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Se trata de un pequeño cañón de bronce relacionado con la expedición de Vázquez de Coronado en busca de la legendaria ciudad de Cíbola.
27 de noviembre de 2024. Bajo el mando de Francisco Vázquez de Coronado, un segundón de familia hidalga nacido en Salamanca y gobernador del reino de la Nueva Galicia, una expedición de más de 300 españoles y unos 800 indios emprendió el 23 de febrero de 1540 una aventura que perseguía encontrar la legendaria ciudad de Cíbola.
Según el relato de fray Marcos de Niza, aquel lugar era similar en grandeza a la capital del Imperio mexicano y dio a entender a los conquistadores que allí se acumulaban enormes riquezas y cantidades de oro.
Lo que encontraron los hombres de Coronado tras muchas penurias fue en realidad un pobre villorrio de cabañas con techo de paja. Ni rastro del oro. El capitán general ordenó regresar a México en el verano de 1542 y fue sometido a un juicio por la mala gestión de su ejército y por las crueldades cometidas contra los pueblos nativos.
Aunque desde este punto de vista la expedición fue un fracaso, se trató de la primera incursión prolongada de los europeos en el oeste del moderno Estados Unidos y se recabaron datos sobre un territorio y sus habitantes de los que nada se sabía en el Viejo Mundo.
Un equipo independiente de investigadores de Arizona ha descubierto ahora, en el valle del río Santa Cruz, una evidencia de la odisea de los conquistadores: un pequeño cañón de bronce de la docena que integraban el arsenal de artillería.
La pieza, el arma de fuego más antigua hallada hasta ahora en EEUU, ha sido descubierta en el suelo de una estructura de piedra y adobe, datada mediante radiocarbono y técnicas de luminiscencia estimulada en la época de Coronado. Otros objetos recuperados en el yacimiento son también coincidentes con la expedición, como fragmentos de cerámica europea y de recipientes de aceite, así como trozos de vidrio y partes de otras armas.
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Los autores del descubrimiento
En el artículo publicado en la revista International Journal of Historical Archaeology, los investigadores explican que el cañón mide algo más de un metro de largo y pesa un poco menos de veinte kilos. Se trata de un primitivo tipo de arma de fuego que requería de dos personas para utilizarlo.
Su diseño estaba en principio concebido para la defensa de una muralla o fortificación, pero Coronado y sus hombres puede que lo empleasen para abrir brechas en las paredes de madera o adobe de las estructuras indígenas. Incluso valoran que pudo haber formado parte de una expedición anterior como la de Ponce de León.
La arqueóloga Deni J. Seymour y el especialista en armas William P. Mapoles detallan en su estudio que el cañón mide 42 pulgadas de largo y pesa alrededor de 40 libras y normalmente debió utilizar un gran trípode de madera.
El cañón muestra evidencias de haber sido fundido en arena con tres marcas de grada a lo largo del eje inferior y cuatro pasadores de hierro utilizados en el proceso de fundición. Su diseño sencillo y sin adornos sugiere que pudo haber sido fundido en México o el Caribe en lugar de España, donde era común adoptar un enfoque más decorativo.
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También se sugiere que el cañón podría haber sido comprado a una expedición española anterior, posiblemente incluso a Ponce de León. El cañón fue encontrado descargado y no muestra evidencia de uso en la batalla, lo que plantea preguntas sobre por qué fue abandonado.
Los relatos históricos indican que el pueblo local Sobaipuri O’odham atacó el asentamiento, lo que provocó la retirada de los españoles de la zona. Los grupos de perdigones de plomo y las características puntas de flecha Sobaipuri en el lugar refuerzan la narrativa de un enfrentamiento.
Este descubrimiento proporciona la primera arma de fuego conocida de la expedición de Coronado y ofrece información sobre las primeras interacciones entre españoles y nativos americanos en el suroeste de los Estados Unidos.
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