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El calor, los mosquitos, el agua, todo lo que necesitas saber
Acostumbrados a las redes sociales y los noticiosos de televisión, donde reluce lo espectacular, lo dramático, lo extremista, hemos absorbido algunos mitos acerca de Amazonas, que quiero exponer y explicar, en especial, para los que desean ir a pescar o hacer turismo. Yo también fui víctima de estos prejuicios y, en la medida en que fueron transcurriendo mis 15 viajes en 17 años, aprendí que son generalizaciones o exageraciones.
“El calor de Amazonas es insoportable”
En Amazonas estamos en plena zona tropical o, en algunos casos, ecuatorial. Por lo tanto, las temperatura máximas son altas, pero, por el curioso efecto refrescante de esta selva (no sucede lo mismo en otros lugares), las amplitudes térmicas aumentan. ¿Qué significa esto?
El sol siempre sale alrededor de las 6. A medida que pasan las horas, la temperatura se eleva y pasa los 30 o 35 grados muy rápidamente pero, también velozmente, desciende y, de noche, en gran cantidad de lugares hay que dormir con una sábana o cobertor, pues baja a unos 15 a 17 grados. Esta amplitud se nota mucho más en los afluentes del sur, que están más altos (meseta de Mato Grosso) y en zonas más secas.
Les aseguro que la temperatura de esta selva es muchísimo más soportable que el calor de las grandes ciudades (como Buenos Aires, Rosario o Córdoba), donde se produce el efecto de refacción o absorción de una mole de cemento y la arboleda es escasa.
“En Amazonas está lleno de mosquitos y otros bichos”
En 2008, un argentino me acompañó a pescar a Amazonas. Lo asesoré sobre equipos, pero no conversamos sobre mosquitos. Cuando abrió su valija sacó 8 frascos de repelente. El lugar donde estábamos, el río Sucundurí, no tenía ni un bicho alado.
Estos mitos suelen ser generalistas y dar como absoluto algo que está limitado. El PH del agua es fundamental para la cría de los insectos chupadores. Por eso, en ciertos afluentes hay muchos, incluyendo el molesto piú, una especie de jején, pero, en otros, ninguno. Raramente aparece alguna abeja, pero con ser cautos en los movimientos sobra.
En la selva no existe el covid, ya que los ríos y lagunas son de aguas móviles y no estancadas. Pero las grandes ciudades de climas cálidos y húmedos fueron atacadas ferozmente por la pandemia, al punto que hubo una cepa de covid con el nombre Manaos.
Donde hay insectos picadores generalmente se ponen muy intensos al amanecer y atardecer. Es el momento de usar algunos repelentes. Hasta el momento no encontré ninguno que supere a Passion y Exposis, comprados en Cuiabá, pero no quiere decir que sean los únicos.
“Si te metés al agua, te atacan la piraña y el candirú”
Programas como “Monstruos de río”, conducido por Jeremy Wade, han servido para crear algunas fábulas de peces que comen penes o al ser humano completo. El mejor testimonio al respecto lo da mi amigo, periodista y organizador de excursiones en Amazonas desde hace 30 años, Rubinho: jamás vio una persona herida por una piraña.
Conocí la historia de un hombre que había sido devorado por un cardumen, pero no tuvo mejor idea que caer bajo el caño de agua donde la posada arrojaba los restos de comida al río, zona en la que le dijeron que no se zambullera: obviamente, los peces no dilucidan si cayó la sobra de un pollo o un ser humano.
Nos hemos bañado en playas, asegurando que no hubiera rayas, y nos hemos tirado infinidad de veces al río sin agresiones. Los peces huyen. Tampoco hemos sabido de ataques de yacarés ni de anguilas eléctricas, siempre actuando con precaución. Si los reptiles están a la vista, pues mejor no nos metamos al agua allí.
El candirú es un pequeñísimo pez que gusta subir por los orificios urinarios y, como tiene unas chuzas en las aletas, como si fuera un bagre, no sale sencillamente hacia atrás. En el Museo de Ciencias Naturales de Manaos vi la vejiga de un nativo, conservada en formol, inflada como un globo por la infección de un candirú. Pero, para que esto suceda hay que estar muy quieto en el agua y, además, no tener ni siquiera puesto un taparrabos. Un “ataque” realmente muy extraño, absolutamente infrecuente, incluso, entre los nativos que se bañan como Dios los trajo al mundo.
