las 6 de la tarde, solo vi rastros, Cachi comentó que en su apostadero solo bajo una chancha cruza con 3 lechones, y Marcos, con su eterna suerte cazó un chancho grandísimo y gordo, aunque sin colmillos. Afortunadamente teníamos un camino cerca que nos permitió llevarlo al campamento en una sola pieza. Dejamos al futuro veterinario hacer su trabajo de cuereado y desposte, mientras el padre yo preparamos comida y tomamos un par de tintos.
Durante la cena Marcos nos comenta que en 2 oportunidades vió ciervos pero le resultó imposible acercarse. Dijo haber marcado la posición en su GPS, y su estrategia era llegar al sitio antes del amanecer y esperarlos allí, “me pareció que era su sala de reuniones” comentó graciosamente.
La verdad es que fue gracioso, pero no sin cierta lógica, y era muy probable que tuviese razón. Estamos por comenzar el tercer y último día de caza y todo plan resulta posible.
Falta una hora para el amanecer, Cachi y yo nos levantamos y ponemos el agua para unos mates y nos damos cuenta que Marcos ya no está. Seguro camina GPS en mano al encuentro de los ciervos. Con tranquilidad hacemos lo nuestro y nos preparamos para salir cuando a lo lejos escuchamos un disparo. No escuchamos el clásico toc de tiro pegado, pero confiamos en la pericia de novel cazador por lo que decidimos poner más agua para el mate y esperar la llegada de Marcos. Una hora más tarde llega el cazador con inocultable sonrisa, nos cuenta cómo su plan dió resultado, y que llegó 15 minutos antes que la manada de ciervos axis, entre los que se destacaban tres ejemplares muy bonitos, de los cuales eligió al que le dio mejor blanco.
Esta vez tuvimos que hacer un poco más de fuerza para arrimar la presa hasta el vehículo, pero disfrutamos mucho las bromas que hacíamos entre nosotros, algo muy típico entre buenos amigos en esas circunstancias. Mientras despostábamos nos ilusionamos con los jamones y chorizos que haríamos, una vez más la suerte estuvo en la vereda de enfrente, y el novato nos volvió a ganar la jugada. Inauguramos la apertura de la temporada de caza y volveremos a buscar revancha.
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