“Pescar en Amazonas es carísimo”
Un caramelo que cuesta 200.000 dólares es caro. Un auto Porsche que cuesta lo mismo es costoso. ¿Se entiende la diferencia? Pescar en Amazonas es costoso, porque implica largos viajes y el uso de una infraestructura a largas distancias sin medios de transporte fijos o frecuentes.
Recuerdo en 2009 una hermosa pesca en el río Guaporé: solo para llegar tomamos tres aviones con escala de una noche en hotel y, luego, una van por cinco horas, otra noche en hotel y cinco horas más de lancha. Imposible que cueste lo mismo que una salida “común” en Argentina, aunque se gasta mucho menos que en algunos lodges exclusivos de, por ejemplo, Tierra del Fuego.
Para llevar el hielo al campamento VIP del río Acari, Rubinho tenía que recurrir a un lanchón que demoraba todo un día desde el pueblo de Nova Olinda do Norte con sus dos toneladas de imprescindibles barras. ¿Cómo podría costar poco esta operación? No hay abuso del prestatario sino una simple lógica.
Una vez, un posible candidato a viajar me dijo “con ese dinero me voy dos semanas a Miami”. Le respondí que lo hiciera. No entendió la diferencia entre caro y costoso, entre exclusivo y más popular.
Además, en Amazonas, y me animo a decir en todo el mundo, casi siempre los servicios más económicos presentan peores condiciones de pesca. Digo, casi siempre, porque en 2003 quedé asombrado de la muy buena pesca en la posada Toca do Acú sobre un río Juma superpoblado de pescadores, ya que hay muchísimas operaciones, y con costos más accesibles.
Hace muchos años, un amigo me dijo que no iba a una excursión conmigo porque “ir al Amazonas brasileño es muy caro, un robo. Conseguí una salida mucho más barata y por la misma cantidad de días yendo por otro país”. Aunque jamás me lo contó, un amigo suyo me confesó que el hombre había vuelto muy decepcionado: en 5 días de pesca sacó dos o tres tucunarés de 25 centímetros y lo atendieron con mucha precariedad.
“Ya que voy a ir quiero pescar de todo”
El que piense que se pescan todas las especies juntas y con tamaños enormes en un mismo punto de Amazonas está muy equivocado. Es una fantasía que generan las redes sociales que suelen desinformar en búsqueda de más “me gusta”. He pescado mucha variedad y buen tamaño en ríos como Suiá Micu, pero los tamaños de los tucunarés de esa zona no se comparan con los que se obtienen en afluentes del río Negro o los que desaguan de la mano izquierda del Canumá.
He sacado muchas cachorras (chafalotes) de 6 a 8 kilos en otros ríos, pero no tenían trairones o tarariras gigantes. Hay lugares excelente para el pirarucú, pero no están habitados por otras especies. Por eso es fundamental definir qué se quiere pescar y cómo se quiere pescar para decidir lugar y fecha. No da lo mismo, no es una pecera, no te defraudes de entrada ni te dejes engañar.
“Soy mujer o quiero ir con una mujer y es imposible”
Otra premisa falsa. Es verdad que existen lugares donde la aventura exige un muy buen estado físico (no necesariamente viril), pero también funcionan cómodas posadas y barcos hoteles, que cuentan con muchísimo confort, como ducha de agua fría y caliente, comida gourmet y hasta señal de wifi (esto último no me gusta mucho, pero algunos pescadores lo necesitan por afecto o trabajo).
He viajado con mujeres finas y elegantes que han recorrido gran parte del mundo y, sin embargo, en un campamento VIP se sintieron sumamente cómodas y disfrutaron. Sin dudas, esto redundará en el costo final del paquete. No es lo mismo si tenés que armarte vos la carpa, cruzar un río a nado o andar a lomo de caballo por horas, que llegar con hidroavión al lugar de pesca y que te esperen una cama confortable con aire acondicionado y una caipirinha helada. No digo que sea mejor ni peor: simplemente, no es lo mismo.
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